La globalización es un fenómeno que define y desafía al mundo moderno. Y la tecnología nos está permitiendo descubrir que las raíces de esta conexión global se remontan mucho más allá de lo que imaginábamos.
No existe una visión historiográfica única de cuándo comenzó la globalización, sino más bien dos paradigmas dominantes: uno ubica el inicio de la globalización a fines de la década de 1970, el otro mucho antes, alrededor de 1500.
Los años 70 fueron testigo del florecimiento total de la globalización, especialmente en términos de tercerización de fabricación y la facilidad de viaje. Y a comienzos del siglo XVI, Cristóbal Colón y Vasco Da Gama (y, un poco más tarde, Fernando Magallanes) conectaron el mundo de una manera que no había ocurrido antes.
Sin embargo, fueron los eventos de hace cinco siglos los que hicieron posibles los cambios de 1500, eventos que con demasiada frecuencia se descuidan en las narrativas eurocéntricas.
Si enfocas tu mirada solo en el Atlántico medio, entonces, por supuesto, 1492 parece marcar el comienzo del contacto de Europa con otras partes del mundo. Pero una visión global revela que tales contactos comenzaron mucho antes, de hecho, alrededor del año 1000.
Mundo distinto pero parecido
El mundo de hace un milenio era, por supuesto, muy diferente al nuestro.
El transporte implicaba caminar, ir montado en un animal, navegar o remar. La comunicación era lenta.
Pero, aunque no había fábricas que produjeran productos con máquinas motorizadas, la fabricación en masa era mucho más frecuente de lo que podríamos imaginar posible.
En China, el principal fabricante mundial en ese momento, podían producir varios miles de vasijas de cerámica en una sola cocción en hornos alimentados con madera o, a veces, carbón o coque.
Con una población total de 100 millones, o el 40% de la población mundial, China tenía una vasta fuerza laboral.
Ese mundo no era capitalista en el sentido que entendemos hoy.
En ese entonces, los comerciantes, que fabricaban y vendían cosas, se encontraban entre los grupos más ricos de la sociedad, y todavía no existía un mercado de valores.
Además, mientras que después de 1500 el poder se concentró en Europa, que comenzaba a explorar y explotar otras regiones, en 1000 había múltiples centros de poder alrededor del planeta.
Antes del auge del poder económico y político europeo, que comenzó con la era de las Cruzadas, alrededor de 1100, el continente estaba muy por detrás del mundo islámico y China en términos de conocimiento, influencia y comercio.
Los pueblos de diferentes regiones estaban mucho más equilibrados en su tecnología y riqueza, por lo que en ese sentido se parecía mucho más a nuestro mundo de hoy que al mundo de cinco siglos después.
Por supuesto, los seres humanos son todos similares. Los de entonces eran como nosotros hoy.
La gente estaba en constante movimiento
Alrededor del año 1000, la gente estaba en movimiento. ¿Pero por qué?
Cuando la población mundial alcanzó los 250 millones, alrededor del siglo X, el mundo alcanzó un punto de inflexión que llevó a las personas a abandonar sus regiones de origen e ir a nuevos lugares.
Los desarrollos en la agricultura jugaron un papel importante, alimentando el crecimiento de la población y liberando a una parte de ella de tener que trabajar la tierra.
Sin embargo, no hubo avances tecnológicos que desataran esta era de exploración.
Los vikingos cruzaron el Atlántico en veleros con remos y no hay evidencia de que tuvieran el beneficio de ningún instrumento de navegación: tendrían que haberse guiado por las estrellas y usado las mareas para trazar su curso, y se dieron cuenta de que la presencia de aves indica proximidad a la tierra.
Lo mismo habría sido cierto para los antepasados de los habitantes modernos de Malasia, los malayo-polinesios, que cruzaron el Pacífico, y para los navegantes chinos que surcaban el Océano Índico (aunque comenzaron a usar brújulas magnéticas en esta época).
Pero, los viajes por mar fueron solo un aspecto de la integración de diferentes regiones.
Las rutas terrestres se estaban abriendo a través de África y Eurasia, y también en América.
No tenemos documentos escritos de los mayas del año 1000: las últimas inscripciones mayas son de alrededor de 900. Pero la evidencia arqueológica indica contacto en ese momento entre las grandes ciudades mayas en la península de Yucatán y los pueblos del suroeste de Estados Unidos, en lo que ahora Nuevo México, Utah, Arizona y Colorado.
Los mayas habían descubierto cómo procesar los granos de cacao para producir una bebida de chocolate sin azúcar que se consumía como estimulante; la evidencia arqueológica indica que el chocolate maya llegó a Nuevo México y que el turquesa de esa región se exportó a las tierras maya.
Los europeos de finales del siglo XV y XVI no crearon las grandes redes comerciales desde cero, sino que aprovecharon las existentes.
Ya en 1000, las rutas comerciales abarcaban América del Norte, algunas conectadas con la región andina.
Cuando Colón llegó al Caribe en su cuarto viaje en 1502, su expedición encontró una enorme canoa comercial maya, descrita por su hijo como tan grande como una galera (quizás de 20 metros de largo), cargada de mercancías que circulaban entre México y el islas del Caribe.
Aproximadamente al mismo tiempo, los portugueses accedieron a una red similar que ya estaba funcionando en África occidental.
