Durante aproximadamente 300 años, los habitantes de la que hoy es la Zona Arqueológica de Cacaxtla, en el estado de Tlaxcala, erigieron un complejo y monumental edificio, el cual era el producto de superposiciones arquitectónicas tanto de templos como de palacios gobernativos previos, dando lugar a lo que hoy se conoce como el Gran Basamento.
Así como dilatada y meticulosa fue la construcción de este inmueble, su preservación también lo es, de manera que los trabajos que desde 2012 realiza el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) para consolidar la arquitectura del Gran Basamento, concluyeron recientemente su novena temporada.
A cargo de la arqueóloga del Centro INAH Morelos y titular del Proyecto de Investigación, Conservación y Restauración Integral del Gran Basamento de Cacaxtla, Laura Ledesma Gallegos, tales acciones se centraron, en esta ocasión, en el costado surponiente del edificio, el cual en los años 70 recibió el nombre de Conjunto 2.
Para la investigadora resulta clave dar continuidad a la consolidación de este monumento, levantado sobre la loma que mediaba entre los otros dos grandes conjuntos del esplendor prehispánico del área, uno de ellos en la actual Zona Arqueológica de Xochitécatl y otro que se ubicaba en lo que hoy es el pueblo de San Miguel del Milagro.
Desde esta triada, agrega la también presidenta del Consejo de Arqueología del INAH, se ejerció un protagonismo regional hacia el periodo Epiclásico mesoamericano (650 – 800 d.C.), época de grandes cambios causados por la caída del cogobierno de Teotihuacan y el alzamiento de nuevos sitios de poder económico, político y devocional.
“En el siglo pasado se intervino el Gran Basamento, sin embargo, se hizo con plásticos, cementos y otros materiales no propios de la fábrica original del inmueble, compuesta mayormente de elementos terrosos”.
De acuerdo con la especialista, gracias a los análisis de deterioros y los levantamientos arquitectónicos se ha podido dar mantenimiento constante a casi todo el perímetro del Gran Basamento, restando solo la cara poniente.
Al ahondar sobre las labores, la arqueóloga menciona que además del trabajo de consolidación con materiales compatibles –lodos, arenas, tepetates, entre otros– se recuperan volúmenes en los muros del edificio para completar su estabilización.
Otro objetivo del proyecto es atender cada uno de los apoyos de la cubierta del Gran Basamento, colocada por el INAH para proteger la elaborada pintura mural que preserva, por lo cual en cada uno de los 28 apoyos de la citada estructura metálica se realizan excavaciones hasta llegar a su desplante.
Una vez allí, se crean áreas de amortiguamiento con arenas en torno a cada apoyo, para que estos no afecten a las estructuras originales y eviten también movimientos diferenciales entre ellos.
Aunque muchas de las excavaciones mencionadas se realizan sobre áreas que ya presentaban intervenciones, se han hallado diversos materiales, como piezas de lítica y tepalcates, fragmentos de esculturas e incluso plásticos, ropa y basura de los años 70 y 80, los cuales se retiran y reciben tratamientos de elementos arqueológicos.
Destaca la localización de un cajete completo de paredes convexas, engobe rojo y decoraciones en sus bordes, descubierto dentro de los rellenos hechos en los años 80 para el Conjunto 2, cuando en esa sección se realizaban estudios de mecánica de suelos previos a la colocación de la primera techumbre del Gran Basamento.
El trabajo hecho y el que está por venir, mismo que deberá ser cuidadoso puesto que en las secciones faltantes de consolidar se ubican algunos de los espacios con pintura mural más conocidos en Cacaxtla, como el Templo Rojo y el Templo de Venus, permitirán tener una mejor apreciación del Gran Basamento, garantizando su continuidad, concluye Laura Ledesma.