El amor no tiene color, género ni edad, sin embargo, en muchas ocasiones las personas se aprovechan de esto para beneficiarse.
Un claro ejemplo es el caso de Margaret Sarr, una mujer de 71 años residente del Reino Unido.
De acuerdo con el relato contado al medio The Sun, en 2002 ella viajó por primera vez con su ex esposo a Gambia, África, lugar donde conoció a Samba, un joven 23 años menor que ella.
A pesar de estar casada, Sarr se enamoró y dejó a su marido por él.
Dos años después, su matrimonio de 38 años llegó a su fin luego de que ella le confesara a su esposo que había tenido relaciones con el joven con el que ahora se quería casar.
La boda costó 2 millones de dólares y ella pagó todo. Nadie de su familia fue, pero no le importó porque estaba enamorada.
En 2006 Sarr le pagó su visa a Samba para que viajara a Reino Unido, sin embargo, una vez allí su relación ‘amorosa’ cambió por completo.
«Nunca quería que nos vieran juntos. Sólo quería la visa. Me destruyó”, dijo.
La pareja originalmente vivía en Machynlleth en Gales pero fueron desterrados por la comunidad, y un año después se fueron a Newtown donde arrendaban una propiedad.
Eso obligó a Sarr a volver a trabajar como directora en casas de reposo a pesar de haberse retirado un tiempo atrás.
“Trabajaba todo el día para poder vivir de algo, mientras Samba estaba echado gran parte del día”.
Fue durante ese tiempo que comenzó a sospechar que él la engañaba pero cuando lo enfrentó negó todo.
Poco después decidió gastar $100 mil dólares en comprar un terreno en Gambia donde construiría una casa de dos pisos. Pero su relación seguía mal.
Un día Sar recibió fotos de Samba junto a dos niños, quienes supuestamente eran hijos de la mujer con la que la habría estado engañando.
«Lo negó hasta que su cara se puso azul y dijo que eran los hijos de un amigo. En el fondo yo no le creía pero seguí viviendo con él”.
Al poco tiempo supo finalmente que los hijos eran de él y decidió terminar la relación de una vez por todas.
“Supe que se acostaba con esa mujer en nuestra cama mientras yo trabaja. Yo llegaba a dormir en esa cama, ni cambiaba las sábanas”.
Ahora la pareja se encuentra en una batalla legal por el terreno en Gambia, el cual está a nombre de él.
“Cuando lo conocí pensé que era el hombre de mis sueños. Fui ingenua, sólo quería un pasaporte y una vida acá. Lo saqué de la pobreza y mira como me paga. Otras mujeres deben tener cuidado, cuando voy a Gambia a ver a mi abogado veo mujeres en todo tipo de situaciones, se fijan especialmente en mujeres blancas europeas”.
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