¿Qué hizo que nueve excursionistas experimentados, algunos descalzos y casi desnudos, salieran de sus carpas y terminaran inmersos en las temperaturas bajo cero y la oscuridad sepulcral de un yermo ruso en 1959?
Cuando sus cuerpos fueron encontrados en un paso remoto en los montes Urales, hace 62 años esta semana, nadie pudo explicar qué —o quién— los había matado.
Ese enigma ha desconcertado a investigadores e inspirado libros, películas y programas de televisión durante décadas. Pero ahora, dos científicos creen que finalmente podrían haber encontrado una respuesta.
Para algunos rusos, el misterio perenne ha adquirido las cualidades de una leyenda nacional, que algunos llaman “diatlovmanía”, en honor al líder del grupo de jóvenes excursionistas, Igor Diátlov. Es una obsesión que mezcla la investigación racional con alocadas teorías de conspiración, algunas de las cuales involucran ovnis o yetis.
Muchas de las teorías sobre lo que sucedió, ya sean basadas en la ciencia o en la superstición, comparten una desconfianza profunda en la versión de los hechos ofrecida por el Estado. Es un escepticismo hacia el oficialismo que ya existía en la época soviética y que prevalece en la Rusia actual.
En efecto, algunos culpan directamente al Estado.
Quizás, dicen, las autoridades soviéticas asesinaron a los excursionistas porque se toparon con un experimento ultrasecreto. Tal vez, dicen otros, fueron alcanzados por los escombros de la prueba de alguna arma, los cuales les dejaron los aún inexplicables rastros de radiación en su ropa.
En 2019, el gobierno reabrió el caso y culpó a una avalancha de las muertes. Pero el hecho de que las autoridades no ofrecieran muchas pruebas al respecto dejó a muchos escépticos.
Sin embargo, ahora dos científicos radicados en Suiza están presentando la misma teoría y la están respaldando con modelos y datos.
En un estudio publicado en enero en la revista Communications Earth & Environment, los científicos plantean que una avalancha —ciertamente una muy inusual— podría haber azotado el campamento de los excursionistas.
Sin embargo, ni siquiera ellos aseguran haber resuelto definitivamente el misterio, sino solo haber presentado una explicación constatable y más creíble que la versión que asegura que murieron asesinados por unos monstruos y con más pruebas que la teoría de que los nueve excursionistas fueron mutilados por fugitivos desquiciados de un gulag.
“No queremos pretender que lo hemos resuelto”, dijo Johan Gaume, profesor del Laboratorio de Simulación de Nieve y Avalanchas de la Escuela Politécnica Federal de Lausana, en Suiza, y coautor del estudio. “Hay demasiadas cosas alrededor de este caso que nunca podrán ser explicadas”.
Los miembros del equipo de rescate encontraron los restos de los excursionistas —estudiantes universitarios, siete hombres y dos mujeres, que buscaban probar su resistencia física en la larga excursión invernal— esparcidos a cientos de metros de distancia de su tienda. La lona medio desplomada había sido rasgada por una navaja, aparentemente desde su interior.
Aunque las autopsias determinaron que la hipotermia había sido la causa principal de muerte, tres de los excursionistas habían sufridos lesiones graves causadas por una fuerza contundente, incluyendo costillas rotas y un cráneo fracturado. Dos de los cuerpos no tenían ojos y uno no tenía lengua.
“Cuando hablamos de un misterio, tendemos a pensar que no sabemos casi nada al respecto”, dijo Dmitri Kurakin, un sociólogo que ha estudiado el caso Diátlov. “En este caso tenemos toneladas de información: fotografías, diarios, documentos oficiales. Pero en esta abundante variedad de información es muy difícil encontrar la verdad”.
Poco después de la investigación original, los investigadores soviéticos clasificaron los archivos del caso.
Como resultado, pocas personas fuera de los Urales supieron del denominado Grupo Diátlov hasta que la desintegración de la Unión Soviética rompió décadas de silencio oficial.
