Ha muerto. Acaba de descansar Chamín Correa a los 90 años de edad después de una batalla de seis semanas en hospitalización y terapia intensiva. Lo conocí hace casi 20 años siendo apenas un niño. Desde siempre admiré su maestría y sorprendente carisma escénico. No pasaba un año en Acapulco que no disfrutáramos de su espectáculo y después disfrutáramos departiendo en su casa a orillas de la playa.
Visitarlo, conversar con él y repasar las páginas del pasado, esas horas de gloria que hoy se inscriben en los episodios más luminosos de la historia de la música en nuestro país, era una de las prácticas que más voy extrañar. Me lo presentó Roberto Cantoral en una cena inolvidable, después compartí con él en varias ocasiones en donde la bohemia fue denominador común en el latir del alma. Trabajamos juntos muchas veces, incluso cumplimos un contrato en el Ecuador, en donde montamos un espectáculo en conjunto. Para mi honra, La Cueva fue el último reducto de su impresionante genio durante hasta recientes.
La última vez que lo vi nos recibió en su casa ubicada en un residencial en la zona de Mixcoac. Al cruzar el portón ingresamos, guitarra al frente, nostalgia a cuestas, en una sala común del edificio; entretanto, uno de sus hijos vociferó. Ya viene. Entonces apareció ahí, a sus 90 años de edad y con una sonrisa discreta el gran padre que acogió un legado como último bastión de la vieja guardia de los años dorados del bolero y la cultura de México a través de su visión interpretativa en la guitarra y la cosmogonía del amor hecho música.
Fue subyugante advertir la ilusión en las miradas de mis amigos y familia escogida al estrechar las dos manos virtuosas, ágiles, blancas, delicadas, finas, sensibles y serenas de su ídolo, confieso. La conmoción se agudizó al principiar nuestra breve bohemia vespertina a manera de serenata para nuestro admirado caballero del bolero, quien, a diferencia de sus contemporáneos, resulta difícil ubicar con certeza en una sola época o en un determinado sitial ya que mi viejo amigo Chamín no sólo experimentó la gloria obtenida a partir de la exitosa carrera de su trío Los Tres Caballeros, extraordinario ensamble integrado magistralmente por el gran compositor tamaulipeco Roberto Cantoral, guitarra y tercera voz, Leonel Gálvez, poderosa y bien timbrada primera voz y guitarra de armonía, originario del estado de Guerrero y el propio Benjamín Correa en el requinto, segunda voz, arreglos y dirección.
Después de varios intentos de éxito fallido fue el periplo comprendido entre 1956 y 1957 el que iluminó la carrera de dicho trío en comunión con las grandes audiencias, marcando el paso en la historia y evolución de las formas de hacer arte a través de dos boleros señoriales: El Reloj y La Barca. A partir de ese momento y hasta mediados de los años 60, Chamín no se conformó con los grandes momentos de satisfacción encumbrada, sino que el maestro supo imprimir diferentes estilos a cada una de sus colaboraciones con artistas como Virginia López, Las Sombras, Delia Ortiz, Víctor Yturbe ”Pirulí”, Patrizio, Carlos Cuevas, Rocío Dúrcal, Juan Gabriel, Lucía Méndez, Enrique Guzmán, Dulce, Armando Manzanero, Julio Iglesias, Óscar Chávez, Lucho Gatica, Tehua, Gloria Estefan, Luis Miguel o José José, reinventándose a sí mismo en personalidad sonora, confección, matices y formas para arreglar y dirigir grabaciones, obteniendo un indiscutible reconocimiento comercial en sus logros profesionales como un músico que más allá del ejecutante logró proyectar su visión como productor, empresario, director artístico, proyectista musical, promotor, compositor, creativo y visionario en la industria del entretenimiento, discografía, espectáculo y vida nocturna.
El trabajo del maestro nunca quedó rezagado en el tiempo. La vigencia y actualidad de todas sus participaciones parecen haber sido creadas ayer. Como director artístico de la hoy extinta compañía grabadora Polydor, impulsó el lanzamiento y la continuidad de éxito en la carrera de cientos de artistas. De forma independiente fue solicitado por otros directores artísticos en su calidad de productor musical dirigiendo grabaciones y aportando sus conocimientos en diversas áreas.
