El proceso electoral del próximo año, al que más 90 millones de votantes están convocados, comienza a desarrollarse en un entorno de violencia e incertidumbre.
El periodo electoral 2024 arranca en medio de una violencia ensordecedora que ha superado las cifras de sexenios anteriores; una macroeconomía relativamente estable con una disminución de la pobreza; dos bandos que parecen desdibujarse entre dimes y diretes; y un cuestionable proceso previo que parece dejar a la ciudadanía en medio del remolino.
La Ibero Puebla, en su carácter de ágora para el diálogo abierto, dio lugar al conversatorio Dilemas electorales rumbo al 2024, que fue moderado por el Mtro. Roberto Alonso Muñoz, coordinador de la Licenciatura en Ciencias Políticas e Innovación Democrática.
El coordinador hizo énfasis en la importancia de leer críticamente este momento histórico, en el que más de 96.6 millones de personas —en su mayoría jóvenes— están llamadas a ejercer su derecho al voto. Por ello, la opinión de los tres panelistas invitados resulta crucial para entender el panorama democrático mexicano.
Momentos convulsos para México
Para comprender este periodo electoral, es necesario retroceder a las elecciones del 2018. Para Ernesto Núñez Albarrán, desde su visión como periodista, “fue una elección que cerró una serie de ciclos, y permitió una alternancia a lo que llamamos ‘la izquierda’; una transición interesante en la historia de México”, y que fue particular en América Latina gracias a que no se dio violentamente.
Estas últimas elecciones fueron “el espíritu de la sociedad mexicana que se atrevió a cambiar”, según la visión de Alberto Betancourt Posada como historiador, pues supuso un momento de transición política que trajo esperanza a la ciudadanía. Sin embargo, Pamela San Martín Ríos y Valles, ex consejera del INE, advirtió que se trató de un momento que derivó en un presente en el que hay “un cierre del diálogo absoluto”.
La polarización no es algo nuevo para los expertos, ya que incluso es un proceso típico del proceso de precampañas en el país, pero en 2023 tiene un binarismo extremo en que “estás con, o estás en contra. No hay debate”, explicó Pamela San Martín. El cierre al diálogo tiene una causa más profunda, que es el desencanto de la ciudadanía que no vio la solución en la izquierda elegida.
A eso se suman los oídos sordos de los partidos políticos. En palabras del Mtro. Ernesto Núñez: “Como que no les ha caído el veinte de lo que la ciudadanía les dijo en esas elecciones de 2018”. Los integrantes del panel ven a una clase política ensimismada, interesada más en el renombre del puesto que en la responsabilidad que infiere.
Esto nos ha llevado, de acuerdo con la exposición de Pamela San Martín, a “una simulación. Estamos en un juego de que pasa y no pasa, y que va a tener consecuencias”. Un ejemplo son los espectaculares con los rostros de las y los aspirantes a la presidencia, que pueden considerarse violaciones a las leyes que regulan los procesos electorales, pero las fórmulas han sabido desafanarse de eso.
Las elecciones del 2024 “están pagando las consecuencias de un origen de ilegitimidad política que viene de 2006”, explicó Núñez Albarrán. Los fraudes electorales que han marcado al país, junto con las promesas de cambio que siguen sin cumplirse, han resultado en una aversión de los votantes a ejercer su derecho el próximo año.
En este contexto, las universidades juegan un papel crucial para fomentar el discernimiento crítico en las juventudes, las cuales conforman la mayor parte del padrón electoral para las próximas elecciones. Los entornos educativos, concluyeron los expertos, deben ser espacios democráticos, donde se combata la desinformación y se privilegie la discusión de ideas.