El mejor Messi es el último Messi

De esto hablaban nuestros padres cuando hablaban de Diego Maradona: Argentina está en aprietos y el 10 las pide todas. Australia acaba de descontar, faltan trece minutos y el ataque de pánico es inminente. Pero Lionel Messi se adueña del escenario. El partido, la pelota y el resultado son suyos. También los hinchas que ofrecen sus reverencias a cada rato.

En el estadio Ahmad bin Ali somos 45 mil personas viendo cómo un genio de 35 años escribe la historia, en vivo, ante nuestros ojos. Cuando en un siglo o dos alguien visite Doha, en estas coordenadas debería encontrarse con una placa con la siguiente frase grabada: sobre este suelo, el 3 de diciembre de 2022, Lionel Messi jugó su partido más Maradoniano.

De repente esta faraónica cancha es también una cápsula que nos permite viajar en el tiempo. La Pulga desafía las leyes de la física y le demuestra a la ciencia que puede rejuvenecer sus células. Parece la Pulga versión 2011, con un arranque frenético y una verticalidad imparable, la que va gambeteando a campo traviesa por la cancha, dejando en ridículo a un mediocampo australiano que sale sin éxito a su caza. Messi baila sobre la pelota y deja un tendal de cuerpos en su camino, uno tras otro, como si no estuviera al límite desde lo físico, como si no hubiera jugado hace 72 horas.

Australia no puede frenarlo. Graham Arnold no encuentra demasiadas explicaciones para lo que está viendo, un testigo con ubicación privilegiada para disfrutar de la función: “Es increíble, es uno de los mejores de la historia. Hemos hecho un esfuerzo ingente por neutralizarlo, sabiendo el gran jugador que es, pero es excepcional”. El 10 hace lo que quiere con la pelota y con los rivales urgidos por el resultado. Sus gambetas, las infracciones que inventa, son oxígeno para su país. Solo la impericia de Lautaro Martínez, a quien busca con insistencia para que quiebre la sequía que arrastra en Catar, mantiene con vida a los Socceroos.

Pero Jackson Irvine, quien disputó los noventa minutos pese a haber recibido una amarilla en el primer cuarto de hora, corre atrás de su estela: «Para jugadores como yo, que nunca han jugado al más alto nivel en su país, es surrealista venir aquí y estar en este entorno tan único. Evidentemente, es surrealista y es un momento para reflexionar sobre el hecho de haber estado en el terreno de juego con, posiblemente, los más grandes de la historia».

Antes de su recital, Messi había registrado un primer tiempo soberbio en el que volvió a exponer su genialidad para inventar un gol de la nada que reescribió el guión del partido. Su definición de billar quebró la resistencia australiana y estropeó los planes de un adversario que tampoco tenía demasiados recursos para modificar el trámite. Aquella sutileza, su noveno tanto en la historia de la Copa Mundial, marcó el camino para una Albiceleste que desenmarañó el cerrojo ocenico.

Porque Messi es inevitable. Después de 1000 partidos al máximo nivel durante la era del dato y el análisis, todos saben lo que va a hacer pero nadie, absolutamente nadie, puede detenerlo. Esa jugada en la que recibe en la frontal, se acomoda para su zurda y ejecuta un disparo de rastrón que no se despega del suelo la hizo un millón de veces y, sin embargo, este sábado volvió a ser gol. Los defensores y los arqueros, los rivales en general, saben lo que Messi va a hacer pero nadie puede frustrarlo.

“Messi acaba de hacer la mejor exhibición individual que hemos visto en esta Copa Mundial, por una milla de diferencia”, comentó Rio Ferdinand -ex zaguero del Manchester United y de Inglaterra- en televisión. La Pulga celebró su milésimo encuentro con varios hitos: superó a Maradona como segundo máximo artillero de la historia mundialista argentina, marcó su primer gol en juegos de eliminación directa en la Copa Mundial y emitió el boleto para los cuartos de final en los que su voraz nación intentará cruzar otra vez el rubicón ante Países Bajos.

Si el mejor Messi, como dijo el genial Pablo Aimar que hoy apuntala a Lionel Scaloni como asistente en la Selección, siempre es el último Messi, el mejor Messi está acá sobre el césped del Ahmad bin Ali. El héroe, el ídolo, es también un gran capitán que mostró un liderazgo absoluto durante toda la travesía catarí. Desde aquella derrota inicial frente a Arabia Saudí en donde dio la cara ante la prensa internacional frenando una y otra en zona mixta hasta estos minutos finales en los que buscó con obsesión el gol de Lautaro Martínez, el 10 también asumió con brillantez el rol maradoniano.

Ya consumado su triunfo, el genio se canta a sí mismo. Es el director de orquesta de un pueblo que sueña y que ahora festeja desde las gradas en una noche que fue completamente celeste y blanca. La versión más carismática de Messi celebra todavía sobre el césped, de cara a la tribuna colmada por sus compatriotas: «Muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar. Quiero ganar la tercera, quiero ser campeón mundial. Y al Diego, en el cielo lo podemos ver, con Don Diego y con la Tota, alentándolo a Lionel». (Con información de la FIFA)

diciembre 4, 2022 - 10:45 am

Por: Staff

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