Mención aparte merecen las noches tantas en donde Chamín Correa Pérez de León encontró la fórmula perfecta para entretener a las audiencias más diversas a través de un espectáculo que hasta la fecha es considerado como una de las proezas escénicas más dinámicas. Un auténtico show en donde se entremezclaban el recuerdo y las canciones de antaño con la vigencia de la música contemporánea a través del timing perfecto y la simbiosis entre los hermanos Alfredo, Patrizio y Alejandro Correa, quienes fueron los encargados de complementar la agrupación de Los Tres Caballeros. Dicho espectáculo tenía mucho más de lo que el público podía esperar. Desde el baile de Alfredo hasta los números en donde Chamín hacía gala de su virtuosismo tocando el requinto con una copa coñaquera o haciendo sonar su instrumento como un arpa paraguaya. Desde Acapulco hasta la Patagonia, pasando por los escenarios más prestigiados de Europa y Asia, el show de Chamín Correa y Los Tres Caballeros arrancó la ovación de más de tres generaciones. En la Ciudad de México es recordado por sus interminables temporadas en los grandes centros nocturnos de su tiempo, tales como el Hotel Fiesta Palace del Paseo de la Reforma y el añorado rincón bohemio conocido como La Guitarra de Chamín Correa, ubicado en el corazón de la Zona Rosa.
Como guitarrista solista Chamín recibió el apoyo de personajes como Carlos Slim, quien se convirtió en uno de sus principales promotores y admiradores, produciéndole una serie de discos instrumentales que hasta la fecha siguen siendo sinónimo de calidad y buen gusto: Cuerdas, amor y guitarra. La televisión mexicana también quedó marcada por las múltiples apariciones del maestro en los programas de Guillermo Ochoa, Janett Arceo, Ricardo Rocha, Jacobo Zabludovsky, Juan Calderón, Jaime Almeida o Raúl Velasco, por sólo mencionar algunos. En la industria de la fabricación de instrumentos, hacia 2005 se lanzó al mercado la línea de guitarras que lleva su nombre.
Hoy, querido bohemio lector, es menester recordar la enorme aportación musical de un visionario y consolidado artista que merece el reconocimiento infinito como mexicano ilustre, como una personalidad que debe ser referencia para las generaciones venideras, ya que representa, como pocos, el histrionismo y el talento orgánico a través de la aportación de un ser humano que no ha hecho más que llenar el espíritu de mucho más de una generación que ha crecido con la música de su alma. Leyenda viva que es probablemente de los más importantes referentes vivos del Bolero, ese género que sin duda alguna se ha visto arrinconado por la música más comercial, más barata, más manoseada y sin embargo, piezas como la que él nos dejó no tienen parangón en el cancionero mexicano. Fue un lujo tenerte, Chamincito, entre nosotros, porque la celebración de tu vida fue una verdadera verbena. Hoy en el cielo hay fiesta y los tres caballeros se reúnen al fin después de una prolongada espera. Hoy eres la estrella que alumbra mi ser. Haz partido en una barca en donde no hay relojes que marquen las horas pero sí hay un réquiem que a manera de fanfarrias celebra tu perpetuación en la eternidad.
Me despido enlistando mi acostumbrado top 10 de aportaciones musicales del maestro.
1. El reloj (Roberto Cantoral) – Los 3 Caballeros
2. La barca (Roberto Cantoral) – Los 3 Caballeros
3. Con los años que me quedan (Emilio Estefan) – Gloria Estefan
4. Verónica (Carlos Blanco) – Víctur Yturbe “Pirulí”
5. Y háblame (Paco Michel) – Dulce
6. Los recuerdos de tu amor (Miller/ Stevenson/ Correa) – Patrizio
7. Tú que fuiste (Juan Gabriel) – Rocío Dúrcal
8. El reloj (Roberto Cantoral) – Luis Miguel
9. Desesperado (Rafael Pérez Botija) – José José con trío
10. Con y por amor (Chamín Correa y Mario Molina Montes) – Enrique Guzmán
¡Ni una línea más!
Por Rodrigo De La Cadena