El gigante de la economía mundial ve en el Cono Sur una fuente inagotable de recursos naturales que pretende gestionar a base de inversiones cuantiosas e impulsos tecnológicos.
En las últimas dos décadas, China ha crecido considerablemente como potencia económica a nivel mundial, lo que ha motivado cuestionamientos respecto a su modelo socioeconómico y cómo podría replicarse en países en desarrollo. Dichas interrogantes se relacionan con la dependencia del país asiático de recursos naturales y de mercados ajenos a su territorio.
Su interés en el Cono Sur es prueba fehaciente de estas necesidades. América Latina representa una fuente de materias primas, un mercado de exportación y un área de competencia diplomática con Taiwán. Como explicó Nifta Lau Ibarias en un foro híbrido de la Ibero Puebla: “Para China ha sido relativamente más fácil entrar en países en donde la complementariedad genera una percepción positiva”.
El proceso de internacionalización y diversificación del mercado chino forma parte de la estrategia Going Global (1999), una serie de acciones que buscan la sostenibilidad del crecimiento económico a través inversiones en el extranjero. Algunas posturas críticas frente a esta estrategia perciben a Pekín como un modelo amenazante para el liberalismo occidental.
Lecturas más severas sostienen que el país busca retar a instituciones y normas para reestructurar el orden mundial a su conveniencia. En tanto, las controversias a nivel de opinión pública están más polarizadas: por un lado, se aprecia un ganar-ganar en la venta de recursos naturales a cambio de capital e infraestructura; por otro, se advierte la posible pérdida de nuevos mercados.
El Gobierno chino se ha distanciado de las nociones negativas de su modelo para ofrecerse como un mercado alternativo. Sin embargo, advirtió la experta: “Ni las advertencias de este modelo chino ni los optimistas ayudan a explicar las intenciones de los lazos económicos de China en la región”.
América Latina entró en la ecuación durante el mandato de Hu Jintao (2003-2012), cuando China formalizó tratados de inversión bilaterales con México y Colombia, así como de libre comercio con Chile, Perú y Costa Rica. Además, se mejoraron alianzas estratégicas con varios de estos países.
Los mecanismos, aclaró Lau Ibarias, están diseñados para fortalecer la confianza mutua e impulsar el crecimiento del continente. Estas pretensiones tuvieron dos momentos clave en el periodo de Hu: la adhesión del país asiático al Banco Interamericano de Desarrollo en 2009 y la duplicación de los préstamos al año siguiente, mismos que rondaron la cifra récord de 37,000 millones de dólares.
Ya con Xi Jinping como presidente, la relación entre importaciones y exportaciones se mantiene entre el seis y el ocho por ciento de la actividad económica. Países como Colombia (crudo), Costa Rica (electrónica), Uruguay (soya y carne) y Panamá (madera) han incrementado extensamente sus exportaciones a China, lo cual contrasta con las alianzas de dichas naciones con Estados Unidos.
Sin embargo, pese a que la inversión alcanzó un máximo histórico en 2016 (9,799 millones), comenzó un periodo de desaceleración en el movimiento de capital en Latinoamérica. Una de las razones, explicó Nifta Lau, es que “China se está aventurando a invertir en países en los que no necesariamente tiene buenas relaciones políticas”.
Los procesos internos de China también han marcado la relación con América Latina. Acciones como el despegue de las industrias pesadas y de producción de metales han demandado la importación de energía y minerales. A su vez, el alza en el consumo de petróleo y la cruzada estadounidense contra el terrorismo llevaron a China a buscar socios fuera de Medio Oriente.
Analistas aseguran que el crecimiento chino ha llegado a un estado de embotellamiento debido al comportamiento de su manufactura ligera y de industrias pesadas: mientras que muchas industrias se han reubicado, la expansión mundial de los productos los ha vuelto poco redituables.
Además, las restricciones estadounidenses a empresas chinas han acelerado la búsqueda de otros espacios de comercio. Lo que ha hecho propicia la relación bilateral entre el continente y el país asiático es la necesidad de ambas partes de consolidar una legitimidad política y comercial. No obstante, y a diferencia del expansionismo de Hu, las estrategias de Xi Jinping se han guiado por un enfoque económico más práctico basado en inversiones estratégicas.