Comprender la violencia de pareja como un asunto social implica cuestionar las prácticas históricas relacionadas con el género y el ejercicio del poder disfrazado de afecto.
La ‘media naranja’, el ‘príncipe azul’ y el ‘alma gemela’ tienen algo en común: todas son expresiones de dominación con el amor romántico como pretexto. Académicas como Marcela Lagarde se han expresado respecto a la importancia de descentralizar el amor desde la identidad femenina para erradicar los daños que la dependencia provoca en las mujeres.
“Se piensa que el amor siempre está fuera de una misma. Por tanto, hay que encontrarlo. Y eso ha sido muy importante en cómo se van reproduciendo distintos mitos sobre el amor romántico”, explica Ana Laura Gamboa Muñoz, responsable del Observatorio de Violencia Social y de Género (OVSG) del Instituto de Derechos Humanos Ignacio Ellacuría, SJ (IDHIE) de la Ibero Puebla.
Estas concepciones pueden conducir a múltiples vulneraciones del estilo de vida. Por un lado, se priva a las personas —especialmente a las mujeres— de una experiencia sana de amores diversos: amistades, familia, colegas de profesión. De igual manera, se las encierra en los ciclos vitales socialmente aceptados, los cuales se relacionan con el ideal tradicional de ser mujer.
En casos más severos, las relaciones amorosas pueden derivar en agresiones. Encuestas especializadas del INEGI han determinado que al menos cuatro de cada diez mujeres mayores de 15 años han sido víctimas de algún tipo de violencia en su relación de pareja; la psicológica, la económica y la física son las manifestaciones más recurrentes.
La normalización de expresiones como la humillación, los insultos y los celos hacen difícil romper el ciclo de violencia. Comenta Gamboa Muñoz: “Las mujeres podrían percibir que están viviendo en una situación de violencia y, sin embargo, no denuncian. No es tan sencillo salir de esa relación por todo el ámbito cultural o comunitario que está alrededor de ellas”.
Cuando las agresiones escalan y llegan a su punto máximo, los feminicidios, se cierra el continuum de violencia. La especialista considera esencial comprender las conductas que dan pie a cualquier forma de ataque, como es la relación con el perpetrador. La mayoría de los casos de feminicidio son cometidos por parejas, exparejas, novios o concubinos, pero también por pretendientes.
Han sido las propias víctimas quienes han impulsado los cambios sociales y legislativos. La creación de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, que nació como respuesta a la ola de feminicidios en Ciudad Juárez desde los años 90, obligó a las instancias públicas a tipificar las violencias ‘silenciosas’ que eran asunto exclusivamente del espacio privado.
Ana Gamboa también destaca la edad de mayor vulnerabilidad: las adolescentes corren mayor riesgo de sufrir violencia por parte de la pareja, principalmente debido a la falta de estrategias para establecer límites. “Con estas cuestiones de amor romántico, de complementariedad, de ‘vamos a ser uno mismo’, me pierdo y pierdo todo lo que soy”. Las mujeres adultas también son susceptibles de caer en dinámicas dañinas, pues, argumenta, la violencia es estructural.
Como parte de las soluciones, la responsable del OVSG de la Ibero Puebla exhorta a trabajar en el consentimiento y redefinir el amor de pareja. “En el momento en que una relación nos haga sentir emociones de ansiedad y nos cierre las puertas acerca de lo que realmente somos […], ahí es donde podemos tener unos focos de alerta. Hay que estar con todos los sentidos muy despiertos”.
De igual manera, llama a vivir el amor desde la escucha activa hacia los demás para tener una visión integral de situaciones que pueden ser dañinas y, eventualmente, pedir ayuda. El soporte colectivo juega un papel clave en estos procesos, pues en la medida en que más mujeres reconocen y denuncian las violencias, los círculos de violencia pueden romperse desde la colectividad.
El amor significa percibir las características personales y encontrar la manera de articularlas con otras personas para caminar hacia la libertad y la compañía, siempre respetando la individualidad de los demás. “La apuesta y la lucha es por seguir construyendo relaciones amorosas en las que reconozcamos nuestros principios y fundamentos”, dice Gamboa Muñoz. Y cierra: “Ese es el amor que nos va a conducir a otros”.