El mundo se encuentra inmerso en un espiral de violencia del que solo podrá salir si se reconoce que las estructuras sobre las que fue fundada la modernidad son insostenibles.
Cuando habla sobre ‘desgarramiento civilizatorio’, María Eugenia Sánchez Díaz de Rivera intenta involucrar a toda la humanidad en la crisis social actual. La categoría ha sido explorada por la académica de la IBERO Puebla en diferentes momentos de su vida profesional. El más reciente de ellos es el libro Saberes compartidos para una utopía: afrontando los retos de nuevos caminos.
El compilado, autoría de investigadores de las instituciones del Sistema Universitario Jesuita (SUJ), es una continuación del trabajo Desgarramientos civilizatorios. Símbolos, corporeidades, territorios presentado en 2021. Se trata, explicó la coordinadora de ambos libros, de un esfuerzo por encontrar nuevas formas de entender la realidad, dejarse interpelar por ella e incidir en su transformación.
Saberes compartidos inicia con una reflexión de Sánchez Díaz de Rivera sobre cómo capitalismo, patriarcado y colonialidad se constituyeron para construir una sociedad que hoy se tambalea. “Ante el horror y la incertidumbre, las herramientas propuestas pueden ser útiles para potenciar la construcción de presentes dignos”, escribe la coordinadora del proyecto.
Posteriormente, Stefano Sartorello y Cristina Perales Franco exploran la posibilidad de un pluralismo radical que emane desde el Cono Sur para deconstruir saberes del mundo basados en el proceso de colonización, para dar pie a los conocimientos de las comunidades latinoamericanas.
José de Jesús Legorreta, Marcela Gómez Álvarez y Fabrizio Larusso analizan el concepto de ‘tejido social’ como una forma de resistir a la modernidad a través de formas emancipatorias de convivencia. Por su parte, David Martínez Mendizábal y Mario Iván Patiño Rodríguez Malpica revisan la crisis del sistema-mundo y advierten que las formas de gobierno del Estado constituyen un terreno para la disputa.
Hacia el final del libro, Jorge Armando Gómez Alonso y María Guadalupe Fernández Aguilera señalan la segregación territorial, desigualdad de género y colonialidad política sobre comunidades originarias como tres expresiones actuales de la triada ideológica dominante. Y Gerardo Pérez Viramontes concluye con un ensayo sobre la pertinencia de la regulación de conflictos como una forma para comprender el potencial constructivo del disenso para la paz.
María Eugenia Sánchez aseguró durante la presentación del libro que los desgarramientos civilizatorios detonan violencias cada vez más graves. “Ya no podemos seguir hablando de migración, son desplazamientos violentos […]. Las categorías que hemos heredado ocultan lo que estamos viviendo”. Algo similar ocurre con el concepto de tejido social, una categoría en boga incautada por la retórica política.
Señaló también que el resquebrajamiento social impacta tanto a las subjetividades como a las instituciones que lo sustentan. Si bien entre las grietas aparecen insurgencias que buscan cambios mayores, cuestionó si estos movimientos representan cambios sustanciales o si se trata de paliativos para el inminente colapso.
Con el ánimo de dejar una reflexión esperanzadora, y consciente de que el desplazamiento de las utopías a manos de la incertidumbre provoca impotencia e indiferencia, Sánchez Díaz de Rivera exhortó a encontrar nuevas formas de abonar corazón a los desgarramientos.
Hay conceptos que han sido abusados en su uso. El pensamiento crítico ha hecho de la descolonización la panacea de los males sociales, cuando existen instituciones a las cuales no es posible sustraerles su carácter colonial. Raúl Zibechi encuentra en el Estado y en el patriarcado dos construcciones cuya influencia en las sociedades debe ser contraatacada de otras formas.
Otro caso es la herencia de la economía política en el pensamiento crítico. Los conceptos marxistas han demostrado ser inoperantes en contextos rurales e indígenas, pues ignoran la existencia del trabajo comunitario y las economías sociales. Matizó: “Es un llamamiento a no extender el uso de ciertos conceptos más allá de para lo que fueron creados”.
Más que descolonizar, es necesario elaborar nuevas formas de pensamiento. “Necesitamos aceptar que esos desgarramientos civilizatorios afectan no solo las ideas que elaboramos, sino la forma en la que las elaboramos”. El libro, celebró el escritor uruguayo, refresca el entendimiento de los procesos de emancipación y los convierte en acontecimientos dinámicos.
Por su parte, José de Jesús Legorreta Zepeda, docente de la Ibero Ciudad de México, valoró la importancia de que el proyecto emane de una alianza de instituciones educativas. Convocó a sus colegas autores a involucrarse en la construcción de una nueva ecología de saberes a partir de la escucha activa de experiencias diversas. “Esto desafía la forma colonialista de conocimiento que está institucionalizada en las universidades”.
La investigación congregó a académicos de las diferentes universidades del SUJ que se preguntan cómo se comportan las sociedades frente a los desgarramientos civilizatorios. Entre los hallazgos se encontró que las violencias locales están articuladas a las de escala global. Además, los grupos sociales que resisten a estas violencias construyen nuevas formas de sociabilidad.