Las conjeturas y la fantasía florecieron en los primeros años del internet y todos los interesados en el debate —ya sea aquellos que culpan a la KGB, las pruebas de misiles o un infrasonido capaz de producir ataques de pánico— coincidieron en que la conclusión de la investigación original soviética de que “la influencia de una fuerza natural contundente” había matado a los excursionistas no era satisfactoria.
Luego, en 2013, el investigador principal original presionó, a sus 94 años, para que el caso fuera reabierto, al afirmar que altos funcionarios en Moscú lo habían presionado en aquel momento para que declarara que un accidente había sido la única causa de la tragedia.
El año pasado una nueva investigación federal estableció que una avalancha había causado la tragedia, una explicación que ha sido rechazada por muchos que han investigado el misterio por su propia cuenta.
“No fue una avalancha”, dijo Teddy Hadjiyska, quien gestiona un sitio web dedicado al incidente. “El viento sopla todo el tiempo en esa zona, no hay suficiente acumulación de nieve y la pendiente es demasiado baja”, dijo.
Gaume y su colega coautor del nuevo estudio arbitrado, Alexander Puzrin, profesor de Ingeniería Geotécnica en la Escuela Politécnica Federal de Zúrich, una universidad de investigación, buscaron abordar esos y otros puntos. Por ejemplo, señalaron que pasaron más de tres semanas antes de que la carpa fuera encontrada, tiempo suficiente para que el viento ocultara la evidencia de una avalancha.
Un problema mayor, según los escépticos, es el hecho de que la pendiente en el paso Diátlov no es muy empinada.
Gaume afirmó que aunque existe una “regla general” de que las avalanchas no ocurren en ángulos menores a 30 grados, puede haber excepciones. Él y Puzrin desarrollaron un modelo matemático para calcular los vientos y la nieve y bajo ese modelo pudieron producir una pequeña avalancha de placa retardada, de unos 5 metros por 5 metros. Eso podría explicar las heridas graves pero no mortales encontradas en los cuerpos, dicen.
Gaume expuso una posible teoría de cómo pudo haberse desarrollado aquella lejana noche de invierno:
Los excursionistas, golpeados por una repentina avalancha de placa en la oscuridad, lucharon para poder escapar de su tienda y ayudar a sus amigos heridos. Apenas vestidos, salieron a toda prisa, quizás temiendo otra avalancha, y se dirigieron hacia un escondite de suministros en el bosque.
Pero desorientados y luchando con temperaturas aproximadas de 40 grados Celsius bajo cero, se perdieron y sucumbieron al frío. Algunos pudieron haber desnudado a sus compañeros fallecidos para obtener una capa extra de calor.
“Es la historia de nueve amigos que lucharon juntos contra la fuerza de la naturaleza”, dijo Gaume. “Permanecieron juntos”.
Aunque la teoría de la avalancha no explica los rastros de radiación, algunos han sugerido que los niveles encontrados no fueron anormales, dada la larga exposición de los cuerpos al sol a gran altura. Los animales carroñeros y la descomposición podrían explicar las partes del cuerpo faltantes.
El estudio no logró convencer a Hadjiyska, quien sostiene que un árbol cayó sobre los excursionistas y que las autoridades locales improvisaron un encubrimiento para evitar represalias de sus superiores. “Todo lo relacionado a este caso es una locura”, dijo.
El estudio tampoco convenció a Yuri Kuntsevich, quien presenció el funeral del grupo cuando tenía 12 años y ahora dirige un museo provisional sobre el misterio en su apartamento en Ekaterimburgo, la gran ciudad más cercana al paso donde ocurrió el hecho. Kuntsevich afirmó que la idea de que unos excursionistas experimentados cometieran el error de instalar su tienda de campaña en un lugar donde una avalancha fuera incluso una posibilidad remota estaba “fuera de discusión”.
Para Kuntsevich, los excursionistas fueron héroes que se negaron a huir de una calamidad enorme y provocada por el hombre, pero ciertamente aún desconocida. Solo un acto criminal podría explicar la tragedia.
“Se enfrentaron a algo horrible”, dijo Kuntsevich. “Y se defendieron”.
This article originally appeared in The New York Times.