Las economías feministas han contribuido a ampliar el espectro laboral para incluir todas aquellas labores ejercidas tradicionalmente por mujeres que no reciben paga.
Los días previos y posteriores al 8M siempre son escenario para atestiguar los alcances del oleaje feminista como una única mancha morada que cubre las calles del mundo. Pero también son fechas en las que el caleidoscopio de las luchas de género deja ver sus numerosas causas.
Una de ellas es la igualdad en el sistema económico. El capitalismo actúa como modelo hegemónico en occidente junto al racismo y el patriarcado, por ello, las luchas feministas han imaginado diferentes formas de generar riquezas que beneficien a la sociedad en su conjunto. Tales experiencias fueron compartidas por especialistas de México y Argentina en un conversatorio de la IBERO Puebla.
En palabras de Violeta Boronat Pont, integrante de la Fundación Educación Cooperativa en Argentina, la economía feminista “es un posicionamiento contra el funcionamiento del sistema y asume como objeto de estudio la totalidad de los intercambios, poniendo en el centro las relaciones de género”.
Se trata de una rama subversiva que viaja de manera paralela a la economía dominante. Esto no implica que se busque sumar a las mujeres en espacios que históricamente las han dejado al margen, pero tampoco se asume como un movimiento totalmente separatista. Aclaró la activista: “Lo que reclaman es el ámbito doméstico, tanto a las nociones de economía como del trabajo”.
Los movimientos civiles de América Latina han puesto el énfasis en las organizaciones sociales de cada región. Por su parte, las economías feministas ponen el acento en la igualdad, la solidaridad y la equidad, no solo de forma externa, sino al interior de los propios sistemas económicos sociales, solidarios y populares.
Por ello, sus investigaciones principales tienen que ver con la división social del trabajo y la financialización de la economía. Nadia Castillo Romero, directora del Departamento de Ciencias Sociales de la Ibero Puebla, destacó que sus colegas argentinas han procurado el cuidado social, a pesar de las crisis económicas, a través de los modelos alternativos.
Las luchas comunitarias han tenido impactos en la política pública del país sudamericano. La creación del Ministerio de Igualdad, Género y Diversidad ha contribuido a acelerar algunos procesos, siendo la despenalización del aborto un epítome de la lucha por la igualdad. Actualmente se encuentra en discusión la Ley Federal de Cuidados, iniciativa que busca no solo dignificar estas tareas, sino consolidar la redistribución de las tareas domésticas.
Las economías feministas suman al desarrollo de categorías de análisis y datos contundentes para reclamar su lugar en la academia, tanto como sujetos de estudio como generadoras de conocimiento. “Hay un grupo de compañeras que están avanzando en posicionar las tareas de cuidados y el peso que tienen en el producto interno bruto”, aseguró Valeria Mutubarria Lazarinni, integrante del Centro Cultural de la Cooperación de Argentina.
De acuerdo con ONU Mujeres, las labores de cuidado y el trabajo doméstico llevadas a cabo por mujeres representan el 17% del PIB mexicano. Además, ellas dedican hasta 30 horas a la semana a estas ocupaciones por las 10 de los hombres. El panel coincidió en que las cifras han aumentado durante la pandemia, aunque también ha sido posible experimentar nuevas formas de distribución equitativa de los quehaceres.
Los principales desafíos para las economías feministas tienen que ver con la desnaturalización de las prácticas capitalistas y la transformación de las propias organizaciones de economías solidarias. “No repliquemos en nuestros propios sistemas cosas con las que decimos que no estamos de acuerdo”, insistió Mutubarria Lazarinni.
Por su parte, Boronat Pont alertó que pueden existir idealizaciones del movimiento y experiencias de emancipación engañosa. Ante estos escenarios, animó a “revisar, transformar y especificar los valores y principios del sector cooperativo con perspectiva de género”.
Los feminismos han pugnado por incluir la perspectiva de género en las economías sociales, solidarias y populares bajo la valoración de la vida por encima de la acumulación, pero también de las tareas no remuneradas como vía para reducir las desigualdades. “Reconocer que lo que hago es trabajo se dice rápido, pero cuesta mucho tiempo”, concluyó Castillo Romero.