Ana Lillian Martin del Pozzo, investigadora del Instituto de Geofísica de la UNAM, dio detalles y recomendaciones sobre la actual actividad volcánica
La principal actividad registrada del volcán Popocatépetl es la expulsión de ceniza y material balístico, la cual podría representar daños y riesgos para la población. Al impartir la conferencia “La situación actual y las emisiones recientes del volcán Popocatépetl”, Ana Lillian Martin del Pozzo, investigadora del Instituto de Geofísica de la UNAM, dio cuenta de las principales afectaciones a la salud, como irritación en los ojos, tos, respiración corta y dolor de garganta.
Estos resultados se sustentan en una muestra realizada en 700 personas de cinco rangos de edad, que van de los 13 a más de 60 años, de poblaciones cercanas al coloso, quienes presentaron además irritación de la piel, síntomas de gripe, flema, estrés, fatiga, dolor de cabeza y escurrimiento nasal.
Por ello, celebró que las autoridades del sector salud realicen trabajos sobre las implicaciones en la salud por el efecto de la ceniza volcánica, a fin de proponer, en concordancia con las aportaciones científicas, alternativas que atiendan estos problemas.
En este sentido, se pronunció por el uso de cubrebocas, sobre todo de los de triple capa que permiten atrapar y absorber estas partículas. Recomendó no usar paliacates, pañuelos, rebozos y otro tipo de tapabocas.
La investigadora de la UNAM, quien colabora con el Centro Universitario para la Prevención de Desastres Regionales (Cupreder), insistió en evitar acercase al volcán, sobre todo a la zona de exclusión que abarca unos 12 kilómetros desde el cráter. Uno de los riesgos de hacer “geoturismo” en esta zona, dijo, radica en la expulsión del material balístico; es decir, fragmentos de roca con velocidades de impacto, que de acuerdo con información oficial, van desde los 300 hasta 500 km/hora.
Por su parte, Alejandra López García, del Cupreder, y quien acompañó en su conferencia a la investigadora de la UNAM, recalcó en la importancia de la prevención y el trabajo conjunto con las universidades, ya que las condiciones no son las mismas, ni las del volcán ni las de la población.
“Existe un exorbitante crecimiento urbano de la región cercana al volcán, pequeños asentamientos que no existían en el 94 y el 2000 y que ahora están en zonas de riesgo moderado, lo que amerita que la planificación para atender una emergencia tiene que renovarse, por eso es importante la observación científica de la actividad eruptiva del volcán”, señaló.
Seguimiento histórico
La actual emisión de ceniza y material balístico es motivo de prevención y alerta; sin embargo, esta actividad no es mayor a la registrada en los años 2000 y 2001, cuando fue necesaria la evacuación de poblaciones cercanas al volcán Popocatépetl, así lo indicó la doctora Ana Lillian Martin del Pozzo.
El seguimiento que se realiza al Popocatépetl data de siglos. Esta reconstrucción histórica le permite a la comunidad científica tener una amplia idea de su comportamiento. Al respecto, la doctora Ana Lillian del Pozzo mencionó que en la Crónica Indígena del XVII ya se representaba una erupción que tuvo lugar en 1665.
“Aproximadamente cada siglo hay un evento de erupción frecuente, el de 1665 se caracterizó por tener registros de oscuridad total en la ciudad de Puebla durante tres días”.
Recordó que de 1994 a la fecha, la actividad de diciembre de 2000 y enero de 2001 están consideradas como las más fuertes, incluyendo la de este momento.
“En diciembre de 2000 tuvimos una subida de material que formó un domo muy fluido y esta erupción continuó, lo que nos llevó a una evacuación. Además, provocó un gran hongo de ceniza, el cual al bajar se colapsó y fundió la parte del glaciar, produciendo los lahares, que son corrientes de lodo y escombros volcánicos que descienden por las laderas. Este material tiende a endurecerse como cemento y aunque puede ser peligroso, sobre todo si está caliente, es menos riesgoso que el flujo piroclástico”.
Mapas de riesgo y ceniza
Ana Lillian del Pozzo indicó que a partir de la evidencia científica, crean mapas de peligro en los que señalan a través de colores, amarillo, naranja y rojo, las zonas de mayor peligro.
En las condiciones actuales, recalcó que la principal actividad registrada es la expulsión de ceniza y material balístico. En cuanto a la primera, su comportamiento depende de la altura de los vientos.
“En los mapas de peligro se observan las zonas en color rojo o naranja, donde la caída es mayor, por ejemplo Puebla y Tlaxcala, sobre todo desde invierno hasta concluir primavera, pues a partir de junio, este material se va más hacia Morelos, Ciudad de México y Cuernavaca”.
También realizan mediciones de parámetros como el tremor (vibraciones asociadas al aspecto sísmico), cambios magnéticos, patrones como la altura de la columna de ceniza, explosiones y muestreos de ceniza, entre otros. Respecto al tremor, refirió que este bajó en las últimas horas, respecto a días previos; sin embargo, es necesario mantenerse en constante monitoreo.
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