La noche del 15 de septiembre de 2008, durante el festejo del Grito de Independencia, dos granadas estallaron en el centro de la capital michoacana.
Una de las explosiones ocurrió en la plaza Melchor Ocampo, donde estaba la mayoría las víctimas, y la segunda en la avenida Madero esquina con Andrés Quintana Roo. El saldo fue de ocho muertos y 132 heridos.
Hubo cuatro detenidos, tres de ellos acusados de ser los autores materiales del ataque y de estar relacionados con Los Zetas. Sin embargo, quedaron en libertad el 27 de mayo de 2015.
De los sobrevivientes y deudos, 54 tienen pensión, 14 de ellas son vitalicias y 40 temporales. Se trata de 32 mujeres y 22 hombres.
SIN APOYO
A 10 años de los ataques, no se ha concretado un programa institucional de apoyo para los afectados, quienes piden ser reconocidos como víctimas de la delincuencia y batallan para que les mantengan los apoyos oficiales.
La Comisión Estatal de Atención a Víctimas (CEAV) tiene 54 víctimas reconocidas, a las que proporciona atención sicológica y apoya con medicamentos, así como asesoría jurídica para el caso de sus pensiones.
Hay víctimas que señalan que la Secretaría de Salud estatal no tiene los medicamentos que necesitan, por lo que la CEAV busca que el gobierno federal las ayude, al tratarse de víctimas del crimen organizado.
Sobre las pensiones, en mayo de 2018 se determinó aumentar el monto que recibían 11 de las víctimas, porque, en algunos casos, aparecían nuevas complicaciones de salud.
Se espera que este año la placa memorial de la tragedia se convierta en un monumento en recuerdo de las ocho víctimas mortales y los más de 100 heridos que arrastran las secuelas del ataque del crimen organizado a la población civil.
Aprendió a convivir con el dolor
Cristóbal Méndez Ortiz, uno de los lesionados por los granadazos de 2008, asegura que es mejor hacerse amigo del dolor y no pensar en sus consecuencias.
Hace 10 años, él y su esposa Mari eran estudiantes de la Universidad Michoacana, procedentes de Chiapas. Para celebrar la Independencia de México, acudieron a la plaza Melchor Ocampo.
«Al principio creímos que era un juego pirotécnico que se había salido de control, ya hasta dos días después, en el hospital, nos dijeron que era una granada de fragmentación lo que habían detonado”, narró.
Ahora, explicó que cada día tiene que vivir con el trauma pues, aunque quisiera olvidar, las esquirlas le recuerdan la tragedia.
Sufrió daños permanentes y durante esta década ha tomado medicamentos todos los días, un dolor que ha permanecido por diez años.
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