La experta anima a salir de las estructuras tradicionales y adultocéntricas de la literatura, aunque sin desecharlas, para que las lecturas puedan ser accesibles para las infancias y adolescencias.
¿En qué momento dejamos de soñar, anhelar o imaginar como cuando éramos niños o niñas? Para Laura Guerrero Guadarrama, nunca, y negarlo es producto de un sistema adultocéntrico que se ha colado hasta la literatura, donde desde la academia o la sociedad se menosprecia la literatura infantil y juvenil —también conocida como LIJ—.
Esto es lo que subrayó la experta en su conferencia El cuento no adultocéntrico, un giro subversivo, donde hizo especial énfasis en el impacto social y educativo que obras de literatura infantil y juvenil han tenido no solo en ese público, sino también en los adultos.
A través de un recorrido teórico e histórico, Guerrero Guadarrama animó a las y los adultos a aprender más de esta rama para resignificar las lecturas que se producen desde ahí, y que son importantes para el desarrollo de nuevas formas de ver la vida gracias al acercamiento a las juventudes.
Literatura infantil y juvenil: cosa de grandes y chicos
La LIJ es una rama subestimada desde la academia, principalmente por tratarse de lecturas enfocadas a menores de edad. Explicó la experta que su producción se divide en cuatro sectores principales que, si bien son la principal razón por la cual no hay que menospreciarla, también pueden ser detonantes de lecturas obsoletas y poco atractivas si se plantean desde el adultocentrismo.
La cadena comienza con el sector creativo, o sea, los diseñadores, que según la experta concentran sus esfuerzos en ilustrar de forma llamativa las obras, y en donde los límites de la creatividad no existen. Posteriormente llegan las y los editores, quienes ejercen su juicio para decidir si las lecturas son apropiadas para los destinatarios.
El segundo factor más importante para este proceso recae en la participación de padres o madres, ya que son quienes fungen como mediadores de la lectura de las infancias, quienes son eslabón en la cadena. Sin embargo, la Dra. Guerrero remarca que no necesariamente debe ser así, pues niños y niñas pueden incidir desde el sector creativo o editorial, y el público puede ser adulto.
Es por esto, y por la amplia propuesta literaria que existe desde instancias creativas, que la LIJ no puede reducirse a un subgénero de la literatura. Guerrero profundizó: “tiene bastantes complejidades y subgrupos que lo distinguen y lo hacen elaborado”.
La conferencista remarcó la creatividad y propuesta que existe en esta rama literaria. Los propios autores que no solo son adultos, sino también son niños y niñas que plasman sus mayores sueños y anhelos en obras de literatura adaptada —o hurtada, como la clasificó también—, donde obras clásicas son adoptadas por y para las infancias.
O también la literatura instrumental, que responde a un acervo específico de la literatura infantil y juvenil al acercar el conocimiento a las infancias, por ejemplo, para el conocimiento del cuerpo humano o el mar. Para la experta, esta es una manera de “informar con literatura”.
Si bien en la literatura infantil y juvenil existen niveles de lectura que se asocian a las etapas y edades del público al que llegan, es necesario replantear esta estructura para cambiarla a niveles de comprensión lectora, ya que existen cada vez más niños con mayores capacidades para leer obras complejas.
Es aquí donde el cuento, que deviene de una amplia tradición oral y escrita, entra a la ecuación. En conjunto con la narración, las y los lectores pueden acercarse a nuevas formas de ver las historias que pueden ser la vía para explotar la imaginación desde una mirada no adultocéntrica.
“Les invito a pensar en ese enorme mundo de la literatura infantil y juvenil como un ente. Sí, manejado por el mundo adulto, pero que al mismo tiempo tiene profesionales que luchan por emanciparse de los intereses adultos”, dijo Laura Guerrero, que ve en la LIJ una nueva forma de entender el mundo literario.