El filósofo y militar chino Sun Tzu, se dice, escribió en el siglo V A.C. el libro titulado “El arte de la guerra”, uno de los tratados militares más brillantes de todos los tiempos.
En su libro Tzu define a la política como el arte del engaño.
“Luchar y ganar las batallas no es la suprema excelencia, sino que la suprema excelencia consiste en ganar las batallas sin luchar, para ello todo el arte de la guerra está basado en el uso del engaño, es decir la guerra total merced a falsedades y mentiras”.
Todo esto viene a colación, porque en todas las sucesiones gubernamentales que me ha tocado observar, el engaño ha sido fundamental para la definición del candidato.
Corría el año de 1998, Manuel Bartlett Díaz gobernaba Puebla y la sucesión gubernamental se acercaba.
Bartlett comenzó a impulsar a su secretario de Finanzas, José Luis Flores Hernández, un funcionario con excelente formación, se diría ahora neoliberal, amigo personal de José Ángel Gurría, formado en las filas del BID y del Fondo Monetario Internacional.
Bartlett puso como coordinador de la campaña a un joven político al cual seleccionó y formó, Ignacio Mier Velasco, de la misma forma lo cobijó financieramente, a través de otros dos jóvenes, Jorge Estefan y Tony Gali.
Todo mundo daba por hecho que Flores sería el próximo gobernador de Puebla, pero, no contaban con las ambiciones secretas del propio Bartlett y también con el entonces senador de la República, Melquiades Morales Flores, y sus 2 mil compadres.
Bartlett engañó a José Luis Flores y a casi todos los integrantes de su equipo, a excepción de Mario Riestra Venegas, quien desde un inicio se la jugó con Melquiades. El entonces gobernador terminó sacrificando a su “delfín”, en pos de sus ambiciones personales de hacerse de la candidatura del PRI a la Presidencia de la República y terminó negociando una senaduría en el 2000.
Para el año 2004, Melquiades Morales Flores, ya no le quedaba de otra que jugar su última carta con Germán Sierra Sánchez, ya que sus fichas se habían muerto. Su sucesor natural, el financiero de su campaña en el 98, el empresario Rafael Cañedo Benítez, había muerto en una plancha en un hospital de la Ciudad de México. Su otra carta, Carlos Alberto Julián y Nácer, cayó derrotado por el panista Luis Paredes en alianza con el marinismo, en la elección del 2001 por la presidencia municipal de Puebla.
A inicios de abril del 2003, Melquiades había confirmado lo que su hijo Fernando le había revelado, que su secretario de Finanzas, Rafael Moreno Valle, le estaba viendo la cara y que le había generado un “hoyo financiero” a su administración por cerca de 2 mil millones de pesos, mismos que fueron denunciados a través de una auditoría forense realizada por el despacho de la ex contralora de Carlos Salinas de Gortari, Josefina Vázquez Nava y publicada en Intolerancia Diario, por quien esto escribe.
Morales Flores estaba contra la pared, pero aun así sus cercanos le aconsejaban jugársela con Germán y hacer a un lado a Mario Marín y a Rafael Moreno Valle, quienes, advertidos de este movimiento, se sumaron en un pacto sellado en el restaurante “La Conjura”. Marín sería el candidato y Moreno Valle diputado local y líder del Congreso local, para después ser senador y de ahí, candidato a Casa Puebla en el 2010.
Pero el punto culminante de la sucesión fue la aprobación de la cuenta pública de Marín y un engaño a medias que realizó el nacido en Nativitas Cuautempan y que espantó a Melquiades. Marín, con encuestas en mano, amagó al entonces gobernador con irse al PRD si no le daban la candidatura, pues traía amarres a medias con el entonces presidente nacional de este partido, Leonel Godoy, hoy diputado federal de Morena.
El entonces gobernador Melquiades se tragó la finta y terminó por ceder la candidatura a Marín, consciente de que una fractura al interior del PRI, haría perder a su partido y entonces el ganador sería el panista, Francisco Fraile García.
Pero, además, Melquiades también se dejó ganar por su ambición personal y escuchó el “canto de las sirenas” que le prometieron que, si le entregaba la gubernatura de Puebla a Marín, él sería el próximo dirigente nacional del PRI y sucesor de Roberto Madrazo, le mintieron.
Mario Marín ha sido quizá el más cruel de todos los ex gobernadores, pues les mintió a todos y terminó entregando a su entonces candidato Javier López Zavala, a quien hoy se sabe lo escogió para después venderlo. Vaya ironía de la vida, hoy ambos se encuentran recluidos en el penal del Altiplano.
Ocurrido el Lydiagate, la administración marinista compró tiempo entregándose al PAN y a su entonces candidato presidencial, Felipe Calderón, quien dobló al priista, quien tuvo que entregar la plaza al albiazul, en la elección del 2006, cosa que jamás le perdonó el entonces candidato del PRD a Los Pinos, el hoy presidente Andrés Manuel López Obrador.
A cambio de entregar Puebla al PAN y a Felipe Calderón, Marín se mantuvo en el poder hasta el 2010, cuando el entonces presidente lo obligó a cumplir los acuerdos de entregar la gubernatura al ya para entonces senador panista, Rafael Moreno Valle Rosas.
Marín les mintió a todos, engañó a todos y terminó dejando solo a Zavala en la elección del 4 de julio del 2010, mientras el veía el fútbol y le ordenaba a la policía estatal replegarse a sus bases y dejar operar libremente al morenovallismo. En el pecado hoy lleva la penitencia.
Rafael Moreno Valle no fue ajeno a la traición y al engaño, todo el tiempo, engañó a su entonces amigo Fernando Manzanilla, a quien hizo creer que iba a ser su sucesor.
Muy tarde, Manzanilla se enteró de que nunca estuvo en sus planes y que siempre su plan A fue la esposa de Rafael, Martha Erika Alonso. El modelo implementado por Moreno Valle originó su muerte, pues modificó la constitución local, para empalmar las elecciones estatales con las federales en el 2018 y, para ello, como su mandato concluía en el 2016, creo una mini gubernatura de un año y ocho meses, además de alcaldías de 4 años y ocho meses, poniendo al frente a Tony Gali, para cederle después a Martha Erika.
Como está visto la política está considerada como el arte del engaño, que nadie se diga sorprendido, esta profesión no es apta para ingenuos, ni para leales.
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Ilustración: Alejandro Medina
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