Especialistas de América y Europa, cuya labor académica se ha enfocado al estudio de la Compañía de Jesús en Iberoamérica durante la época colonial, participarán en el Seminario Internacional “La Presencia de Jesuitas Italianos en Iberoamérica Colonial”, el cual se desarrollará virtualmente del 27 al 29 de junio, en conmemoración de los 450 años del arribo de los primeros jesuitas a la Nueva España.
La reunión académica es organizada por la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, por medio del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y del Centro INAH Sinaloa, y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), organismo argentino del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, a través de su programa de investigación Antiguos Jesuitas en Iberoamérica, del Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad.
El seminario internacional es coordinado por el investigador del Centro INAH Sinaloa, Gilberto López Castillo, y por el historiador del Conicet Argentina, Carlos A. Page, quienes explican que la reunión académica estará dedicada particularmente a una parte de los miembros de la Compañía de Jesús que provinieron de los territorios continentales e insulares, hoy conocidos como Italia.
A través del seminario se busca revalorizar la experiencia y contribución de italianos que aportaron al mundo americano no solo aspectos educativos y misionales, sino también en variadas áreas de la ciencia y el arte, como el pensamiento de su tiempo frente a los problemas de una sociedad compleja de la que fueron protagonistas.
En el programa participarán 25 especialistas en el tema, provenientes de Argentina, Brasil, Chile, España, Italia, México, Perú y Venezuela. Se desarrollará de forma virtual, a través de 19 ponencias, de las 9:00 a las 12:00 horas (tiempo de la Ciudad de México), y la transmisión será por INAH TV en YouTube.
De acuerdo con Carlos A. Page, los primeros 15 jesuitas llegaron al virreinato de Nueva España en 1572, enviados por el general san Francisco de Borja, para realizar tareas de educación y evangelización. Al año siguiente, ya habían construido su iglesia y el Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo, en los que hoy es la calle de San Ildefonso, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, el complejo educativo más importante de México en esa época.
La Compañía de Jesús se extendió rápidamente hacia otros sitios, donde se levantaron colegios que se sumaron al Máximo, como Puebla de los Ángeles, Oaxaca, Zacatecas, Valladolid (hoy Morelia), Guadalajara y Tepotzotlán. Hacia 1574 contaban con 50 miembros; desde sus colegios partían misiones hacia cárceles y hospitales.
Destacaron figuras en estudios filosóficos, como el italiano Vicente Lenoci o Antonio Rubio, de gran influencia en muchos jesuitas, entre ellos Francisco Javier Clavijero, quien se sumó a la producción intelectual del humanismo mexicano.
Un grupo especial al que llamaban “Padres Lenguas”, por dominar una o más hablas indígenas, se dedicaron al ministerio de indios. Su tarea de evangelización comenzó en 1591 con las misiones de Sinaloa, un territorio con las dificultades que implicaban la diversidad de lenguas, aunque no menor que las misiones de San Luis de la Paz y la de Parras o La Laguna, comenzadas en 1594, donde sobresalieron misioneros como Nicolás Arnaya y Hernando de Tovar.
Dos años después comenzaron con la misión de tepehuanes, en 1607, la de Tarahumara Baja, y para 1620, la de Chínipas y Sonora, donde resaltó el recordado padre Eusebio Francisco Kino.
Para el historiador Gilberto López Castillo la relevancia de los jesuitas en Sinaloa remite a la última década del siglo XVI, ya que fueron los miembros de la orden religiosa quienes, mediante su acción evangelizadora en misión, posibilitaron la incorporación de los pueblos yoremes a la sociedad novohispana.
El colegio jesuita de Sinaloa fue el centro de actividad religiosa y de control de la población, a partir del cual se fundaron las misiones y se expandieron por el noroeste de Nueva España.
En el intercambio cultural de la misión, los jesuitas estudiaron a las comunidades locales y dejaron registro de sus antiguas tradiciones, formas de organización social y lenguas. En Sinaloa, los jesuitas fundaron las primeras escuelas para párvulos, y posteriormente, estos niños fueron sus aliados ante sus comunidades. Actualmente, la presencia de los templos misionales se erige como una muestra del patrimonio cultural jesuítico, en tanto que las fiestas religiosas de Semana Santa y otras del calendario anual, tienen su origen en el intercambio cultural entre jesuitas y pueblos originarios.
Foto: INAH