De forma instintiva los seres humanos, sin importar su lugar de origen, pueden reconocer cuando alguien es confiable o podría hacerles daño, reveló un estudio internacional en el que participaron expertos del Posgrado de Psicología de la UNAM.
Isaac González Santoyo, investigador de la Facultad de Psicología, precisó que posiblemente esta capacidad ayudó a los primeros humanos en las interacciones sociales entre los miembros de un grupo.
“De manera innata, independientemente del contexto sociocultural donde el individuo nace, tenemos la capacidad de juzgar de manera subjetiva la confiabilidad o la intención de dañarte, lo que pudo favorecer la supervivencia y, posiblemente, la reproducción del individuo”, comentó el doctor en Ciencias Biomédicas por la UNAM.
Si una persona percibe que el rostro de otra es dominante, será más cautelosa al interactuar con ella; en cambio, si percibe que puede confiar se favorecerán más las colaboraciones sociales.
Labor internacional
El estudio publicado en la más reciente edición de la revista Nature Human Behavior surgió como parte de una red internacional llamada Psychological Science Accelerator (PSA) y en la que participan expertos de todos los continentes, con el objetivo de luchar contra un problema inminente en la psicología: la falta de replicabilidad en investigaciones que han tenido gran impacto en el área.
“Con 41 países hicimos la muestra más grande que se ha realizado de cualquier estudio que evalúa conductas humanas, con 11 mil 570 participantes de 11 regiones del mundo”, explicó.
El experto detalló que este tipo de investigaciones se realizaban usualmente en caucásicos o grupos culturales de altos ingresos socioeconómicos, en los cuales se revisaba la percepción facial, pero existía la duda de si estos resultados se podían replicar en otras poblaciones del mundo.
Éstos afirman que, por ejemplo, es más probable que las personas cooperen en interacciones socioeconómicas con individuos cuyos rostros lucen confiables, votan por aquellos con rostros que parecen competentes y buscan relaciones románticas con los más atractivos. Y, por el contrario, quienes no parecen dignos de confianza pueden ser socialmente menos favorecidos.
Para ello, cada uno de los investigadores presentó imágenes de 120 rostros (60 hombres y 60 mujeres) de cuatro grupos étnicos para que las personas evaluaran qué tan atractivas parecen, dominantes, inteligentes, confiables, agresivas, malos, responsables, sociales, infelices o lucían extraños.
Lo que revelaron es que en el mundo los seres humanos, independientemente de si nacieron en África, Europa o América Latina, juzgan de forma similar las imágenes o el rostro de otros en dos dimensiones, principalmente: confiabilidad y probabilidad de ser dañado.
En este trabajo, además de González Santoyo, colaboraron Anabel De la Rosa, Alan Barba-Sánchez, de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala; Elliott Kruse, del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, además de Nadia Corral Frías y Martha Frías Armenta, de la Universidad de Sonora.
Más allá de lo innato
A pesar de esta consistencia en la percepción de confiabilidad, este grupo internacional encontró que con el uso de una estrategia de análisis alternativa se observa mucho más variabilidad en la percepción facial entre países, para dimensiones sociales muy importantes como el atractivo, la inteligencia o la responsabilidad.
Por lo anterior, el equipo de González Santoyo expandió sus estudios porque encontró que el mexicano modifica su percepción de acuerdo con otra característica facial: el tono de piel.
Esto llevó al investigador universitario a indagar cuáles son las características de la forma del rostro que serían determinantes para emitir juicios de forma innata como especie, y cuáles son los otros componentes, como el tono de piel, que han sido aprendidos como favorables socialmente por los miembros de un país debido a procesos históricos determinantes, como una historia de conquista.
“Evaluamos si el cambio en la coloración de la piel asociada a características caucásicas aprendidas a mejor jerarquía social, está asociada a la percepción subjetiva que tenemos de los individuos o si esta percepción se relaciona con la forma del rostro, independientemente del tono de piel”, subrayó el investigador.