En el municipio de Huaquechula, ubicado en el valle de Atlixco, año con año la celebración de Día de Muertos se vuelve una gran fiesta debido al importante número de visitantes que llegan para admirar sus peculiares ofrendas de muertos, que se distinguen por su impecable color blanco y monumental tamaño.
En esta edición, en el municipio se levantaron un total de 35 ofrendas, que corresponde a igual número de personas que fallecieron de agosto de 2017 a agosto de 2018, tal como lo marca la tradición, pues quienes murieron después de esta última fecha, tendrán su primera ofrenda hasta 2019, ya que la familia reunirá el dinero para realizarla.
Carlos Ismael Ponce Vargas, director de Turismo municipal, informó que los días 1 y 2 de noviembre, las familias de los fallecidos abren las puertas de sus casas para que visitantes conozcan las ofrendas.
Gracias a esta tradición, la localidad espera cerca de 80 mil personas, lo que se estima genere una derrama económica de tres millones de pesos en beneficio de Huaquechula.
La peculiaridad de los Altares de Muertos de este municipio poblano recae en su monumental tamaño, su forma piramidal y su hermoso tono blanco derivado de las telas raso, flores blancas y la luz artificial o de las ceras.
Fieles a la tradición, en la casa de la familia Jiménez Núñez, ubicada en la calle Avenida de la Juventud y marcada como la ofrenda número 9, se levantó el altar en memoria de José Cruz, un joven de 30 años de edad quien padecía de síndrome de down y parálisis cerebral. Él falleció el pasado 8 de julio debido a un paro cardiaco.
A la entrada de la vivienda, la madre del fallecido, María Isabel Núñez recibe a los visitantes, quienes, además de presentar sus condolencias, le regalan una cera o veladoras, como dicta la costumbre.
En entrevista, explicó que los altares los hacen de tres niveles, toda vez que el primer piso representa todo lo terrenal, por eso ahí colocó todo lo que en vida le gustó al difunto como pan, cañas, frutas, agua, mole con pollo, sus juguetes y refresco.
Hay quienes en este nivel también ponen tequila, pulque, cerveza, tortillas, así como el guiso preferido del difunto.
Después, en el centro se debe colocar la fotografía de la persona fallecida y un espejo al frente, «eso es porque se entiende que al muertito ya no lo podemos ver, sólo se refleja su alma que nos visita», dijo.
En el segundo nivel se coloca una imagen religiosa, porque este piso significa la división entre el cielo y la tierra, por ello, se debe poner una imagen religiosa. María Isabel colocó al niño Dios, pero hay quienes prefieren poner un Cristo.
El tercer nivel representa el paso del alma al cielo, por ello en la parte superior se debe ubicar la imagen de algún santo, de preferencia de la que era devoto el fallecido, porque este nivel representa el cielo.
Por el tamaño de las mismas, las familias de Huaquechula se preparan todo un año para cumplir con la tradición, y cuentan con el apoyo de sus familiares que viven en Estados Unidos, ya que ésta es una zona expulsora de migrantes, pues los costos de los altares requieren de una inversión entre 50 mil y 70 mil pesos cada una.
Con este dinero los familiares le pagan a gente que se ha especializado en levantar las estructuras con tablas y polines.
En la mayoría de los casos se erigen en la sala o en el patio de cada vivienda, pues los altares llegan a medir entre cuatro y cinco metros de largo y ancho.
También la inversión la ocupan para comprar muchos metros de tela blanca como satín o raso, la cual sirve para forrar las estructuras y ser el fondo donde los dolientes colocarán la foto del difunto, comida como pipián verde, mole poblano, tamales, pan de muerto y de la región, tortillas de maíz; así como bebidas como chocolate, tequila o cerveza.
En el altar no pueden faltar sus inigualables ceras lloronas o con escamas, que dan la apariencia de estar «chorreadas», así como mucha flor blanca como gladiolas y nubes.
Aquí, la flor de cempasúchil la ocupan para formar un camino de pétalos que sirva al alma del difunto a regresar a su casa, donde los familiares lo reciben con oraciones e incienso.
Así ocurrió con la familia del señor José Eleno Vargas, quien murió el 1 de noviembre de 2017 y por ello sus cinco hijos organizaron la ofrenda y la comida por el primer año de fallecido.
En su ofrenda destacó el mole con pollo, los tamales y las tortillas hechas a mano, así como música de mariachi, pues sus hijos relataron que fue un hombre muy alegre, que le gustaba el baile y se caracterizaba por su buen sentido del humor.
Por esta gran fiesta y como un reconocimiento a esta tradición, las ofrendas y Día de Muertos de Huaquechula son Patrimonio Cultural del Estado por decreto del gobierno poblano, publicado en el periódico Oficial el miércoles 6 de agosto de 1997.
Cada año aumenta el número de visitantes, quienes pueden ser guiados por jóvenes que forma el Ayuntamiento en turno para que explique y dirija a los paseantes.
Fotos: Es Imagen / Andree Jiménez
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