El poder de la religión
Junto con el comercio de bienes, las ideologías y las religiones viajaban entre continentes en un momento en que lo que ahora llamamos las «religiones mundiales» ganaron fuerza.
El islam, el catolicismo y el cristianismo ortodoxo, el hinduismo y el budismo apelaron de diversas maneras a los gobernantes de países más pequeños cuyo objetivo era consolidar el poder, habiendo despachado rivales y ganado batallas clave.
Frecuentemente elegían adoptar una u otra de las grandes religiones para aliarse con una potencia extranjera.
El ejemplo del gran príncipe Vladimir, gobernante de los Kievan Rus, un reino que abarcaba gran parte de Europa del Este y se extendía hasta la Rusia moderna, lo ilustra.
En 987, gobernaba a un pueblo eslavo que adoraba a las deidades locales. Habiendo llegado al poder a través de una serie de eventos complicados (incluyendo matar a un medio hermano), reconoció la necesidad de encontrar un pegamento para mantener a su gente unida, y envió misiones de investigación a sus vecinos para aprender sobre el catolicismo romano, la ortodoxia oriental y el islam.
Sopesando los pros y los contras de cada uno, decidió adoptar la ortodoxia oriental, al parecer gracias a la descripción de sus enviados de un edificio monumental, probablemente la iglesia de Santa Sofía en Constantinopla (ahora Estambul), una maravilla tecnológica comparable a las maravillas arquitectónicas de hoy.
Vladimir reconoció la fuerza del imperio bizantino, su vecino más poderoso. Ese tipo de decisión pragmática, más que espiritual, basada en la necesidad de consolidar el poder, era la norma, con consecuencias duraderas y de largo alcance.
Competencia comercial
Con el comercio internacional llegó la competencia, del tipo que hoy asociamos con la globalización.
La evidencia arqueológica de los naufragios muestra que la cerámica china, que se producía por miles en grandes centros de fabricación, también se enviaba al extranjero en grandes cantidades.
Dos vasijas excavadas en la ciudad iraní de Shush, el sitio de la antigua Susa, demuestran el impacto de este comercio. Al examinar el color de la arcilla y el esmalte utilizado, los historiadores de arte han determinado que una de las piezas es una exportación china y la otra una copia local.
El ejemplo producido localmente no es tan avanzado como la pieza china.
Esas piezas de cerámica de celadón chino pueden ser casi translúcidas, con un color que varía desde un blanco brillante hasta un verde azulado, y eran los iPhones de su época: de alta tecnología y deseadas por todos.
Horneados a una temperatura extremadamente alta, eran muy duros, con esmalte que se derretía en vidrio y eran muy fáciles de limpiar.
La comparación de esas dos vasijas muestra que los alfareros en China y Oriente Medio estaban compitiendo por la cuota de mercado, y que estos últimos no tenían un producto tan bueno.
Como resultado, se ha encontrado un sorprendente número de cerámicas chinas tan lejos como en la costa este de África, donde esperarías encontrar principalmente vasijas de Medio Oriente.
Así como los comerciantes transportaban bienes a grandes distancias, también transportaban esclavos.
La continua demanda de esclavos en Constantinopla (Estambul moderna), Bagdad, El Cairo y otras ciudades resultó en el movimiento forzado de más de diez millones de personas de África, Europa oriental y Asia central, cientos de años antes de que comenzara la trata transatlántica de esclavos.
De hecho, tantos esclavos fueron transportados desde el este de Europa que la palabra inglesa slave se deriva del eslavo.
Una nueva visión del mundo
La tecnología está remodelando nuestra comprensión de la historia.
Sabemos acerca de la exportación de chocolate maya al cañón Chaco en el Nuevo México moderno, por ejemplo, a partir del análisis químico de residuos en cerámica, un tipo de análisis que no era posible hace 50 años.
Gracias a descubrimientos similares estamos aprendiendo cómo evolucionó la globalización y dándonos cuenta de que el mundo ha estado lidiando con este tipo de asuntos durante mucho más tiempo de lo que se pensaba.
Hoy en día, los movimientos antiglobalización están activos en varias partes del mundo, pero el resentimiento contra los comerciantes extranjeros que se benefician a expensas de la población local no es nuevo.
A fines del siglo IX, los comerciantes extranjeros en Cantón, China fueron atacados, y decenas de miles de árabes y persas fueron masacrados. En 996, los residentes de El Cairo se amotinaron en protesta contra los comerciantes italianos, un fenómeno repetido en Constantinopla con la ‘masacre de los latinos’ (italianos) en 1182.
De 1000 para 2020
¿Qué lecciones podemos extraer de esta visión novedosa del año 1000?
Ciertamente, las consecuencias de varias acciones son instructivas.
Hay relatos que hablan de algunos exploradores nórdicos que, al encontrarse con la gente local en el Canadá de hoy en ese momento, los mataron sin siquiera hablar con ellos. Otros trataron de comunicarse, a pesar de no compartir un idioma común, e intentaron comerciar.
No hay duda de que aquellos que trataron de aprender acerca de los demás y llegar a un acuerdo con ellos prosperaron más que aquellos que actuaron de manera defensiva o agresiva.
Es cierto que la globalización no benefició a todos los que la experimentaron. Pero a aquellos que mantuvieron una actitud abierta frente a
Eso fue cierto en el año 1000, y es igual de cierto hoy.
BBC Mundo