La educación sexual es un eje fundamental en el combate de la violencia de género, el respeto a los derechos humanos y para garantizar mayor libertad e igualdad en la sociedad, aseguraron senadoras, senadores, funcionarios y especialistas.
Durante el foro “Educación integral de la salud: sexualidad, bienestar y autocuidado”, que se llevó a cabo de manera remota, se analizaron los avances y retos que tienen las diferentes medidas, políticas y estrategias en la materia.
En este sentido, el presidente de la Comisión de Salud, Américo Villarreal Anaya, dijo que es fundamental promover una educación enfocada en la salud, a efecto de que la ciudadanía tome las mejores decisiones que le garanticen una vida plena y segura.
Aseguró que esta Legislatura se preocupa por el bienestar integral de la población, por lo que es necesario reorientar, retomar y darle la importancia que merece a la atención primaria de la salud, a efecto de garantizar un mejor estado de bienestar para las personas.
Villarreal Anaya subrayó que para 2030 se pronosticó que las políticas públicas estarán ligadas, preferentemente, al seguimiento demográfico y a las condiciones de la mujer y del número de nacimientos. En este escenario, agregó, es indispensable trazar rutas con ese propósito.
La senadora Martha Lucía Micher Camarena, presidenta de la Comisión para la Igualdad de Género, destacó que una buena educación sexual, integral y reproductiva, es una medida altamente efectiva para garantizar el acceso a los derechos sexuales y reproductivos de la población juvenil.
“Necesitamos una educación laica, libre, informada, científica, que nos haga libres de prejuicios y nos enseñe a conocernos, a respetarnos y respetar los derechos humanos y la diversidad”, expresó.
Micher Camarena indicó que a través de paradigmas científicos se deben abordar la igualdad, el empoderamiento de las niñas y las mujeres, así como la prevención de la violencia, el derecho al aborto seguro y la diversidad sexual.
En tanto, la senadora Patricia Mercado, de Movimiento Ciudadano, afirmó que, con una educación sexual integral, de carácter científico y promotor de los derechos humanos, se podrá combatir la ignorancia y los prejuicios.
Señaló que el acceso a la información científica, sin estereotipos y laica, permite que paulatinamente se tomen decisiones para el disfrute, la libre elección, la comunicación con la pareja, sin coacción, manipulación, consecuencias indeseadas y sin riesgos para la salud.
Por otro lado, destacó que una de las metas estratégicas de la política de educación en sexualidad, tiene que enfocarse en bajar las altas cifras de embarazo en niñas y adolescentes.
Gabriela Rodríguez Ramírez, secretaria general del Consejo Nacional de Población, aseguró que en México hay mil nacimientos diarios, de madres menores de 19 años, y consideró fundamental incluir en el plan de estudios y libros de texto, el derecho a la interrupción legal del embarazo.
Precisó que la quinta parte de las mujeres mexicanas se casa antes de los 18 años y que casi 60 por ciento de los embarazos corresponde a mujeres unidas o casadas que quieren ser madres y que no llegaron a la preparatoria.
Expuso que los factores determinantes de los embarazos, en menores de 14 años, son el matrimonio temprano o forzado, así como la violencia sexual.
Luis Alcázar Álvarez, médico en el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado, dijo que es necesario que se brinde más información sobre los métodos anticonceptivos, ya que a través de ellos se reducen los índices de mortalidad materna.
Refirió que México ocupa el primer lugar, dentro de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, con la tasa más alta de embarazo en adolescentes.
Cuando hay control sobre la reproducción, se facilita el empoderamiento de las mujeres y su desarrollo personal; además, se incrementan sus posibilidades de que tengan mayores niveles educativos y de integrarse a la fuerza laboral con mejor remuneración.
La psicóloga Zaira Janet Gutiérrez Contreras subrayó la importancia de promover una educación sexual integral en la infancia, apropiada para la edad, afectiva y con perspectiva de género.
Explicó que los programas de educación integral para la sexualidad generan una formación de roles, actitudes y normas de género positivos, fomentan las relaciones de igualdad, reducen la violencia por razón de género e intimidación, y generan una relación más equitativa entre niños y niñas.