Claudia es una mujer de 37 años y asegura que fue violada por un integrante de la Marina, pero no sólo sufrió el abuso sino además debió ver cómo ni la institución armada ni la Procuraduría de Justicia de la Ciudad de México le brindaron apoyo. Tampoco encontró ayuda en el ministerio público de Coyoacán ni en el juzgado cívico de Miguel Ángel de Quevedo.
El colmo fue cuando policías capitalinos la pusieron cara a cara con su agresor quien, con incisivo cinismo, empezó a decirle que sabía que ella había disfrutado el acto sexual, escena que los uniformados presenciaban con morbo y gracia: “Ahora sí te pasaste, amigo”, le decían al marino, y a ella: “Si quieres cachetéatelo aquí delante de nosotros”.
Además, los servidores públicos, al saber que el acusado era integrante de las fuerzas armadas, intentaron persuadirla para que no interpusiera denuncia.
“Pobre de la mujer que sea acosada o violada por un servidor público porque entonces las instituciones activan todos sus mecanismos para que tú, denunciante, de verdad pases un infierno, y es proteger al delincuente”, dice Claudia con la voz llena de indignación.
Con el crepúsculo vespertino como telón, inicia la entrevista con Claudia; el efecto de contraluz esconde el detalle de sus rasgos, pero delata una silueta menuda muy diferente a la de su agresor, un hombre de complexión gruesa y 1.90 metros de altura. La mujer decidió hacer pública su vivencia para combatir la injusticia y el miedo.
“¿Yo, mujer, debo vivir con miedo porque tuve la mala suerte de que me acosara un militar y entonces por eso yo no voy a obtener justicia?”, cuestiona y empieza el relato de los hechos:
En las primeras horas del 9 de junio de 2018 Claudia estaba en su casa mirando una serie cuando sonó el timbre de la puerta. Al abrir se topó de frente con su acosador, un cabo que era su alumno en el Centro de Estudios Navales de la Marina, ubicado en la alcaldía de Coyoacán, donde ella impartía clases de inglés.
¿Qué hace aquí?, ¿cómo consiguió mi dirección?, ¿qué hora es?… Claudia no había salido aún del transe de la confusión, cuando él empezó a implorar: “Por favor, déjame hablar contigo, te lo pido por mis hijas, no me puedo quedar sin trabajo”.
Días antes, el cabo había compartido en un chat de los alumnos del curso de inglés, un mensaje donde afirmaba haber tenido relaciones sexuales con la maestra y ahora intentaba, supuestamente, aclarar lo sucedido.
En medio del desconcierto, Claudia permitió al marino ingresar a su domicilio, quien apenas cruzó la puerta cambió de actitud e intentó presionarla para que tuvieran relaciones sexuales a escasos días asediarla con grosería y vulgaridades en aulas y pasillos de La Marina.
“Cuando yo le permito la entrada, cambió totalmente, me dijo que no gritara, que no hiciera ninguna estupidez porque si no las cosas se iban a poner muy difíciles para mí”, relata Claudia, entre sollozos.
Con las mejillas húmedas, la maestra de inglés confiesa que la violación sexual se consumó en su habitación y que él fue muy agresivo: “Yo recuerdo que él me tomó fotos y además recuerdo que me dolía mucho la cabeza y sí sentía que tenía como chichones”.
En la declaración ministerial que rindió ante la Procuraduría de la Ciudad de México en agosto pasado, el acusado sí se ubica en el lugar de los hechos, pero asegura que el acto sexual fue consensuado y que la brutalidad que ejerció se debe a que Claudia gusta de actos sadomasoquistas.
El juez de control determinó no vincularlo a proceso por el delito de violación. Jugó a favor del sujeto una valoración psicológica practicada a Claudia que concluye que el enojo que ella experimentó tras la supuesta violación no se corresponde con la conducta típica de una víctima de este tipo violencia.
La defensa de Claudia, a cargo del Instituto Mexicano de Derechos Humanos y Democracia, impugna este fallo porque “no se juzgó con perspectiva de género”, lo mismo que el de Fiscalía Especial para los Delitos de Violencia contra las Mujeres y Trata de Personas, que determinó no ejercer acción penal contra el marino por el delito de hostigamiento sexual.
La Fiscalía concluyó que el marino no tenía una posición jerárquica laboral sobre Claudia porque ella era su maestra, por lo que desestimó la denuncia. Sin embargo, omitió valorar otras formas de subordinación como el hecho de que Claudia era civil y él militar, que ella es de complexión delgada mientras él alto y de constitución gruesa, además de una situación estructural de violencia y discriminación contra la mujer.
¿Quién le cree a Claudia?
A Claudia las instituciones mexicanas no le creyeron, pese a que en casos de violencia sexual están obligadas a aplicar el principio, según el cual, el dicho de la víctima debe considerarse como elemento sustancial de prueba, explica Ximena Ugarte, abogada de la organización que litiga el caso.
La maestra de inglés asegura que reportó a las autoridades del Centro de Estudios Navales y de la Marina y de la Unidad de Promoción y Protección de los Derechos Humanos de la Marina cada episodio de acoso, pero lejos de protegerla, empezaron a tacharla de problemática y a cuestionarla por, supuestamente, sostener una relación amorosa con un alumno.
De haberle creído y, en consecuencia, otorgado medidas de protección proporcionales al riesgo que enfrentaba, la violación podría haberse evitado, señala Ximena Ugarte, también asesora jurídica del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio.
Sería hasta después de la violación y ante la insistencia de Claudia, que las autoridades de la Marina tomaron ciertas acciones: retiraron al cabo del curso de inglés y, posteriormente, emitieron una medida de protección que le prohibía acercarse a Claudia, ya que ambos seguían laborando en las mismas instalaciones. Además, en noviembre pasado el cabo fue dado de baja de la institución castrense.
Sin embargo, Claudia supo después que al exmarino se le notificó que la separación del curso de inglés fue por inasistencias y la baja de La Marina, simplemente, porque no hubo posibilidad de renovarle en contrato.
“Entonces él no siente que es por lo que hizo, porque también ese es el mensaje que mandas institucionalmente: Ah, tú puedes hacer lo que quieras, no te va a pasar nada”, reprocha Claudia, quien considera que institucionalmente se aprovecharon de su ignorancia.
Por ahora, la defensa de Claudia mantiene impugnada la decisión del juez de Control y esperan lograr que el marino pague por su delito.