El ultraderechista Jair Bolsonaro asumió este martes como Presidente de Brasil con un despliegue de seguridad sin precedentes para este tipo de eventos y con la promesa de un Gobierno que rompa con los paradigmas imperantes, desde el modelo de negociación con el Congreso hasta la comunicación con la sociedad civil.
Bolsonaro, de 63 años y del Partido Social Liberal (PSL), tomó posesión a las 15:00 horas locales en una ceremonia en el Congreso Nacional acompañado del General Hamilton Mourão, quien será su Vicepresidente.
Bolsonaro prometió grandes cambios en su primer discurso como Presidente de la república. Dentro del recinto, pidió a los congresistas que lo ayuden a «rescatar Brasil de la corrupción, la criminalidad y la sumisión ideológica».
El ultraderechista, que ganó en el segundo turno al izquierdista Partido de los Trabajadores en un escenario polarizado, dijo que intentará construir una sociedad sin discriminación ni división.
«Comenzamos un trabajo arduo para que Brasil inicie un nuevo capítulo de su historia y se convierta en la gran nación que todos queremos», aseguró Bolsonaro.
«Brasil por encima de todo y Dios por encima de todo», concluyó.
Victorioso tras la campaña presidencial más polarizada de la historia en ese país, Bolsonaro también tendrá que enfrentar una brecha fiscal que se extiende ya por cinco años y un escenario económico con 12 millones de desempleados.
Bolsonaro ha prometido acabar con la corrupción política y la violencia, junto con dar vida a la alicaída economía de la mano de medidas de desregulación y disciplina fiscal.
El ex capitán de ejército y congresista por siete períodos triunfó en las elecciones presidenciales montado en una ola de descontento contra la política imperante, y se convertirá en el primer Presidente de extrema derecha de Brasil desde que la dictadura militar abrió paso al Gobierno civil tres décadas atrás.
Multitudes de partidarios, muchos de ellos con la bandera de Brasil amarradas en los hombros y los rostros pintados de amarillo y verde —los colores nacionales— se reunían ante el Palacio Planalto.
Bolsonaro planea realinear a Brasil en el plano internacional, alejándolo de naciones en desarrollo aliadas y acercándose a líderes occidentales, especialmente al Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien envió al Secretario de Estado Mike Pompeo a su toma de mando.
Como claro signo de un cambio diplomático, Bolsonaro pretende mover la Embajada de Brasil en Israel desde Tel Aviv a Jerusalén, rompiendo con la tradición brasileña de apoyar una solución de dos estados para la disputa entre israelíes y palestinos.
Respaldado masivamente por sectores conservadores brasileños, incluyendo a las iglesias evangélicas cristianas, Bolsonaro bloquearía iniciativas para legalizar el aborto más allá de las actuales excepciones limitadas y removería la educación sexual de las escuelas públicas, oponiéndose a lo que califica de «marxismo cultural» introducido por los Gobiernos de izquierda.
Bolsonaro ha enfrentado acusaciones de incitar a la violación y crímenes de odio debido a sus comentarios sobre las mujeres, homosexuales y minorías raciales. Pese a ello, su retórica de imperio de la ley y sus planes para flexibilizar el control de armas han resonado en muchos votantes.
El ahora Presidente prometió seguir el ejemplo de Trump y retirar a Brasil del Acuerdo de París para contener el cambio climático, un hecho que ha encendido las alarmas de grupos ambientalistas.
También lo han hecho sus planes de construir diques hidroeléctricos en el Amazonas y abrir a la minería reservas de pueblos indígenas que son considerados los últimos custodios de los bosques más grandes del mundo.
Por su parte, los empresarios se muestran ansiosos por ver a Bolsonaro al mando de ese país junto a un equipo de economistas ortodoxos liderados por el banquero de inversión Paulo Guedes, quien ha prometido una acción rápida para poner bajo control el déficit presupuestario de Brasil.