El Talibán irrumpió el domingo en la capital de Afganistán después de que el gobierno se vino abajo y el presidente se sumó al éxodo de afganos y extranjeros, marcando el fin de una costosa campaña de dos décadas de Estados Unidos para rehacer al país.
Combatientes talibanes fuertemente armados se desplegaron por toda la capital, y varios de ellos ingresaron al abandonado palacio presidencial de Kabul. Suhail Shahin, portavoz y negociador del Talibán, dijo a The Associated Press que los rebeldes sostendrán conversaciones en los próximos días con el objetivo de formar un “gobierno islámico abierto e incluyente”.
Horas antes, un representante del Talibán había dicho que el grupo anunciaría desde el palacio la restauración del Emirato Islámico de Afganistán, el nombre formal del país cuando era gobernado por los talibanes hasta que fuerzas estadounidenses los expulsaron tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, orquestados por Al Qaeda bajo el amparo del Talibán. Sin embargo, esos planes parecían haber quedado en suspenso.
La ciudad era presa del pánico. Helicópteros sobrevolaron todo el día para desalojar al personal de la embajada estadounidense. Había humo en las cercanías de la misión diplomática porque personal destruía documentos importantes, y la bandera estadounidense fue arriada. Otras misiones diplomáticas occidentales también se disponían a retirar a su personal.
Los civiles, que temen que los talibanes vuelvan a imponer el tipo de gobierno brutal que prácticamente eliminó los derechos de las mujeres, también se apresuraron a abandonar el país, haciendo fila frente a los cajeros automáticos para retirar los ahorros de toda su vida. Los más pobres, que dejaron sus hogares en el campo pensando que en la capital estarían más seguros, permanecían en parques y espacios abiertos por todo Kabul.
Aunque el Talibán prometió una transición pacífica, la embajada estadounidense suspendió sus actividades y por la tarde recomendó a los estadounidenses que se mantengan en donde estén y no intenten llegar al aeropuerto.
Los vuelos comerciales fueron suspendidos después de que surgieran disparos esporádicos en el aeropuerto de Kabul, según dos altos oficiales militares estadounidenses. Las evacuaciones continuaban en vuelos militares, pero la cancelación de los vuelos comerciales cerró una de las últimas rutas disponibles para los afganos que desean irse del país.
Muchas personas veían incrédulas las imágenes del aterrizaje de helicópteros en la embajada para trasladar a diplomáticos a un nuevo puesto militar en el aeropuerto. El secretario de Estado norteamericano Antony Blinken rechazó las comparaciones de lo que estaba sucediendo con la salida de Estados Unidos de Vietnam.
“Evidentemente esto no es Saigón”, declaró Blinken al programa “Esta Semana” de la ABC.
El embajador estadounidense figuró entre las personas evacuadas, dijeron funcionarios que solicitaron el anonimato porque no estaban autorizados a informar sobre operaciones militares. El embajador pidió regresar a la misión, pero se desconoce si se lo permitieron.
Conforme los insurgentes se acercaban el domingo, el presidente Ashraf Ghani huyó en avión del país.
“El expresidente de Afganistán se fue de Afganistán, dejando al país en esta difícil situación”, dijo Abdulá Abdulá, jefe del Consejo de Reconciliación Nacional de Afganistán y rival de Ghani desde hace tiempo. “Dios lo hará rendir cuentas”.
Ghani señaló después en Facebook que había decidido abandonar el país para evitar un derramamiento de sangre en la capital, sin precisar a dónde se fue.
Conforme caía la noche, los talibanes se desplegaron en todo Kabul, tomando el control de los puestos de la policía abandonados y comprometiéndose a mantener el estado de derecho durante la transición. Los habitantes informaron de saqueos en partes de la ciudad, incluyendo en el exclusivo distrito diplomático. En mensajes difundidos en las redes sociales se recomendaba a la gente permanecer en sus casas y atrancar sus puertas.
En una espectacular ofensiva, el Talibán capturó casi todo Afganistán en algo más de una semana, pese a los cientos de miles de millones de dólares gastados por Estados Unidos y la OTAN durante casi 20 años para reforzar a las fuerzas de seguridad afganas. Apenas días antes, una evaluación militar estadounidense estimó que la capital no sería objeto de presión de los insurgentes durante un mes.
La caída de Kabul marca el último capítulo de la guerra más larga de Estados Unidos, la cual comenzó después de los atentados del 11 de septiembre. Washington encabezó una invasión con la que el Talibán fue sacado del poder y obligado a replegarse, pero los estadounidenses se distrajeron del conflicto debido al caos de la guerra de Irak.
Durante años, Estados Unidos buscó salir de Afganistán. El presidente Donald Trump firmó un trato con el Talibán en febrero de 2020 que limitaba las acciones militares directas contra los insurgentes. Eso permitió a los combatientes fortalecerse y maniobrar rápidamente para asumir el control de zonas cruciales cuando el presidente Joe Biden anunció sus planes de retirar a todas las fuerzas estadounidenses a finales de este mes.
Después de que los insurgentes ingresaron a Kabul, los negociadores del Talibán debatían una transferencia del poder, dijo un funcionario afgano. Éste, que solicitó el anonimato para poder hacer declaraciones sobre las negociaciones a puerta cerrada, dijo que eran “tensas”.
Se desconocía de momento la fecha en que tendría lugar la transferencia del poder y quién estaba negociado por los talibanes. Los negociadores por el gobierno incluían al expresidente Hamid Karzai; el dirigente del grupo político y paramilitar Hizb-e-Islami, Gulbudin Hekmatyar, y Abdulá, abierto crítico de Ghani.
Karzai apareció en un video publicado en internet, acompañado por sus tres hijas jóvenes, diciendo que permaneció en Kabul.
“Estamos tratando de solucionar pacíficamente el problema de Afganistán con el liderazgo Talibán”, declaró.
Fuente_ AP