Arqueólogos mexicanos han hallado un tesoro prehistórico al norte de México. A unos 120 kilómetros al sur de Monterrey, la capital de Nuevo León, se esconde La Morita II, una cueva enmarcada por majestuosas formaciones rocosas, que resguarda un invaluable legado de la antigua vida humana en esta región. En su interior, reposa una de las más ancestrales expresiones de arte rupestre en todo el país, con una antigüedad aproximada de 6,000 años. Este sitio milenario parece haber servido tanto como espacio funerario como para las rutinas diarias, evidenciado por los variados artefactos hallados: desde puntas de lanza y proyectiles datados hace unos 4 mil 500 años, hasta fragmentos de cordeles y cestería con más de 3,000 años de antigüedad. El último hallazgo: restos humanos de un bebé y dos adolescentes que tienen una antigüedad de 2,500 a 3,000 años, utensilios y herramientas de uso doméstico. Además, en el entierro, probablemente ritual, se localizaron fragmentos de cestería, textiles y fibras de algodón, que, muy probablemente, eran parte del fardo que los envolvía.
De acuerdo al arqueólogo Moisés Valadez Moreno, de los restos humanos se identificaron falanges de la mano y metatarsianos de los pies, un cúbito y un húmero, varias costillas y piezas dentarias sueltas, los cuales, corresponderían a un bebé y dos adolescentes, por tratarse de huesos cortos. “Los restos humanos se descubrieron en la cámara sur de la cueva, a 1.65 metros de profundidad; es probable que hayan sido desmembrados y depositados exprofeso en aquel sector apartado de la oquedad como parte de una práctica funeraria”, explicó el responsable de la excavación.
Valadez Moreno explica que las prácticas funerarias de las sociedades originarias del noreste de México mostraban una clara tendencia a ocultar los sitios de enterramiento. Según crónicas históricas, en casos de fallecimiento de la madre durante el parto o poco después, se relata el sacrificio del infante para acompañar el entierro de la mujer. En situaciones de partos gemelares, se consideraba un presagio funesto y se seleccionaba al recién nacido en mejores condiciones, mientras que al segundo se le destinaba a ser enterrado vivo.
“La misma suerte corría aquel infante que mostrara señas de mal formación o defectos congénitos. En la región noreste del país se practicaron rústicos mausoleos en cuevas, covachas o lugares apartados, donde es evidente el empeño por ocultar el lugar de la sepultura”, puntualizó el arqueólogo adscrito al Centro INAH Nuevo León.
“En La Morita II inferimos que se encuentra una de las primeras manifestaciones de arte rupestre del país, con más de 6,000 años antes del presente (a.p.); el otro sitio cercano, La Morita I, carece de sedimentación para excavar, por ello, para esta temporada decidimos enfocar los trabajos en la cámara sur de La Morita II que, a la fecha, ha permitido la excavación de más de 50 metros cuadrados y hasta cuatro metros de profundidad. “El equipo exploró una superficie de 16 m2, y concluyó que la cueva tuvo una función mixta, como espacio funerario y para la vida cotidiana. Esa deducción nace a partir de la localización de puntas de lanza y de proyectil de 4,500 años a.p.; restos de objetos elaborados con materiales perecederos, como fragmentos de cordeles y cestería de 3,000 años a.p.; es decir, más antiguos respecto a otros lugares como la cueva de La Candelaria, en Coahuila, considerada únicamente de carácter mortuorio”, explicó.
En la cueva se han localizado otros restos óseos humanos que, al parecer, corresponden en su mayoría a infantes; asimismo, huesos faunísticos que, a reserva de su identificación, corresponden a tortugas, serpientes, osos, venados, berrendos, lechuzas y roedores de, por los menos, 3,000 años a.p. También se han recuperado elementos malacológicos de bivalvos y caracoles que fueron usados como cuentas y pendientes de collar; gasterópodos, también a modo de cuentas, de la especie marina Marginella apicina, para cuya obtención se deben recorrer más de 300 kilómetros, lo que da cuenta de la relación que tuvo la región noreste con el Golfo de México.
Además de los restos humanos, los cuales serán llevados a la Dirección de Antropología Física, para su análisis, el equipo de investigadores recuperó alrededor de 1,500 artefactos de uso ritual y doméstico, como puntas de lanza y atlatl, punzones y cantos pulidos, cuya antigüedad se estima entre 4,500 a 2,500 años a.p., así como materiales perecederos, entre los que sobresalen fragmentos de cordeles y cestería, de alrededor 3,000 años a.p.
Según las conclusiones de Valadez Moreno, entre 2003 y 2018 se llevó a cabo la remoción de sedimentos en un área aproximada de 50 metros cuadrados (m2) dentro de la cámara principal de la cueva. Desde 2019 hasta la actualidad, se ha trabajado en la limpieza de 24 m2 en la cámara sur. Dichos materiales se unen a los casi 30,000 restos culturales y ecofactos recuperados en la cueva La Morita II, desde 2003, cuando inició el proyecto, a la fecha.
El proyecto que dirige el arqueólogo Valadez Moreno se llama “Prehistoria y Arqueología Histórica del Noreste de México”, y es impulsado por la Secretaría de Cultura federal, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), que ha recuperado más de 3,000 vestigios asociados a los primeros pobladores del territorio que hoy ocupa el estado de Nuevo León.
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