Londres, 24 Jul (Quién).- Cientos de fotógrafos se arremolinaban en la puerta de la Lindo Wing del hospital de St. Mary, en Londres, para tener la fotografía del heredero al trono, el príncipe George Alexander Louis, tercero en la línea de sucesión, en aquel entonces.
Sólo un día después de haber nacido, William y Kate, que para ese tiempo eran los duques de Cambridge, presentaron al mundo a “baby George”, como se le llamaba cariñosamente en los medios. Un bebé que tendría que cumplir un importante destino muchos años después. Mientras tanto, sus padres tenían claro que era indispensable darle una infancia casi normal, una que William hubiera querido para sí mismo. La palabra clave aquí es “casi”. Y es que, como futuro rey, George ha tenido desde siempre una agenda muy diferente a la de otros niños de su edad. A los 8 meses hizo su primer viaje “oficial”, acompañando a su papás a un tour de tres semanas por Australia y Nueva Zelanda, como lo hizo William con Carlos y Diana de Gales , algo que resultó revolucionario en su momento. Sus viajes por el mundo lo han llevado de Polonia y Alemania a Canadá, Francia y Jordania. Pero, de vuelta en casa, George ha vivido una infancia tranquila y muy privilegiada. A los cuatro años comenzó a estudiar en el colegio Thomas’s Battersea de Londres, cuya inscripción es tan cotizada que debe registrarse a los futuros estudiantes apenas nacen, aunque sería bastante difícil que negaran la entrada al futuro rey de Inglaterra. Más adelante, William y Kate inscribieron a su primera hija, la princesa Charlotte , al mismo colegio, asegurando que los hermanos recibieran exactamente la misma educación. La filosofía del Thomas’s Battersea, cuya colegiatura es de aproximadamente 24 mil dólares anuales, es “ser amables” y “adquirir confianza, liderazgo y humildad”. Entre las particularidades del instituto están el que no permiten a los niños tener un “mejor amigo”. Todos los alumnos deben relacionarse de igual manera entre ellos.
Los planes cambiaron cuando los entonces duques de Cambridge decidieron cambiar su hogar en el departamento 1A del Palacio de Kensington para mudarse al área de Windsor, buscando más espacio y, una vez más, una vida familiar tranquila, lejos del bullicio de Londres. Por lo que, después de mucho indagar, los príncipes de Gales optaron por la Lambrook School, a la que acudirían los tres hermanos juntos. En un escenario perfecto, con 21 hectáreas de idílica campiña inglesa, el futuro rey comparte colegio con otros 560 estudiantes, agrupados por habilidades, y no por edad. Las clases, con duración de sólo 35 minutos, van desde ciencias y arte hasta cine, animación y cocina, y su programa deportivo incluye natación, esgrima, golf, y claro, polo, la actividad aristocrática por excelencia. También tiene una esctricta política anti-bullying. Y aunque Lambrook es un internado, William y Kate decidieron que George , Charlotte y Louis fueran exclusivamente alumnos de día, y por las tardes vuelvan a su hogar en Adelaide Cottage, una casa ubicada dentro del complejo de Windsor que es mucho más “austera” comparada con el Palacio de Kensington, con sólo cuatro habitaciones, al punto de que la niñera de los príncipes, María Teresa Turrión , al igual que el resto del staff de la familia, vive en una casa separada, algo que ha obligado a los niños a ser más independientes.
Y mientras George estudia entre la élite británica, con cierto aire de normalidad, tiene claro su futuro papel, del que sus padres se han encargado de informarle poco a poco. “Mi papá va a ser rey, así que: cuidado”, se reportó recientemente que George contestó a unos compañeros que lo molestaban. Pudo haber agregado que él, en algún punto, será el siguiente. Según el libro del historiador Robert Lacey, Battle of Brothers, George se enteró de su rol cuando tenía siete años. “ William no ha revelado al mundo cómo y de qué forma le dio la gran noticia a su hijo”, asegura, “pero fue alrededor de su séptimo cumpleaños que sus padres le dieron detalles de lo que su vida de ‘servicio y deber`implicaría”, señala. El Daily Mail , por otro lado, comenta que William y Kate han explicado tanto a George como a su hermana menor los pormenores de su papel en la familia real explicándolo “cómo si fuera un cuento”. Los cambios en el trato de Kate y William a su primogénito, desde hace algunos meses, han sido discretos y paulatinos, pero evidentes. George ya no camina de la mano de sus papás, como solía hacerlo. En cambio, William deja que vaya solo y lo sigue de cerca. En la pasada misa de Pascua, el príncipe de Gales dejó que George fuera el primero en saludar a los sacerdotes y darles las gracias por el servicio religioso, mostrando un nivel de madurez alto para un niño de su edad. A la par, lo incluyen cada vez más en eventos cortos pero significativos, preparándolo para lo que será una vida frente al ojo público: desde eventos deportivos como la euro o Wimbledon, hasta actividades parecidas a las que realizan sus padres, en contacto directo con la gente, George parece adaptarse bien a una variedad de circunstancias. William y Kate se han esforzado porque sus tres hijos participen en eventos que involucren una palabra clave: servicio, como durante la pandemia, cuando los llevaron como voluntarios para repartir alimentos a personas en riesgo. “George se ha convertido en un niño seguro y le encanta conocer gente nueva”, aseguró una fuente al Daily Mail. “No se ponen nerviosos en público y ya muestran señas de convertirse en grandes líderes”, agregó sobre el príncipe y su hermana de 8 años. Y aunque aún queda tiempo para que George sea un miembro de la familia real en activo, su agenda estará llena para cuando cumpla 30 años, si no es que antes, sus padres ya tomaron la primera gran decisión de su educación: si todo sale como está planeado, será inscrito en el prestigoso colegio Eton cuando cumpla 13 años, tal como lo hicieron su papá y su tío Harry . El colegio estipula que quien desee ingresar a sus filas deberá preregistrarse tres años antes, es decir, al cumplir los 10 años, por lo cual los príncipes de Gales han presentado ya al futuro rey en la que seguramente será su alma mater, hogar de incontables primeros ministros y miembros de la realeza. Mientras el momento de dejar su casa por el exigente internado llega, el príncipe puede disfrutar de una vida relativamente simple en la campiña inglesa, por ahora.