Hace más de medio siglo, en 1968, la Organización Mundial de la Salud (OMS), con sede en Ginebra, Suiza, puso en marcha el Programa Internacional de Farmacovigilancia, (WHO Programme for International Drug Monitoring, PIDM), motivada por la noción de una posible asociación causal entre medicamentos y reacciones adversas que se pueden suscitar, como la comercialización en 1961 del fármaco talidomida que ocasionó el nacimiento de miles de niños con severas malformaciones de carácter irreversible. Una reacción adversa es cualquier reacción nociva, no intencionada, que aparece a dosis normalmente empleadas en el ser humano. Treinta años después, en 1998, México se integra a dicho programa y es en 1999 cuando se le considera miembro oficial, junto a otros 120 países del orbe.
Casi al mismo tiempo, la Facultad de Ciencias Químicas de la BUAP se convirtió en pionera de ese programa al crear el Centro de Información de Medicamentos (CIM) en septiembre de 1998, y un año después el Centro Institucional de Farmacovigilancia (CIFV), organismos que buscan garantizar el uso seguro de los medicamentos y apoyar a la OMS fomentando el conocimiento de las reacciones adversas medicamentosas. El servicio que se ofrece es una actividad de difusión y de vinculación de la Universidad con la sociedad, y un apoyo institucional para el Hospital Universitario de Puebla.
Asimismo, otra labor vital que ambos centros desarrollan es la de brindar información sobre cualquier tema de medicamentos, sin costo alguno, a estudiantes, investigadores, profesionales de la salud, derechohabientes y público en general.
El maestro José Morán Domínguez, coordinador de los dos centros, ubicados en el Área de la Salud de la Universidad, recuerda que, a finales de los años 90, el acceso a la información biomédica era muy reducido, por lo que la fundación del CIM y el CIFV surgió como una alternativa viable para proporcionar información referente al uso correcto de medicamentos.
“De esta forma fuimos creciendo, proporcionando información de las diferentes presentaciones comerciales de un medicamento, las reacciones adversas que se pueden presentar o la duración de un tratamiento. En el caso de los médicos, las posibles interacciones medicamentosas, actualidades en las terapias e incluso dónde se podría localizar un medicamento en el extranjero”, comenta.
Sin embargo, tras el boom de Internet generado hace varios años, mucha gente tuvo acceso a la información de medicamentos, aunque el exceso de datos, remarca Morán Domínguez, paradójicamente trajo como consecuencia la desinformación, ya que muchas veces el paciente lleva un “diagnóstico” personal al médico, y presiona para que le prescriban un medicamento que considera le servirá para su enfermedad.
“Esa es una de las partes donde nos toca participar; proporcionar la información más certera sobre la medicación, sobre las terapias, sobre la seguridad de los medicamentos, ya que todo medicamento tiene cierto riesgo en su utilización y por eso debe de ser utilizado bajo supervisión médica”, explica.
La automedicación, un riesgo latente
Una de las situaciones que más atiende el Centro de Información de Medicamentos es la automedicación, un problema persistente, ya que hay personas que se dejan llevar por recomendaciones de familiares o amigos, o buscan un remedio para sus padecimientos en Internet.
“El tema es muy complicado, ya que, sin una adecuada vigilancia, se puede modificar la acción farmacológica de un medicamento y ocasionar su potenciación o inhibir su acción, pudiendo ocasionar una reacción adversa. Por ejemplo, alguien que tiene un tratamiento con algún antibiótico del tipo de quinolonas -utilizados contra un amplio espectro de infecciones bacterianas-, si el paciente consume productos lácteos o un suplemento alimenticio rico en calcio o en hierro se va a formar un compuesto que es difícil de absorber en el organismo”, explica el maestro en Ciencias Morán Domínguez.
Otro caso puede ser, explica, el de un paciente medicado con cierto tipo de antihistamínicos y que consuma jugo de toronja, que es un inhibidor enzimático, eso va a ocasionar que no se produzcan las enzimas necesarias para metabolizar el medicamento, entonces el antihistamínico va a permanecer más tiempo en el organismo, va a potenciar su acción y puede presentar un efecto adverso: una arritmia cardiaca, por ejemplo.
“Según nuestra legislación, el responsable de la prescripción solamente es el médico; no puede ser el químico, no puede ser el farmacéutico; a estos profesionales la Ley los habilita solo para sugerir medicamentos clasificados como de venta libre por la Secretaría de Salud, pero no aquellos que requieren forzosamente de receta médica”, agrega. Evitar adquirir medicamentos sin la receta correspondiente puede disminuir la automedicación.
