Muchos dan por hecho que, en automático, una vez que haya candidato o candidata al gobierno por parte de Morena, el abanderado a la presidencia municipal de Puebla lo pondrá como premio de consolación a otro de los grupos morenistas y hasta aventuran nombres. Puede ser que sí, puede ser que no.
En una pasada entrega, publicada el viernes, explique que una vez que se den a conocer los resultados de la encuesta y se conozca al ganador o ganadora del sondeo, Puebla entrará en un periodo de turbulencia política, cuya intensidad dependerá de cómo se lleven los grupos políticos y el nuevo abanderado.
La disputa por elegir candidato en la capital puede ser la manzana de la discordia entre ambos personajes, si es que no son del mismo grupo político y es que siempre quien se sienta en la silla del Palacio de Charlie Hall, ya se siente, en automático, el próximo gobernador, lo que origina una serie de encontronazos con el mandatario en turno.
La historia moderna de Puebla registra una serie de encontronazos épicos, entre los ediles capitalinos y los gobernadores en turno.
Ya lo hemos comentado en múltiples ocasiones, Piña Olaya se impuso a los grupos locales, que tenían como su candidato al entonces alcalde capitalino, Jorge Murat, quien, incluso, murió en un accidente automovilístico, el cual se puede calificar como “extraño”.
Manuel Bartlett le ganó la postulación a los grupos locales, quienes pujaban por la designación del entonces edil capitalino, Marco Antonio Rojas Flores.
Bartlett consintió que su mancuerna fuera el empresario radiofónico, Rafael Cañedo Benítez, pero lo trajo a raya durante todo su trienio, imponiéndole al síndico municipal, Ricardo Menéndez Haces, el contralor, en la figura de Toño Fernández Brito, gente del entonces titular de la Sedecap, Jorge Estefan, y la mitad del Cabildo impuesta, a través de los llamados hombres del cambio, y aun así Cañedo creció políticamente, ayudó a ganar a Melquiades Morales Flores, se impuso en la lucha por el Senado de la República, pero, murió en un quirófano de la Ciudad de México.
El estilo conciliador de Melquiades Morales Flores dio apertura para que, una vez ganada la candidatura del PRI a la gubernatura de Puebla, diera paso a que el grupo del gobernador Bartlett tuviera también una posición en la figura del entonces dirigente estatal del tricolor, Mario Marín Torres, y estoy seguro de que fue una decisión de la cual se arrepintió toda su vida.
Marín es el único personaje de la historia moderna de Puebla que salió de la presidencia municipal de la capital y pudo ser gobernador del estado, pero su relación con Melquiades Morales siempre fue pésima.
Marín siendo ya candidato a gobernador del estado fue obligado por el entonces delegado del PRI, Manuel Gurría, a entregar la candidatura a la presidencia municipal al grupo del entonces mandatario, Melquiades Morales, quien eligió como su carta al entonces rector de la BUAP, Enrique Doger Guerrero.
Esta decisión fue crucial, porque además de la pésima relación entre Marín y Doger, el escándalo de la periodista Lydia Cacho detenida de manera ilegal en Cancún, Quintana Roo y trasladada a Puebla, cambió para siempre la historia de Puebla.
En 2010, Moreno Valle, ya convertido desde el 2006 en panista, ganó la candidatura de este partido a la gubernatura de Puebla y tuvo que entregarle al panismo tradicional la candidatura a la alcaldía de Puebla, en la persona de Eduardo Rivera, a quien detestaba, pero luego logró imponer a sus incondicionales Tony Gali y Luis Banck.
En 2018, Morena postuló a Miguel Barbosa y a Claudia Rivera como candidatos a la gubernatura y a la presidencia municipal de la capital, Barbosa perdió y Rivera ganó, lo cual hizo crecer la versión ahora confirmada de que Claudia recibió ayuda del grupo morenovallista para obtener el triunfo, pero el destino quiso que Martha Erika Alonso muriera a los 10 días de asumir la gubernatura y que Miguel ganará la elección extraordinaria de 2019.
Barbosa detestaba a Claudia Rivera, quien tuvo una errática administración municipal, lo que dio paso a que Acción Nacional pudiera recuperar de nueva cuenta la presidencia municipal de Puebla en la persona de Eduardo Rivera Pérez.
Luego de este recuento, queda claro que, si bien es cierto, que el gobernador en turno y el candidato pueden llegar a acuerdos, los resultados siempre son los mismos, un auténtico desastre y más lo serán, si como algunos piensan, en automático la posición es del mandatario en turno y esto me lleva a la pregunta inicial ¿Y que el candidato no cuenta? Ojo, se puede imponer candidato a la alcaldía y aun así hacerlo perder, si no pregúntenle a Eduardo Rivera, a quien el panismo tradicional lo volvió a imponer en 2018 a Rafael Moreno Valle y este lo aceptó para hacerlo perder a manos de la morenista, Claudia Rivera.
La cosa no es tan fácil como algunos creen y más porque la historia reitero, lo dice, quien es alcalde la ciudad capital, se siente ya el casi seguro próximo gobernador de Puebla, pero no siempre es así.
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Ilustración: Alejandro Medina
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