Isabel Margarita Nemecio narra cómo fue su proceso de deconstrucción para entender realmente lo que es ser una persona jornalera en México.
Desde que estaba en la prepa, Margarita sintió que algo la “jalaba” hacia la realidad rural. “Desde siempre ha habido este contacto de poder entender situaciones, momentos, procesos en el medio rural, más que en los medios urbanos u otros contextos”. Fue cuando hizo servicio social en Tlapa de Comonfort, en Guerrero, que inició su proceso de deconstrucción.
Lo anterior lo compartió Isabel Margarita Nemecio Nemesio ante la comunidad de la Ibero Puebla, al impartir la conferencia Deconstruirte para mirar las realidades que viven las personas jornaleras agrícolas y sus familias en México.
Al hablar de su experiencia, desde la academia, la investigación y sobre todo en organizaciones de derechos humanos, destacó que hay muchas familias que, además de ser jornaleras, están insertas en procesos migratorios. Sin embargo, hay un arraigo, no solamente cultural o identitario de territorio, sino que entretejen sus proyectos de vida con ser trabajadora o trabajador agrícola, en condiciones que les violentan.
Hay una expresión que es muy usada en la montaña, donde se ubica Tlapa de Comonfort: ir por vida, cuyo primer elemento clave está relacionado con la migración, pero tiene muchos otros significados profundos. “Yo lo quise relacionar justo con esta resistencia, esta resistencia que ellos colocan como primer muro” ante la explotación y violación a sus derechos.
Afirmó que esa defensa tiene diferentes matices: “a veces ni siquiera la ejercen”, porque conciben que el patrón puede violar sus derechos, pues fue benévolo al contratar gente en su condición. “A lo mejor tienes dificultades de lectoescritura, porque eres de un pueblo originario, porque eres de Guerrero, porque eres migrante, porque eres de piel morena, porque eres mujer, porque eres mujer con discapacidad, porque eres niña, niño…”.
“Estas poblaciones que les decía, Mepabata, ellos por lo menos se van a entre siete y diez entidades federativas y pueden migrar de tres a cinco veces al año; sus procesos migratorios son los más cíclicos que vamos a encontrar [a nivel nacional]”, comentó Margarita.
En este trabajo, que forma parte de su tesis de doctorado, no quiso hablar en primera persona y ponerse de protagonista como activista defensora de derechos humanos, pues prefirió dar importancia a las voces de las y los jornaleros, lo que ha sido parte de su proceso de deconstrucción.
Comentó que también es necesario deconstruir a las organizaciones, pues si bien su experiencia fue en Guerrero, hay más de dos millones de personas jornaleras en el país, cuyos datos no se han actualizado desde el 2009. “Si a estas personas le sumamos sus familias, hijas, hijos, parejas, son alrededor de nueve millones”.
Procesar los datos de esta población no solo para su investigación, sino también para la elaboración de programas o políticas públicas, es un reto, ya que no se puede generalizar, al haber comunidades de diferentes estados que migran por casi todo el país.
Otro de los retos en esta deconstrucción ha sido cómo mirar desde otros enfoques y no solo desde el de derechos humanos, sino también desde un enfoque de género o de infancia: “Si migran por un tema de violencia, si migran por un tema de crimen organizado, si porque hay inseguridad en el lugar… Hay una cantidad impresionante de personas jornaleras desaparecidas que ha sido poco documentada y acompañada por las autoridades”.
Margarita Nemecio contó también que la contratación para el mercado agrícola en México es totalmente informal; muchas veces es a través de una cartulina con los datos generales del trabajo y la persona que contrata. Hay otras empresas que sí realizan contratos, pero no garantizan el respeto a sus derechos laborales.
Hizo énfasis en que las condiciones en que realizan su trabajo son muy duras, pues además de explotación padecen hacinamiento, problemas de salud, carencia de seguridad social, su cuerpo se deforma por la manera de cortar los vegetales e incluso hay quien fallece en los campos; sin la posibilidad de tener un entierro digno en su comunidad de origen al no poder trasladar los cuerpos.
“Los estigmas sociales, la desinformación, la falta de empatía, la discriminación, el maltrato, el abuso, la xenofobia” son factores que impiden ver todas estas realidades. Sobre su propia deconstrucción, compartió también que consiste en dejar a un lado el papel de experta y aprender de todo, de todas y de todos. Nunca dejar de aprender.