Mientras se mantiene alta la tensión en el Vaticano por los señalamientos contra el Papa de supuestamente haber encubierto a un cardenal abusador, el mismo Francisco advirtió hoy que los “verdaderos cristianos no acusan a los demás” y ven primero las propias miserias.
Lo hizo en el sermón de su misa matutina, celebrada en la capilla de su residencia la Casa Santa Marta, en el cual pareció responder a las críticas que lo tienen como blanco y que llegan desde diversos sectores, tanto dentro como fuera de la Iglesia.
“Hay personas que viven hablando mal de los demás, acusando a los demás y jamás piensan en sí mismos, y cuando voy a confesarme ¿cómo me confieso? ¿Cómo los loros? Bla, bla, bla… Hice esto, hice aquello”, reflexionó, hablando en italiano.
“Pero ¿te toca el corazón lo que has hecho? Muchas veces, no. Tú vas ahí para hacer la cosmética, a maquillarte un poco para salir bello. Pero no entró en tu corazón completamente, porque tú no dejaste espacio, porque no has sido capaz de acusarte a ti mismo”, agregó.
Más adelante insistió que para ser un “buen cristiano”, “andar bien en la vida espiritual” y “seguir a Jesús”, es necesario ser capaces de acusarse a sí mismos antes de alzar el dedo contra el otro.
Según el líder católico, quien no es capaz de acusarse a uno mismo está acostumbrado a acusar a los demás, a hablar mal de los demás y a “meter la nariz en la vida de los otros”. Y eso, afirmó, “es una fea señal”.
Todo esto mientras se cumplieron 11 días del memorial-bomba escrito por el exnuncio apostólico (embajador vaticano) en Estados Unidos, Carlo Maria Viganó, en el cual asegura que altos funcionarios de la Santa Sede conocían los abusos sexuales del cardenal Theodore McCarrick.
En unas 11 páginas de extensión, el clérigo italiano realizó graves acusaciones contra obispos y cardenales, junto a altos funcionarios vaticano, e incluso aseguró que el Papa Francisco conocía desde 2013 las prácticas del exarzobispo de Washington.
Al final de su largo relato, Viganó pidió abiertamente la renuncia del líder católico. Pero el texto presenta lagunas e inconsistencias, además de ser considerado por no pocos observadores como parte de una campaña de desprestigio contra el pontífice.
Por lo pronto, tanto el líder católico como el Vaticano decidieron mantener silencio y no opinar sobre los señalamientos del nuncio. No obstante, se han registrado sucesivas y variadas reacciones.
En Roma impactaron especialmente las declaraciones de las últimas horas realizadas por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que optó por no criticar directamente al obispo de Roma, en una entrevista al sitio web “The Daily Caller”.
Entre otras cosas, el mandatario reconoció que el escándalo de los abusos data de 70 años atrás y para él es “una de las historias más tristes” porque reveló que respeta mucho a la Iglesia católica. “El Papa lo está atendiendo, imagino, él mejor que nadie para poder atenderla”, apuntó.
Uno de los mencionados por Viganó, el cardenal Kevin Farrell, salió a defenderse. Él fue vicario general de Washington durante los años en que McCarrick fue arzobispo y actualmente es prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y La Vida del Vaticano, elegido por Francisco.
Según el exnuncio, habiendo colaborado con el cardenal acusado Farrell no podía no conocer de sus abusos. Pero él aseguró que nunca tuvo conocimiento. “Durante el periodo en el que viví en la residencia nunca vi que McCarrick se comportara inadecuadamente. No recuerdo haber visto seminaristas en la residencia arzobispal”, apuntó en declaraciones a la prensa italiana.
Al mismo tiempo, diversos obispos de Estados Unidos han declarado públicamente que el relato de Viganó resulta creíble y consideraron necesario que el Vaticano de una respuesta precisa a sus acusaciones.
En las últimas horas el ambiente romano se enrareció nuevamente luego de la publicación en Italia de un supuesto documento que contendría una lista de nombres de clérigos y laicos de la Santa Sede que serían parte de un “lobby gay”.
De acuerdo al diario “Il Fatto Quotidiano”, ese elenco formaría parte de la voluminosa investigación que en 2012 ordenó el Papa Benedicto XVI a los cardenales Julián Herranz, Jozef Tomko y Salvatore De Giorgi como consecuencia del escándalo conocido como “vatileaks”.
Estos tres purpurados tenían como misión realizar pesquisas privadas para dar con el origen de las filtraciones de documentos confidenciales del papado de Joseph Ratzinger, que exhibieron en la prensa italiana malos manejos de la Curia Romana.
En su momento el único arrestado y enjuiciado por ese caso fue Paolo Gabriele, el mayordomo del Papa, quien reconoció ante un tribunal civil vaticano haber robado por años miles de documentos de los aposentos pontificios y de haber pasado una parte de estos a algunos periodistas.
El contenido de la investigación secreta de los cardenales nunca se dio a conocer y, tras su renuncia, Benedicto entregó el informe al nuevo pontífice, Francisco, en el primer encuentro que ambos sostuvieron en la residencia estiva del Vaticano, ubicada en Castel Gandolfo.
De acuerdo al “Fatto Quotidiano”, los informes en su poder ofrecen “un cuadro detallado e inquietante de la corrupción moral y material del clero, con nombres, apellidos y circunstancias”.
Aunque el diario apenas expuso en su versión digital un documento con los nombres difuminados, bastó esa publicación para reavivar la temporada de “los cuervos” en el Vaticano, un tiempo marcado por la filtración de documentos y la sensación de una lucha silenciosa de poder en la cúspide de la Iglesia católica.