El feminismo está ahora, más que nunca, presente en el espacio público, en la calle, en la universidad, en el aula, afirmó María Isabel Belausteguigoitia Rius, directora del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG), de la UNAM.
Por ello, consideró, “es urgente analizar su energía; la furiosa, la de la rabia; la distante y disonante; la del ruido y la algarabía, la de la calle; la de la rima, la consonante, esa que nos ayuda a pertenecer académicamente a un texto, un canon o un grupo, y la que conjuga rabia, rima y ruido, que es la del juego e intercambio entre academia y activismo”.
Durante el foro GRRRR, Género: ritmo, rabia, rima y ruido dijo que esta entidad universitaria de la UNAM, quiere contribuir a encontrar un ritmo común entre los grupos feministas que hoy protestan en la calle, el aula, el transporte público, ante monumentos que refriegan la historia nacional y ante instituciones policiales y de seguridad.
El Foro, explicó, tiene como finalidad fortalecer las reflexiones que profundicen los vínculos productivos y complejos entre activismo y academia, sus ritmos, consonancias, ruido y disonancias.
Inicia con algunas de las “erres” que han surgido alrededor del intento de alentar la conversación como acto privilegiado de la política. “Nos hacemos preguntas, por ejemplo: qué alianzas, qué vínculos y relaciones es imprescindible alentar con el fin de reforzar una academia que entienda, histórica y teóricamente, y de mejor manera, el ruido de la militancia”, detalló.
Hasta dónde investigadoras y académicas deben o pueden ser entendidas como activistas; en qué medida sería productivo un activismo más informado académicamente o una academia más movilizada; qué tipo de intervenciones pedagógicas, artísticas, políticas, sería importante introducir o fortalecer en la vida académica universitaria con el fin de activar el conocimiento y teorizar el activismo; o cómo hacer para que los mensajes de ambas fuerzas, ambas energías, se entrelacen y sus acentos resuenen, son otros de los cuestionamientos, expuso Belausteguigoitia.
La necesaria conversación entre diferentes, en diversidad, en identidades múltiples, puede contribuir a garantizar un pensamiento crítico, militante y activista, añadió Belausteguigoitia Rius.
En la primera sesión del foro, Riánsares Lozano de la Pola, del Instituto de Investigaciones Estéticas, al referirse al gesto feminista como un inconveniente, recordó que el 16 de agosto de 2019, y el 8 de marzo de 2020 y 2021, miles de feministas marcharon en la Ciudad de México para denunciar la violencia ejercida sobre el cuerpo de las mujeres.
Las pintas han tenido un papel protagonista. Los taches y los grafitis encendieron o incendiaron acalorados debates que en cualquier caso suscitaron reflexiones en torno a la ocupación del espacio público, el sesgo patriarcal del patrimonio y la parcialidad del régimen visual construido, entre otras cosas, a partir de los monumentos.
Ariadna Solís, politóloga, historiadora del arte y estudiante de doctorado de la UNAM, señaló que en la Ciudad de México hay mujeres indígenas provenientes de distintas comunidades, quienes también intervienen el espacio público; en la marcha del 8 de marzo de 2020, por ejemplo, se hizo uso de sus lenguas y repertorios estéticos comunitarios, como ofrendas e inciensos.
De igual manera, renombraron calles que históricamente han sido llamadas desde un relato masculino, con nombres de algunas de ellas, quienes luchan por los derechos de todas, como la zapoteca Sofía Robles, primera presidenta municipal de Tlahuitoltepec Mixe, Oaxaca, en 2012.
La artista y activista Lorena Wolffer mencionó que las mujeres luchan porque no las maten, pero en esas luchas son violentadas. Estamos a casi tres décadas del registro de los primeros feminicidios de Ciudad Juárez; “llevamos 30 años planteando alternativas y proponiendo formas”.