Las localidades que han hecho de la seguridad un asunto comunitario dan muestras favorables de lo que ocurriría si se transitara de un modelo de Estado represor a uno protector de la vida.
Hace unos años, Tancítaro (Michoacán) se levantó frente a la extorsión en las fincas de aguacate, el ‘oro verde’ que genera ganancias multimillonarias cada día. Del movimiento naif de autodefensas emanó el grupo profesional ‘Los Verdes’, un colectivo que inició como seguridad privada y terminó por convertirse en la policía municipal oficial.
El testimonio de este y siete municipios más quedó plasmado en el libro Policía municipal y organización comunitaria: un desafío para la paz, coordinado por integrantes del Centro de Investigación y Acción Social por la Paz (CIAS) y presentado en la Ibero Puebla.
Chihuahua, San Nicolás Escobedo, San Pedro Garza García, Saltillo, Cherán, Tancítaro y Nezahualcóyotl han logrado mantener la tendencia a la baja en cuanto a índices delictivos, dinámica que contrasta con el oleaje de violencia permanente que lacera la realidad del resto del país.
Las buenas prácticas de seguridad permitieron pasar de una agencia casi militar a una ciudadanía colaborativa con énfasis en la protección de las personas. Para ello, ha sido fundamental construir vínculos de confianza entre ciudadanía y agentes de seguridad a partir de ejercicios de transparencia y capacitación pertinente, así como el impulso a liderazgos ciudadanos.
Como resultado, los municipios transitaron hacia un modelo de ‘policía de proximidad’ y ‘coproducción de seguridad’. Comentó Antonio Fuentes Díaz, catedrático de la BUAP: “El libro es un primer nivel, un paso hacia la institucionalización de la apropiación comunitaria de la seguridad”.
Por su parte, Giovanna Gasparello, investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), destacó el texto como un mapa de ruta para transitar desde el enfoque de la seguridad pública con la milicia como actor protagónico hacia uno que privilegie los derechos de las personas.
Para llegar a ello se necesita un cambio de paradigma en doble vía: el reconocimiento de la policía como integrante de la comunidad, y la inclusión de la ciudadanía en la construcción de seguridad. “El hábito participativo no solo es una necesidad, es un camino que hay que construir […] Implica romper el cliché de los policías como corruptos, pero también la inercia de prácticas que caen en el abuso de poder”.
Cherán y Tancítaro dan cuenta de las dinámicas de colaboración en las comunidades rurales e indígenas. Los elementos de seguridad asumen el compromiso de rendir cuentas ante las asambleas que les asignaron tales roles. A decir de la experta, estas tareas deben estar inspiradas en el cuidado, no en la represión.
El libro devela nuevas posibilidades para la seguridad nacional a partir de casos de éxito reales. “Está lleno de esperanza y de fe en la agencia humana para cambiar su vida y mejorarla”, celebró la profesora Shannan Mattiace desde la Universidad de Allegheny College en Pensilvania.
Diferentes estudios destacan los bajos índices de confianza en los elementos de seguridad en México y en toda Latinoamérica. Por ello, consideró fundamental para un Estado de derecho democrático la participación ciudadana de forma integral, así como un cuerpo policial transparente. “Sí hay policías que trabajan para resolver los conflictos a nivel local”, aventuró.
Como ilustró uno de los coordinadores de la obra, Óscar Daniel Torres Rosales, el equipo de investigación realizó entrevistas a los elementos de seguridad de cada municipio para conocer su preparación, ideología y operatividad. El diálogo posterior con los pobladores permitió corroborar que unos y otros han colaborado en la construcción de identidad colectiva.
Esta sinergia encuentra su cohesión en un cúmulo de historias de dolor. Cynthia Rocío García Nieves, colaboradora del libro y del CIAS, recordó que las nuevas formas de construir seguridad han sido producto del interés común de hacer frente a la criminalidad. “Cuando los escuchamos es cuando decimos: ‘de verdad hay otras formas de construir seguridad’”.
La policía municipal de inspiración comunitaria es clave para la reconstrucción de la paz. Su presencia, arroja el estudio, reduce la incidencia delictiva y reivindica las buenas prácticas policiales. Así lo apreció Jorge Atilano González Candia, SJ: “Son 10 años de sostener bajos índices delictivos. Es de analizarse el por qué”.
El coordinador del libro y asistente del Sector Social del Gobierno de la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús encuentra en el texto una serie de recomendaciones para reducir los índices de corrupción en la seguridad a partir de policías preparados y ciudadanos proactivos. Más aún: “El libro cuestiona la concepción de Estado, a quién delegamos las tareas de seguridad”.
El horizonte, concluyó, es contar con una policía capacitada para resolver la conflictividad de su respectiva jurisdicción. Ello puede lograrse por dos vías: que la sociedad civil delegue el uso de la fuerza, o bien, que se vuelva partícipe de la construcción de paz.