Las economías alternativas han encontrado sus fortalezas en el trabajo comunitario y solidario, lo cual prevalecerá con o sin el impulso de políticas públicas consecuentes.
Los hábitos de consumo se han visto trastocados por las restricciones de movilidad contener la propagación de la Covid. Algunos de estos efectos fueron reflexionados por expertos en cultura y modelos económicos alternativos durante un conversatorio organizado por la Maestría en Gestión Cultural de la Ibero Puebla.
Existen múltiples tendencias en el comercio pandémico: desde la integración de los grupos sociales al mercado convencional hasta el impulso de los mercados locales a través del fortalecimiento de las relaciones productor-consumidor.
En este año pandémico se ha democratizado el concepto de consumo cercano debido a que las personas buscan tener bienes y servicios al alcance sin la necesidad de desplazarse. “Si bien corremos el riesgo de que estas buenas ideas sean desnaturalizadas por el mercado, es interesante esta transformación de la visión: necesitamos una economía local”, comentó Laura Collin.
De igual manera, se ha constatado que, ante la necesidad de la autosuficiencia, la globalización tuvo una desaceleración debido a la caída de los sistemas de producción capitalistas. Además, la directora del Centro de Estudios Políticos y Sociales de El Colegio de Tlaxcala consideró que el modelo de ciudad tiene una tendencia latente al colapso.
En este tiempo se han consolidado los mercados locales gracias a su compromiso con la vida, donde se resuelve el sustento a través de los valores afectivos, simbólicos y políticos. “Estas prácticas estuvieron antes que el capital. Por lo tanto, prevalecerán después de él”, celebró Antonio Mendoza, profesor-investigador de la UAM/UNAM.
Como disciplina, la economía social es joven en nuestro país; su dinamismo ha impulsado ideas creativas antes y durante la pandemia. En esta práctica se asienta el poder político de las comunidades, mientras que el estudio profesional del mismo contribuye al desarrollo del método.
Se ha hablado formalmente de economía social a partir de la publicación de una ley elemental en 2012. En contraste, la mayoría de las legislaciones homólogas de América Latina han sido respaldadas por andamiajes extensos que han regulado las prácticas económicas alternativas. Así lo explicó Nadia Castillo, directora del Departamento de Ciencias Sociales IBERO Puebla.
Actualmente se tienen diferentes programas estatales de fomento a la economía social, donde la Ciudad de México lleva la voz cantante; las entidades, no obstante, se mantienen al margen de normativas elementales. “Valdría la pena insistir desde los distintos actores sociales y políticos en la necesidad de construir estos andamiajes que puedan convertirse en políticas de Estado”.
Cultura solidaria
La economía social está pensada para todas las actividades económicas donde los trabajadores son dueños de su empresa, lo que da pie a la gestión democrática de las mismas. Estas estructuras privilegian los valores de solidaridad, equidad, autogestión y cooperación.
Para dar seguimiento a estos proyectos, el INEGI creó las cuentas satélites de la cultura y la economía social. Así, se sabe que en 2019 la cultura representó poco más del 3% del PIB, generando un millón de empleos; artesanías, medios visuales y producción cultural en los hogares fueron las actividades más recurrentes. En cuanto a la cuenta satélite de economía social, no se ha retomado el proyecto desde su pilotaje en 2013.
Las cooperativas culturales suponen organizaciones sociales que defienden sus derechos y asumen la responsabilidad con las actividades económicas en beneficio de los demás. “Las potencialidades que hay en el sector cultural están muy ligadas a la alimentación y la salud. El reto será la capacidad de introducir las tecnologías a las formas de vida comunitarias”, reflexionó Antonio Mendoza.
Por su parte, Laura Collin propuso una lectura subversiva de este modelo con respecto al statu quo. La cultura es una forma de ser y estar en el mundo. En ese sentido, la economía solidaria, propuso, debería ser una contracultura que cambie la mirada capitalista del mundo.
Durante el espacio de interacción con el público, el catedrático de la UAM/UNAM refrendó que la vocación permanente al ser y al estar contribuye a crear nuevas lógicas para poder existir. En una idiosincrasia que privilegia lo mercantil, replicar estas enseñanzas pueden generar tendencias que permitan pasar de una parte reactiva a una afirmativa.
Como recordó Nadia Castillo, la Ibero Puebla contribuye a la incidencia en la política pública a través de los Nodos de Impulso a la Economía Social y Solidaria (NODESS), en los cuales se trabaja de la mano con la Secretaría del Bienestar de Puebla y la Caja Popular Mexicana. “Como sociedad civil, la forma de incidir es tener cerca a los actores de economía social para generar el lobby de acercamiento con los actores legislativos”.
Firme en su visión disruptiva, Collin insistió en que las políticas públicas son lo contrario a la economía solidaria, pues esta tiende a la autonomía y la autopoiesis a través de la construcción de ecosistemas interdependientes. El gobierno, en cambio, realiza una centralización de estas dependencias. La solución sería, concluyó, solicitar la no intervención de las autoridades.