Cada viernes el Papa Francisco recibe en el Vaticano a diversas víctimas de abusos sexuales, las escucha y las consuela de manera reservada, alejado de los reflectores.
La revelación, realizada por el mismo pontífice en un encuentro informal con sacerdotes difundido por una revista italiana, fue confirmada este jueves a los periodistas por el director de la Sala de Prensa del Vaticano, Greg Burke.
“Puedo confirmar que varias veces al mes, el santo padre recibe víctimas de abusos sexuales, individualmente o en grupos. El Papa Francisco escucha a las víctimas y busca ayudarlas a sanar las graves heridas causadas por los abusos sufridos”, dijo.
“Los encuentros se desarrollan en la máxima reserva, en el respeto de las víctimas y de sus sufrimientos”, agregó.
El portavoz papal comentó con estas palabras la publicación, por parte de la revista “La Civiltà Cattolica”, del diálogo privado que sostuvo Jorge Mario Bergoglio con un grupo de jesuitas el 16 de enero pasado en Santiago de Chile.
El contenido de esa conversación, a puertas cerradas durante el más reciente viaje apostólico por Sudamérica, vio la luz por primera vez este día.
Entre otras cosas, el pontífice exclamó: “¡Se necesita escuchar lo que siente un abusado o una abusada! Los viernes, a veces se sabe a veces no, me encuentro habitualmente con algunos de ellos”.
Reconoció que la crisis por los abusos es la “desolación más grande” que la Iglesia está sufriendo, que empuja a la vergüenza a sus miembros, pero instó a tomarla como “una gracia” y avergonzarse profundamente, porque es necesario amar a la Iglesia “con sus muchas arrugas”.
Entonces contó una anécdota que pasó en su Buenos Aires natal un 24 de marzo que caminaba por la calle en dirección a la catedral y un padre de familia, al verlo vestido de cura, le dijo a su hijo, de tres años: “vení, vení… ¡atento a los pedófilos!”.
“¡Qué vergüenza sentí! ¡Qué vergüenza! No se habían dado cuenta que era el arzobispo, era un sacerdote y… ¡qué vergüenza!”, exclamó.
Constató que algunos se consuelan asegurando que, según las estadísticas, el 70 por ciento de los pedófilos se encuentra en ámbito familiar, entre los conocidos, en los gimnasios y en las piscinas, mientras los sacerdotes que tienen estas inclinaciones no superan el dos por ciento.
Empero, advirtió que “es horrible” porque los clérigos fueron ungidos para santificar a los niños pero terminan por destruirlos y eso constituye “una gran humillación” para la Iglesia. “Muestra no solamente nuestra fragilidad, también nuestro nivel de hipocresía”, ponderó.
Consideró llamativo que el “abuso institucional” se de en algunas congregaciones religiosas relativamente nuevas y prósperas, cuyos fundadores han resultado culpables.
“El abuso en estas congregaciones es siempre fruto de una mentalidad ligada al poder, que debe ser curada en sus raíces malignas. Existen tres niveles de abuso que van juntos: el abuso de autoridad, el abuso sexual y los desmanes económicos. El dinero está siempre en medio: el diablo entra por la cartera”, ponderó.