Tras la crisis por la actual pandemia “no habrá vuelta a lo normal”, porque “lo normal” fue la raíz del problema: sistemas de agricultura industrial que en la búsqueda de una mayor producción fomentaron la homogeneidad de cultivos, lo que disminuyó su resiliencia. Al final, la agroindustria sólo alimenta al 30% de la población a pesar de que usa hasta el 80% de la superficie cultivable y consumir muchos recursos.
El connotado científico Miguel Altieri, investigador del Centro Latinoamericano de Investigaciones Agroecológicas, expuso lo anterior al participar en el Seminario Internacional Agroecosistemas: alimento, biodiversidad y resiliencia, organizado por la Secretaría de Medio Ambiente y la Universidad Autónoma Chapingo (UACH), dentro del ciclo de videoconferencias que se transmite los martes y jueves de agosto y septiembre, a las 17:00 horas.
Junto con su colega Clara Nicholls, del Centro Latinoamericano de Investigaciones, Altieri disertó sobre el tema Bases científicas para el diseño de agroecosistemas resilientes en el escenario que se espera tras el COVID-19 y que ha derivado en cuatro crisis interrelacionadas: económica, energética, alimentaria y ecológica.
A su vez, Nicholls destacó que la reducción de resiliencia también se ha convertido en una desventaja para hacer frente al cambio climático, y coincidió con Altieri en subrayar que la solución es la agroecología que, además de garantizar una mayor producción con menos recursos y más eficiencia, puede ayudar a recuperar la resistencia necesaria para hacer frente a los embates del clima y los problemas económicos.
Por su parte, Luis Vázquez Moreno, investigador del Instituto Nacional de Sanidad Vegetal de Cuba, en su ponencia Diseño y función de agroecosistemas para el manejo agroecológico de plagas, señaló que mediante distintos métodos y alternativas útiles para su control, se puede prescindir o reducir el uso de agrotóxicos.
Por ejemplo, señaló, el agrosistema basado en los principios de la agroecología, busca efectos múltiples sobre las poblaciones vegetales para reducir la necesidad de intervenciones de plaguicidas directas.
Finalmente, en la sesión Complejidad ecológica y control biológico autónomo de plagas, John Vandermeer e Ivette Perfecto, investigadores y profesores de la Universidad de Michigan, Estados Unidos, compartieron sus hallazgos teóricos y empíricos acerca de una red compleja de interacciones que tiene efecto favorable contra al menos tres plagas que afectan al café: la broca, la escama verde y la roya.
El trabajo que realizan desde hace más de una década en una finca orgánica de café en la región del Soconusco del estado de Chiapas, fortalece la hipótesis de que la biodiversidad contribuye al control de plagas.
Ambos expertos descubrieron un sistema ecológico complejo cuyas interacciones regulan varias plagas potenciales de café, ya que crean una especie de amortiguamiento contra brotes extremos de plagas y enfermedades, contribuyendo de esta forma a la productividad y sostenibilidad del cafetal.
Explicaron que por esta razón la roya no tuvo efectos devastadores en Mesoamérica, como ocurrió en Asia en 1890. De estas interacciones emerge un servicio ecosistémico al que llaman control de plaga “autónomo”.
Vandermeer y Perfecto proponen una visión holística y una nueva noción del “balance de la naturaleza” que emerge de la biodiversidad y la complejidad de los sistemas de agroecología que manejan los agricultores tradicionales.