En la sierra norte de Puebla existen múltiples megaproyectos, específicamente mineros, que provocan el fallecimiento de muchas personas y un daño importante a la tierra. Cuando llegan los llamados “proyectos de muerte” rompen con toda esperanza de vida debido al uso de químicos dañinos para todos los seres vivos. Pero los costos son mucho más complejos y profundos.
A través del Programa Universitario Ignaciano (PUI), la Ibero Puebla conformó un conversatorio con mujeres representantes de colectivos y organizaciones defensoras de los derechos de las comunidades indígenas de Puebla y Morelos, donde se abordaron aspectos de la vida en resistencia contra una supuesta modernidad a costa de las personas.
Estos proyectos rompen los lazos comunitarios y los espacios de toma de decisiones. “Una de las estrategias es comprar autoridades para romper el vínculo interno”, denunció Ana Paula García Valeriano, directora ejecutiva del Centro de Estudios Ecuménicos, A. C. Las pérdidas se dan a en términos de biodiversidad, pero también a nivel lingüístico, cultural y ontológico.
Como respuesta a la devastación, las comunidades han llevado a cabo acciones formativas: a través de caravanas, foros, entrevistas y rituales, se ha visibilizado la lucha por salvaguardar la región. En estos espacios se ha enfatizado que la contaminación del agua producto de la presencia industrial desata un sinfín de problemáticas sanitarias, sociales, económicas y espirituales para los habitantes.
Como mujer indígena, Lucía Martínez, integrante del colectivo Mujeres organizadas por el cuidado y la defensa de la vida en Ixtacamaxtitlán, expresó su deseo de ver una tierra libre donde se valore la diversidad de flora, fauna y recursos naturales. “Debemos de cuidar, amar y defender la madre tierra que es nuestro hogar. El impacto ambiental de los proyectos a cielo abierto es catastrófico”.
De manera simultánea, el Frente de pueblos en defensa de la tierra y el agua de Morelos, Puebla y Tlaxcala lleva diez años en resistencia contra el Proyecto Integral Morelos, el cual pretende generar energía térmica mediante la extracción de millones de litros de agua y gas natural. Esto implica que las comunidades en la zona de ejes volcánicos se enfrenten a un nuevo riesgo: el gasoducto bloquea las rutas de evacuación volcánica.
A través de la “ingeniería del conflicto”, las industrias en los territorios generan afectaciones psicosociales que van desde la intimidación hasta la destrucción del tejido social. Miriam Vargas, vocera del Frente, pertenece a la tercera generación de su familia que se une a la lucha por recuperar los territorios para la vida y el trabajo. “Todos hemos sido expropiados de cualquier elemento natural. La contingencia sanitaria nos está hablando de ello”, expuso.
Fortaleza comunitaria
La defensa de la sierra de Puebla contra las obras de la compañía extractivista Almaden Minerals ha demandado una perseverancia implacable. Rica en frutas y semillas, las bondades propias de la región son la principal motivación del colectivo. “Tenemos fe en Dios de que vamos a ganar la lucha por el bien de todos. Es luchar para defender la vida del planeta”, comentó Francisca Zamora, del colectivo Ixtacamaxtitlán.
La vida comunitaria toma su sentido en el encuentro permanente entre familias a partir de la organización civil, donde cada persona tiene una o varias encomiendas en beneficio de toda la comunidad. “Tenemos un proyecto de vida que se rige por usos y costumbres, donde nuestro camino está marcado, queremos seguir sembrando, tener a nuestras familias y cuidar nuestra casa”.
Los momentos críticos son afrontados de manera conjunta y con una alegría genuina propiciada por el deseo de mantener y mejorar el modo de vida. La memoria también es fundamental: la honra de las tradiciones y las ausencias refrenda la identidad de las comunidades y la causa de los movimientos.
García Valeriano, quien participa en las resistencias como aliada externa, valoró la valentía y el amor como virtudes que irradian al entorno. “Cuando gritan las consignas se te enchina la piel; esta memoria colectiva es el grito de la tierra a partir de estos guardianes y guardianas de la creación”. Reconoció que la construcción permanente de saberes fortalece el impacto intergeneracional y entre los distintos actores sociales.
Ante la presencia intervencionista de agentes públicos y privados, el cuidado comunitario ya no tiene que ver solo con relaciones afectivas, sino con el fortalecimiento del sistema de organización, lo que ha llevado a varias comunidades a retomar la gobernanza por usos y costumbres.
Del mismo modo, los proyectos de comunicación popular han sido vistos como una forma de construir narrativas propias. Desde 2013, comunidades de Morelos han abrazado el sistema de radios comunitarias para generar sus propias agendas políticas, sociales y culturales. Las rondas comunitarias y las redes de apoyo también han atendido temas de coyuntura como la seguridad, el desarrollo económico solidario y la violencia de género.
Resistir implica conocer el planteamiento del “proyecto de muerte” para diseñar maneras estratégicas para expulsarlo. “Debemos reconocer que el problema no es nuestro. Viene de fuera y se disfraza de bienestar, lo que ellos llaman ‘progreso’”, concluyó Ignacia Serrano de Ixtacamaxtitlán. La lucha es una parte de su día a día, pero no el eje de sus vidas; este se encuentra en la vida misma, la fuerza espiritual y la madre Tierra.