Grupos supremacistas blancos alrededor del mundo buscan sacar ventaja de la pandemia de Covid-19 que a la fecha ha infectado a más de un millón 200 mil personas y causado la muerte de más de 64 mil.

A través de canales en Telegram y sitios web, grupos neonazis en países como Estados Unidos, Suecia, Alemania y Australia incitan a la violencia y esparcen mensajes xenofóbicos en este tiempo de miedo e incertidumbre.

La organización The Southern Poverty Law Center (SLPC), conocida por sus victorias legales contra los supremacistas blancos en EU, explicó que estas células esperan que el caos haga que más personas se sientan frustradas con el status quo y comiencen a presionar por posturas más extremas, provoquen disturbios o agitación por medidas más radicales que reviertan el sistema político vigente.

«Los radicales de extrema derecha creen que la intensa incertidumbre que rodea el brote de Covid-19 les ayudará a reclutar nuevos miembros para su movimiento», apuntó.

El 24 de marzo, el FBI abatió en un tiroteo en Misuri a Timothy Wilson, una conocida figura de la extrema derecha que buscaba atacar un hospital para pacientes de coronavirus.

El hombre de 36 años era administrador de un canal en Telegram conocido por incitar a la violencia y promover ataques.

En esta misma red, un popular canal neonazi urge a sus miembros a toser en las perillas de las puertas de sinagogas y otro llama a sus seguidores que tengan Covid-19 a esparcir su saliva en oficiales de Policía.

Estados Unidos ha comenzado a tomar nota de esto.

El Fiscal General Adjunto, Jeffrey Rosen, advirtió que todo aquel que esparza el Covid-19 intencionalmente podría ser acusado bajo la legislación antiterrorista, dado que el virus parece cumplir con la definición legal de un agente biológico.

De acuerdo con el SPLC, históricamente los extremistas se han beneficiado de momentos de crisis económica o política.

Un artículo del centro australiano de investigación The Lowy Institute explica, por ejemplo, que los miembros de la extrema derecha en el país atribuyeron a los musulmanes la última temporada de incendios que arrasaron más de 10 millones de hectáreas.

Dicha narrativa, de acuerdo con el instituto, fue rápidamente recogida por grupos de extrema derecha en Estados Unidos y a nivel mundial.