Farmacovigilancia, esencial para reportar reacciones adversas
El Centro Institucional de Farmacovigilancia de la BUAP, fundado el 11 de junio de 1999, se apega a la Norma Oficial Mexicana NOM-220-SSA-2016, y se encarga de detectar todos los problemas relacionados con la medicación, en específico las reacciones medicamentosas adversas.
Luz María Méndez López, responsable del Centro, explica que la población en México es susceptible a la polifarmacia, es decir, que se consume más de un medicamento a la vez, lo que puede desencadenar una reacción adversa. Por ello es importante que los pacientes reporten estas reacciones al médico para que este decida si es necesario continuar con el medicamento o cambiar la terapia.
“La labor principal del Centro Institucional de Farmacovigilancia es la detección y notificación de reacciones adversas ocurridas por el consumo de los medicamentos; por ejemplo, si alguno ocasiona una erupción cutánea, podemos verificar a través de diversas bases de datos internacionales, si en México o en otras partes del mundo se ha reportado ese tipo de reacción. Posterior a un análisis detallado, se puede determinar si el medicamento sospechoso es el causal de esa reacción adversa”, asegura.
La química Méndez López señala que a través del centro se invita a los profesionales de la salud que atienden a pacientes hospitalizados y a los pacientes que acuden a consulta externa a reportar esas reacciones, las cuales se informan al Centro Nacional de Farmacovigilancia, reportando a su vez al Centro Internacional de Farmacovigilancia, ubicado en Uppsala, Suecia. Todo reporte es confidencial y no representa responsabilidad alguna por la reacción adversa presentada.
Otro de los temas que se vigilan en el CIFV es el de la caducidad de los medicamentos, ya que si estos se consumen fuera de la fecha establecida pueden ocasionar complicaciones al organismo, desde un dolor de cabeza, náusea o vómito, hasta condiciones más graves, o quizás simplemente que el medicamento ya no tenga el efecto esperado.
“La fecha de caducidad la determina el laboratorio fabricante para que el medicamento tenga una estabilidad adecuada y que el principio activo se encuentre en buenas condiciones, si se consume después de la fecha, el laboratorio productor no se hace responsable de los efectos que pudiera ocasionar. El medicamento puede perder potencia y entonces no sirve para el efecto que fue elaborado; en otros casos puede generar un producto de degradación tóxico, es decir, el medicamento se puede descomponer y puede generar un producto que nos hace daño; por eso en ningún caso se debería tomar un medicamento fuera de esa fecha de caducidad, que de por sí, son periodos largos”, añade la química Méndez López.
Atención farmacéutica y vinculación con estudiantes
Además de promocionar la utilización segura de medicamentos y reportar a instancias nacionales e internacionales las posibles reacciones adversas de los mismos, la labor del Centro de Información de Medicamentos y el Centro Institucional de Farmacovigilancia de la BUAP se complementa a través de la Atención Farmacéutica a toda persona que busque asesoría, desde pacientes externos hasta derechohabientes del HUP. La atención farmacéutica incluye las actividades del profesional farmacéutico dirigidas al paciente, con la finalidad de obtener los mejores resultados de la terapia. Su objetivo principal es identificar, prevenir y resolver los problemas que impiden la optimización de la farmacoterapia de cada paciente.
“El paciente nos informa qué medicamentos está consumiendo; al realizarle un perfil farmacoterapéutico -que consiste en revisar toda la medicación que está tomando y los horarios que le indicó el médico- le hacemos recomendaciones en cuanto a su prescripción. Por ejemplo, no consumir alimentos ricos en grasa, no consumir alcohol durante la medicación, evitar productos lácteos, dependiendo de los medicamentos que esté consumiendo en ese momento, y damos seguimiento a su tratamiento”, expresa José Morán Domínguez.
Otro servicio proporcionado es la vinculación con estudiantes. Ambos centros reciben alumnos de servicio social, de prácticas profesionales, así como para realizar tesis recepcionales. Los estudiantes realizan prácticas en los temas de farmacovigilancia, acuden al Hospital Universitario y ayudan con la detección de los problemas relacionados con los medicamentos. Cabe destacar que los egresados de la Facultad de Ciencias Químicas de la BUAP se desempeñan en diversos nosocomios de Puebla con la implementación del Programa Nacional de Farmacovigilancia, ya que la Norma Oficial Mexicana establece que todos los hospitales deben contar con una Unidad de Farmacovigilancia para el reporte de estas reacciones adversas.
“El Centro de Información de Medicamentos ayuda a aclarar cualquier duda que tengan los pacientes relacionada con los medicamentos, desde cómo tomarlos, si tiene alguna confusión con el horario indicado, cómo almacenarlos, o como aplicar un determinado medicamento, por ejemplo, un ungüento oftálmico que a algunas personas se les dificulta; todos los servicios son gratuitos”.