Expertas se reunieron para discutir, desde una mirada feminista, la importancia de implementar modelos económicos alternativos.
Otras economías son posibles a través del trabajo colaborativo, la transversalización de saberes y la revalorización del trabajo de las mujeres. Eso es lo que académicas y expertas discutieron en el panel Feminismos y economía social y solidaria, misma que se une a la Cátedra Unesco de Economía Social y Solidaria.
Marcela Ibarra, directora del Laboratorio de Innovación Económica y Social (LAINES), puso en discusión la actualidad de la economía social y solidaria, y cómo las propuestas feministas han impactado en esta.
Ibarra expuso que, si bien la economía social y solidaria aún recae en prácticas e ideas centradas en la cadena de producción, distribución y consumo, su fusión con las economías feministas ha visibilizado otras dimensiones que critican el modelo tradicional.
Así pues, planteó la académica, la finalidad principal es denunciar al patriarcado y la división sexual del trabajo arbitraria e histórica que se ha asignado a hombres y mujeres, lo que se planteó como una de las aportaciones fundamentales de las economías feministas a la economía social y solidaria.
Esa idea fue complementada por Irma Lilia Zentle, egresada de la Maestría en Gestión de Empresas de Economía Social de la Ibero Puebla. Desde un lugar en el que la teoría económica es masculinizada, estas propuestas son una crítica con perspectiva de género a los modos de trabajo. Esta mirada, aseguró, es necesaria para no precarizar la vida de las personas y generar propuestas económicas que aporten al desarrollo de las mujeres.
“La participación de las mujeres en grupos productivos refuerza y abre camino para su vinculación a otros movimientos y articulaciones sociales”, por lo que la unión de economías feministas, sociales y solidarias también impacta en la vida política de las mujeres, explicó Zentle.
Catalina Rubilar, académica de la Universidad de Santiago de Chile, reconoció la irrupción de las economías feministas en el sistema mercantil, que lo invalida y prioriza en su lugar una economía de los cuidados y del trabajo doméstico: labores de la esfera privada.
Para Rubilar, la economía social y solidaria se complementa con las economías feministas, pues propone un modelo que sale del capitalismo y su esquema tradicional, y se centra en valores que priorizan a las personas frente al capital.
“No tan sólo es que la economía debiese ser feminista, más bien lo veo desde una posición ante las crisis existentes e imperantes. [Ambos modelos] son parte del camino para pensar en la sostenibilidad de la vida”, explicó.
El testimonio de Rufina Villa, administradora del hotel Taselotzín, ubicado en Cuetzalan, Puebla, unió todo lo discutido en el panel desde la práctica que lleva día con día en el recinto, pues reconoció que estos esquemas económicos apoyan a las mujeres a que su trabajo sea valorizado y justo.
“A nosotras como mujeres indígenas nos apoyan, nos hacen ver ese cambio de lo que nosotras podemos hacer de forma individual, sin estar organizadas”. Ella como parte del grupo Masewal Siwamih Moséñolchikawani —‘mujeres indígenas que se apoyan’, en náhuatl— desde 1985, pudo participar y organizar diferentes iniciativas de economía social y solidaria feminista.
Rufina Villa agradeció los aprendizajes que tuvo con la participación activa en esquemas económicos sociales y solidarios organizados por mujeres, que no solo le dieron herramientas para el comercio justo, sino también le dieron la confianza para emprender y crear espacios de participación para mujeres.