Carolina es una joven policía de 30 años y fue acusada por sus propios padres de matar a uno de sus hijos. En la cárcel no se imaginaba que sería la madre de Samuel; y actualmente cumple una condena de 12 años de prisión. Esta historia es real y muestra cómo una mujer de 30 años pasó de ser una madre en libertad, a perder un hijo y ser una madre privada de la libertad. Así como ella, de las 10,114 mujeres en prisión el 83% son madres y «celebrarán» el Día de las Madres en medio de una pandemia. De acuerdo al Diagnóstico de maternidad y paternidad en prisión elaborado por Reinserta 8,000 madres viven en prisión en nuestro país y se encuentran ante dificultades para fungir con su rol de maternidad.
De acuerdo a la última Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica elaborada por el Inegi, se calcula que en México hay 22.2 millones de mujeres de 15 a 49 años que han estado embarazadas al menos una vez durante su vida. Sin embardo algunas se han convertido en madres dentro de prisión. ¿Cómo viven? De acuerdo a Reinserta:
– 83% de las mujeres reportó tener entre uno y tres hijos menores de edad.
– El 52% de las mujeres señalan que el centro no les proporciona métodos anticonceptivos.
– Cinco de cada 10 mujeres no tiene acceso a atención ginecológica.
– Cinco de cada 10 mujeres se sienten inseguras al interior del centro.
– En el 90% de los casos el centro no proporciona los productos para cubrir las necesidades básicas de las y los niños al interior.
Además, en el sistema penitenciario mexicano no existe ninguna cárcel que ofrezca programas y condiciones dignas para que las niñas y niños que visitan a sus madres y padres en prisión. A continuación, la historia de Carolina:
Carolina nunca pensó que terminaría convirtiéndose en policía. Cuando era niña, la mayoría de las veces daba primeros auxilios a sus dos únicas muñecas y, en los recreos, le gustaba imaginar que un día sería la mejor maestra de México. Pero a veces los sueños de la infancia se van fundiendo entre diferentes circunstancias. Cuando comenzaron las largas jornadas de trabajo como mujer policía y madre, le daban muchos problemas; los dolores de cabeza eran recurrentes y qué decir de los músculos de las piernas. «Al final, una se acostumbra», pensaba todos los días antes de dormir. Sin embargo, hay algo a lo nadie puede acostumbrarse.
Una noche que parecía ser como cualquier otra, sin contratiempos en el trabajo, Carolina llegó a su casa para enterarse que tenía que alcanzar a su esposo en el hospital. Su hijo se había caído de la hamaca: ¿Necesitaría puntadas, quizá?, ¿Qué habrá estado haciendo su esposo para no cuidar a su hijo? Se preguntó la joven de piel morena.
Llegando al hospital Carolina se enteró de que su hijo estaba muerto. No hay tiempo de explicaciones, no hay tiempo de asimilación. Enseguida fue llevada a identificar el cuerpo, pero las fotos no coincidían con su hijo. ¿Sería el estado de shock? No, estaba segura. El niño de aquellas fotografías definitivamente no había estado en su vientre.
Horas más tarde fue detenida. Explicaciones vagas le dan a entender, que sus propios padres y los de su esposo los acusaron de asesinar a su propio hijo. Transcurrieron días, semanas y meses, la nebulosa mente de Carolina a veces hacía imposible seguir el transcurso del tiempo. De repente se vio así misma con una condena de 12 años, mientras a su esposo le dieron 30. Carolina, madre y policía se encontró de frente con una sentencia que la implicaba en un hecho que ocurrió, cuando ella no estaba presente. «Usted es la madre, es su hijo, y su responsabilidad es hacerse cargo de él» fue la sentencia.
Ni doctora, ni maestra y ahora ni siquiera policía, Carolina, recién cumplidos los 30 años, sólo soñaba con salir de prisión, pero pronto se encontraría con otra sorpresa. A los pocos meses de estar en la cárcel Carolina dio a luz a Samuel. Ni siquiera sabía que estaba embarazada al momento de ingresar al Centro Penitenciario. En su celda había otras cinco mujeres, por lo que la convivencia era difícil. Carolina pidió su traslado a otro dormitorio. La vida en prisión es impredecible.
Pronto las sonrisas fueron escaseando. El niño de dos años y 10 meses que siempre había tenido buen temperamento, de repente se encontraba irritable y con miedo. ¿Qué le pasaba a Samuel? Al ser revisado por un especialista, se encontraron síntomas de una posible agresión sexual. Convivir con otros niños es casi imposible, pues se encuentra en una zona aislada. Cuando Carolina está ocupada, él está acompañado de otras personas en el centro. Aún se le puede ver completamente solo en la zona para hombres.
Carolina pasó de ser una madre en libertad, a perder un hijo y ser una madre privada de la libertad. Así como ella, 8,000 mil madres viven en prisión y se encuentran ante dificultades para fungir su rol de maternidad; y para variar en estos tiempos, con el problema del coronavirus en pleno 10 de mayo.