Agitando globos de colores y con juguetes en las manos, cientos de niños desfilaron por las calles de un remoto poblado en el violento estado mexicano Guerrero, conmemorando el «Día del Niño», y para protestar por la creciente violencia que tiene asolada a la región.
Los menores marcharon por las calles de Alcozacán, un pequeño caserío en el municipio Chilapa de Álvarez, enarbolando pancartas que decían «Alto a la violencia» y «Queremos paz», mientras coreaban consignas, el viernes por la tarde.
Originalmente se había anunciado que, como parte de la manifestación, los niños recibirían réplicas de madera de las armas verdaderas que usa su comunidad para defenderse de los ataques del crimen organizado, pero sorpresivamente en su lugar les fueron repartidos juguetes, según un testigo de Reuters.
«Nuestras armas son la dignidad, la rebeldía y la resistencia», dijo en un breve discurso una joven que participó en la marcha.
Guerrero es uno de los estados más pobres de México, donde la violencia ha crecido vertiginosamente de la mano de la expansión de los cárteles de la droga a otros redituables negocios criminales como la extorsión, el robo de combustible y el secuestro.
Chilapa se puso en el mapa en la última década después de que sus habitantes decidieron pertrecharse para enfrentar a los grupos criminales, que utilizan los apartados rincones de su geografía para cosechar amapola, sembrando caos y terror entre la población.
Con la llegada de la pandemia, la situación se complicó aún más en el lugar, debido a una menor presencia de las autoridades, de acuerdo con pobladores y grupos locales de defensa que aseguran que los menores han llevado la peor parte, al grado que muchos han tenido que abandonar la región.
«En la sierra de Guerrero a la niñez se le ha condenado a sobrevivir en el jardín de espinas de la discriminación y el abandono», dijo Abel Barrera, director del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan, en una conferencia de prensa.
En el primer trimestre del año, Guerrero reportó 272 muertes violentas, lo que representa una tasa de más de siete homicidios dolosos por cada 100,000 habitantes, una de las más altas del país, según datos oficiales.
Fuente: Excélsior