Los virus evolucionan de forma natural, con el tiempo presentan cambios en su información genética y dan lugar a variantes que pueden ser más transmisibles, aumentar la gravedad de la enfermedad e influir en la eficacia de las pruebas diagnósticas, los tratamientos y las vacunas.
El nuevo coronavirus tiene un genoma de ácido ribonucleico (ARN) con aproximadamente 30 mil bases químicas, y aunque de manera general los cambios en su información genética (sustituciones, inserciones o pérdidas) no impactan demasiado sus características, en algunos casos le confieren ventajas.
Hasta el momento se conocen más de 20 mil variantes de este virus, con una o más mutaciones respecto al original, que circulan entre la población mundial, y solo cuatro de ellas son consideradas de preocupación por su posible impacto negativo en la salud pública, señaló Rosa María del Ángel, investigadora del Departamento de Infectómica y Patogénesis Molecular del Cinvestav.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos clasifican a las variantes del nuevo coronavirus en: de interés, de preocupación y de gran consecuencia.
Las variantes de interés tienen marcadores genéticos específicos a los que se ha asociado con cambios en la proteína utilizada por el virus para entrar a las células humanas, y con ello a una reducción moderada en la capacidad de neutralización de los anticuerpos generados tras la vacunación o una infección anterior, en este grupo están: la denominada iota, identificada por primera vez en Estados Unidos, y zeta, detectada en Brasil.
En el caso de las de preocupación, son aquellas de las que existe evidencia de mayor transmisibilidad, casos más graves de enfermedad (aumento en el número de hospitalizaciones o muertes), menor efectividad de los tratamientos, las vacunas o fallas de detección en el diagnóstico.
De acuerdo con la OMS, las variantes consideradas de preocupación son: alfa, detectada por primera vez en Reino Unido; beta, que se identificó en Sudáfrica; gamma, en Brasil; y delta, encontrada el año pasado en India.
Para clasificar a una variante del nuevo coronavirus como de gran consecuencia debe existir evidencia clara de la reducción en la efectividad de las medidas preventivas y médicas, en comparación a lo sucedido con las variantes que circularon previamente. Por ahora no ha sido identificada ninguna de este tipo en el caso del SARS-CoV-2.
Todas las variantes de interés y preocupación antes mencionadas implican mutaciones genéticas en la proteína espiga, ubicada en la superficie del virus y que le da su forma de corona, en especial al fragmento llamado dominio de unión al receptor (RBD, por sus siglas en inglés), a través del cual el nuevo coronavirus logra entrar a las células humanas.
Y en vista de que la mayoría de las vacunas contra covid-19, aprobadas para su uso o en fase de desarrollo, se basan en esta proteína a fin de generar una respuesta inmune, sus mutaciones son vigiladas estrechamente.
Uno de los peligros de tener variantes circulando es que los anticuerpos generados tras una infección previa con el nuevo coronavirus o después de la inmunización, sean menos eficientes. Sin embargo, las vacunas conservan su potencial protector contra la enfermedad grave y la muerte por covid-19, de ahí la necesidad de incrementar la tasa de vacunación.
Además, señaló, el modo de transmisión de las variantes del nuevo coronavirus no ha cambiado y las medidas como el uso de cubrebocas, la ventilación de espacios cerrados y la sana distancia deben seguir implementándose.
“De lo contrario se corre el riesgo de enfrentar nuevas olas masivas de covid-19, como sucedió en Manaos, la capital del estado de Amazonas, en Brasil, en donde se relajaron las medidas preventivas creyendo que se había alcanzado la inmunidad colectiva, pero con el surgimiento de la variante gamma los casos aumentaron drásticamente”, explicó Rosa María del Ángel.
En cuanto a las medidas para reducir el surgimiento y la circulación de nuevas variantes del coronavirus, la especialista del Cinvestav se refirió a la vigilancia de fronteras, basada en solicitar pruebas negativas de covid-19 a los viajeros antes de su entrada a cada país; también al seguimiento de brotes y la secuenciación de muestras. Esta información es relevante porque permite entender la dinámica de propagación y guiar la respuesta frente a la actual pandemia.