Las economías solidarias pueden proteger la dignidad humana y al medioambiente sin descuidar la rentabilidad de los negocios. La corporación vasca es prueba de ello.
Mondragón es el Xanadú del cooperativismo. Literatura y especialistas coinciden en que la empresa social del País Vasco es una de las experiencias más ilustrativas en materia de economía alternativa. Con el lema Humanity at work, la Corporación Mondragón concentra casi un centenar de cooperativas presentes en cinco continentes. Su trayectoria y legado fue recuperado por la Maestría en Gestión de Empresas de Economía Social de la Ibero Puebla durante un foro virtual.
Fundada en 1956 por el sacerdote José María Arizmendiarrieta Madariaga, Mondragón nació como respuesta a la falta de empleo de la región. El ánimo provocado por la idea de autarquía de mercado y crecimiento colaborativo llevó a la unidad vasca a convertirse en un emporio global con más de 80,000 cooperativistas de trabajo asociado.
Entre las 95 empresas sociales que la integran destaca Laboral Kutxa, una ‘banca cooperativa’ cuyo modelo se basa en la conservación e impulso de los orígenes étnicos. De acuerdo con Juan Pablo de León Murillo, catedrático de la Ibero Puebla, esta empresa financiera demuestra que las cooperativas no son sinónimo de pobreza: la rentabilidad permite invertir en infraestructura y talento que, a su vez, se traduzca en mejores condiciones para el colectivo.
Por otro lado, el carácter global de estas unidades de negocios las vuelve susceptibles de problemas mayores. A finales de mayo de este año, Laboral Kutxa fue víctima de intromisiones a sus canales de comunicación. Contrario a lo que ocurre en otros sistemas bancarios, la empresa optó por transparentar el caso.
En el ala de la tecnología se encuentra Orbea, empresa de bicicletas que, según De León, ha alcanzado el estatus de culto a nivel internacional. “Son bicicletas diseñadas a tu modo, con las características para que des más de lo que estás entrenando”. Uno de sus principios fundantes es la promoción del deporte como escuela de valores. El trabajo de 700 empleados permite generar ingresos anuales de 200 millones de euros.
No todas las cooperativas de Mondragón han corrido con la misma suerte. Fagor, empresa de electrodomésticos, sufrió dos quiebras en tres años debido a conflictos internos y la imposibilidad de competir en el mercado. Como lección, el académico concluyó: “Más allá del romance hay que luchar y salir adelante”.
El caso Fagor permite rastrear matices en los alcances de la cooperativa. Aunque de acuerdo con la idea de no mitificar el modelo ni la empresa vasca, el Dr. Gonzalo Hernández Gutiérrez, coordinador de la Unidad Académica Básica de Economía del ITESO, rescató: “Es una cooperativa que funciona con valores de empresa intercooperante. Los empleos que se pierden se van a otras cooperativas”.
Entre los legados organizacionales de Mondragón, valoró la reducción de las brechas de desigualdad como consecuencia de los límites en los salarios de las posiciones ejecutivas, así como los impactos positivos en la vida de los socios y sus familias. Dichos principios, advirtió, han comenzado a perderse en las nuevas generaciones: “A los millennials no les interesa ser socios: prefieren ser emprendedores y viajar”.
Hernández Gutiérrez recordó que las prácticas capitalistas tienen graves efectos en el medioambiente y el tejido social. A su decir, el cooperativismo debe ser adoptado como un modelo empresarial que genere ganancias sin renunciar al cuidado de la dignidad humana.
Ambos ponentes coincidieron en que el espíritu de la cooperación en México está particularmente presente en el sur del país. Por ello, recomendaron inculcar la cultura de la colaboración desde tempranas edades para romper con los mitos de la individualidad propios del capital.