Los rostros de los mejores exponentes de la literatura y la plástica iberoamericanas, aquellos que asoman en la solapa de sus obras, tienen un sello, el de Rogelio Cuéllar (Ciudad de México, 1951). Entregado a ordenar su propio legado, el fotógrafo se mantiene en la fe de alcanzar el siglo porque “el cuarto oscuro es un buen conservador, ahí está de ejemplo don Manuel Álvarez Bravo”, señala.
Lo que Rogelio Cuéllar ha logrado constituir, en casi seis décadas de trabajo, es una memoria de sus contemporáneos y sus luchas sociales, de la orografía de los cuerpos y de su país; una trayectoria que la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y del Sistema Nacional de Fototecas, le reconoce con la Medalla al Mérito Fotográfico 2023.
“El duende”, como lo bautizó Jorge Luis Borges, recibirá el galardón junto con su colega, Patricia Lagarde, el 24 de agosto de 2023, en la inauguración del 24 Encuentro Nacional de Fototecas, en Pachuca, Hidalgo. Sin embargo, no es la única distinción que le depara el año. Actualmente, selecciona las imágenes que integrarán la revisión que el Festival Internacional Cervantino (FIC) hará de su obra.
Cuéllar habita un apartamento que asemeja una cámara fotográfica: el lente son grandes ventanales a las frondas del Parque México y su cotidianeidad; el cuerpo, habitaciones que han cedido su espacio a cuantiosas fotografías y pinturas, pues suele aceptar intercambio de obra gráfica como retribución de su trabajo. Antes que fotógrafo, quiso ser pintor, confiesa.
El fotógrafo toma una impresión de su autoría, en ella aparecen tres niños viajando “de mosca”. “Así fui yo”, le dice a su editora y compañera, María Luisa Passarge. Cuenta que su madre, una mujer trabajadora, lo sacó adelante, y tuvo una infancia libre en la Portales. Con ocho años, eran frecuentes sus idas al cine de la colonia y a varias zonas de la ciudad, yendo “de mosca” en tranvía.
“Nunca he dejado de experimentar ese asombro por lo que hay fuera. Soy fotógrafo callejero porque mi interés es la realidad social, y estoy convencido que cualquier disciplina requiere pasión. En el retrato me gusta el personaje, la mirada; y en el paisaje, cuando el elemento humano está presente. Puedo decir que me identifico con la fotografía humanista”, expresa.
Desarrolló su oficio dentro del fotoperiodismo, colaborando en diversos suplementos culturales y como miembro fundador de medios como la revista Proceso y el periódico La Jornada. No obstante, la fotografía de autor, en particular el retrato de creadores, ha sido una constante desde sus inicios, ya fuese trabajando para Difusión Cultural de la Universidad Nacional Autónoma de México o en la cobertura del propio FIC.
“Estudiando a los fotógrafos mexicanos, llámese Rodrigo Moya, Héctor García, Nacho López, Mariana Yampolsky, Graciela Iturbide, Bernice Kolko, independientemente de su lenguaje, han hecho retrato de sus contemporáneos. Lo cual es muy importante. Yo también quise hacer eso”. De esa manera, consciente y estructurada, fue constituyendo un seguimiento histórico de la vida cultural de México, a través de sus personajes.
“La mirada es la constante de mis retratos. En los grandes retratos del arte universal lo que acompaña al espectador es la mirada del o los personajes. Integro el retrato como un rompecabezas. Empiezo con un long shot, un plano lejano y, paulatinamente, me voy cerrando y comienzo a observar el espacio inmediato. Eso va conformando una personalidad.
“Otra constante es que visito regularmente a los creadores que me interesan. Así he podido entablar amistades entrañables como una familia. Hay artistas que conozco desde hace cuatro décadas y los visito cada tiempo, y los fotografío en su cotidianeidad y en su proceso de creación”, comenta.
Por ello, las fotografías de Rogelio Cuéllar no son cabos sueltos, sino crónicas. Un buen ejemplo fue la exposición Borges en México, montada en 2012, en el Palacio de Bellas Artes, a partir de tomas que hizo en su visita de 11 días al país, acompañándole lo mismo a Teotihuacan que al mingitorio, literalmente. Un Borges anciano, con la vista debilitada, pero el oído aguzado; por eso identificó a Cuéllar con el apodo de “El duende”.
José Emilio Pacheco abrazando el pilar de un laberinto de libros; Octavio Paz dirigiendo una mirada esquiva desde su puerta; Julio Cortázar apoyado cual fauno en las raíces sinuosas de un árbol; José Agustín haciendo “caracolitos” a la cámara; una vieja y coronada Pita Amor; la elegancia de Rosario Castellanos… Escritores, muchísimos, como da fe El rostro de las letras (La Cabra Ediciones); pero artistas plásticos, aún más, como muestra el catálogo Cuatro décadas del rostro de la plástica, 1972-2011.
A partir de las becas del Sistema Nacional de Creadores de Arte, se ha podido clasificar aproximadamente 60% del material que Rogelio Cuéllar ha realizado durante los últimos 30 años, porcentaje equivalente a 20 mil negativos. Para muestra, su página rogeliocuellar.mx, proyecto de investigación, preservación y difusión en el que lo acompañan Juan Carlos Oliver, Valeria Vega, María Luisa Passarge, Liliana Luna Montiel, Erika Vitela, David Robles y Alejandra Palancares.
El fotógrafo espera disfrutar los frutos de ese archivo de miles de imágenes, constancia de su tiempo y sus pasiones. Piensa en venderlo porque reconoce su valor como fuente, desea se quede en México y que “sea un archivo vivo porque es una parte gráfica de la historia mexicana de finales de los 60, hasta lo que siga trabajando. Es muy claro y estoy trabajando en ello”, finaliza.