Siete jóvenes activistas climáticos comparten sus esperanzas para el porvenir
La pandemia ocasionada por el coronavirus ha desestabilizado al mundo de muchas maneras, desde los impactos en la seguridad sanitaria mundial hasta la interrupción de las economías, pero a medida que los países planean un retorno a la normalidad, se abre la posibilidad de una transformación social.
En los meses y años venideros ¿seguimos por el camino de siempre, con el calentamiento global provocado por las emisiones de gases de efecto invernadero, con la desaparición de la vida silvestre y la agonía de los océanos? ¿Aprovechamos para experimentar una revolución verde, reconocer que el planeta enfrenta una crisis climática y actuamos con urgencia para evitar consecuencias catastróficas?
Esas son algunas de las preguntas que se realiza la juventud activista por el clima, quienes tuvieron que cambiar la protesta callejera por la digital, y quienes consideran que “tomar el camino de la acción climática requerirá que los países se embarquen en una ambiciosa recuperación verde tras la pandemia, al eliminar la industria de combustibles fósiles, transformar la infraestructura e invertir en soluciones basadas en la naturaleza”.
Este camino podría ayudar a sanar el planeta, al tiempo que fomenta sociedades sostenibles y más inclusivas, pero no hay tiempo que perder.
Siete jóvenes activistas climáticos comparten sus esperanzas para un futuro en el que se adopten medidas audaces por el clima.
Laura Rico Piñeres, de Colombia, es abogada y activista por el clima, quien considera que “todo es completamente posible: un futuro libre de combustibles fósiles, con nuestro planeta en cero emisiones de carbono; la mitad de la Tierra preservada para la naturaleza y la otra mitad gestionada de manera sostenible”.
La vida silvestre y la biodiversidad prosperan; los derechos indígenas son protegidos y los derechos a la tierra garantizados. Los países defienden el agua sobre el oro y hay una humanidad que comparte el objetivo común de vivir en armonía con la naturaleza”.
Vanessa Nakate, activista de Uganda y fundadora del Movimiento Rise Up, espera ver “en 2030 un planeta más habitable para todos; un hogar donde las personas puedan coexistir con animales, plantas y árboles sin tratar de ser dueños de sus lugares. Espero ver un mundo más centrado en la vida de las personas y que garantice la satisfacción de necesidades básicas como alimentos, vivienda y servicios de salud para todos. Literalmente, un mundo donde no veamos la acumulación de riqueza, sino el bienestar y la supervivencia de los demás”.
Xiuhtezcatl, de los Estados Unidos, fundador de NOW y miembro de los Guardianes de la Tierra, tiene la esperanza de que “en 2030, la niñez no tenga que preocuparse por estas amenazas existenciales a las comunidades, a las familias, a la vida, como ha tenido que hacerlo mi generación”.
Hay que ver a esos diferentes movimientos sociales que presionan por un cambio en todo el mundo. “Los jóvenes dedican su vida a ser guerreros, activistas de primera línea, protectores del agua, y es pesado llevar eso. Como generación, nos estamos dando cuenta de que cualquier cosa que queramos ver en 2030, tendremos que luchar por ella hoy”.
Risalat Khan, de Bangladesh a Nueva York, activista social y ambiental, señala que estamos al inicio de una década decisiva: reducir las emisiones a la mitad, detener la sexta extinción y poner fin a la pobreza extrema.
“Ahora, la COVID-19 se ha convertido en un ciclón de la Bahía de Bengala, arrasando con la economía tradicional y dejará a su paso un suelo fértil como las llanuras aluviales de Brahmaputra. Tenemos que elegir: ¿permitimos el crecimiento de las malezas del extremismo de extrema derecha, o nutrimos los brotes verdes de un futuro regenerativo para todos?”.
Tesicca Truong, de Canadá, activista con GreenPAC, comenta que “en 2030 quiero vivir en un mundo donde ya no tengamos que preocuparnos por el cambio climático, porque hemos tomado las medidas necesarias para crear una sociedad baja en carbono, y hemos adaptado a nuestras comunidades para que sean resilientes a los futuros choques”.
“Como resultado de nuestras acciones audaces, nuestras sociedades son más felices, más saludables, más conectadas y equitativas que antes”, piensa.
Ayisha Siddiqa, de los Estados Unidos, cofundadora de Polluters y de We The Planet, confía en que para 2030 el planeta esté por debajo de 1.5 grados Celsius de aumento en la temperatura global, y que millones de personas no hayan sido desplazadas de sus hogares”.
Asimismo, que el colectivo esté utilizando los recursos finitos de la Tierra de manera cautelosa y productiva; que el mundo, como un todo, se haya alejado del carbón, el petróleo y los gases de efecto invernadero, y que mis compañeros activistas y yo ya no tengamos que estar en las calles atacando, exigiendo o pidiendo cambios.
“Quiero ver a mis compañeros pioneros en esta lucha, que se han negado a inclinarse ante la avaricia corporativa, que han dicho la verdad sin importar cuán dura era, en posiciones de liderazgo y poder, para que la humanidad avance con ética y moralidad, sin avaricia ni consumo sin fin. Sé que, por esta razón, el futuro de la humanidad va a ser luminoso”.
Cassia Patel, de los Estados Unidos, directora de programas en Oceanic Global, señala que en estos próximos diez años se necesita ver una acción drástica y un compromiso con el planeta.
“Espero que podamos aprovechar este momento para reunirnos como comunidad y lograr un estado de armonía entre nuestros entornos naturales y construidos.
«Como sociedad, esperamos minimizar el desperdicio, utilizar materiales reciclados, tener orgullo por arreglar y reparar artículos y comprar en mercados de segunda mano; deseo que haya reutilización y entusiasmo por el compostaje, y un punto de vista de que el reciclaje es el último recurso para un material, en vez de una solución general”, menciona.