Familia, amigos y personas aliadas la ubican como una luchadora incansable que veló por los derechos humanos de las comunidades indígenas y campesinas. Su legado, aseguran sus hijos, vive en los nuevos activismos.

Una máquina de escribir, una mula y una convicción. Quienes conocieron a la activista Concepción Hernández coinciden en que le bastaban esos tres elementos para llevar a buen puerto los incontables casos en los que la abogada se salió de los despachos y trabajó ahí donde se le necesitó. Desde Tijuana hasta Yucatán; más en Veracruz, su hogar. Pero siempre junto a la gente.

Parte de sus andanzas fue capturada en el documental La abogada del pueblo (Alan Villarreal, 2017), proyectado y comentado en la IBERO Puebla en el marco del Día Internacional de la Lucha Campesina. El mediometraje recupera el testimonio de Zósimo Hernández, un campesino de la sierra norte de Veracruz que fue detenido en 1985 acusado de un crimen que no cometió.

Las personas cercanas al afectado acudieron al proyecto comunitario Radio Huayacocotla para amplificar sus denuncias y visibilizar este y otros crímenes de los que eran víctimas. Colaboradora de la radiodifusora, Conchita —como la llamaban de cariño— se involucró en el caso. Con un montaje de los paisajes veracruzanos, la abogada reflexiona en el documental sobre los contrastes entre la belleza natural y los horrores de la injusticia sistemática, ambos endémicos de la sierra.

Tras una lucha de diez años en la que Hernández pudo sostener diálogos con el presidente en turno, se logró la restitución de 5,000 hectáreas en Texcatepec tras años de abusos por parte de los caciques. “Para mí, Conchita Hernández no es una persona: es un movimiento de derechos humanos”, indica Zósimo, quien fue puesto en libertad gracias a la persistencia de la antropóloga y abogada.

Mujer y madre valiente

Entre lágrimas, Inti Barrios Hernández recordó a su madre como una mujer que defendió la biodiversidad hasta sus últimos días. “Fue abogada de causas que muchos llamarían ‘perdidas’, de situaciones cotidianas pero terribles”, aseguró en el cine-foro de la Universidad Jesuita.

Tanto Inti como su hermano Martín ilustraron en el foro el extensísimo caminar ideológico de su madre: la Conchita comunista que se desentendió de la religión; la cautivada por la teología de la liberación y el pensamiento ignaciano; la defensora de la tierra como bien agrario, y la protectora del territorio como espacio para la vida.

En su activismo en Tehuacán, Martín Barrios Hernández constató la agresión hacia las mujeres ‘canasteras’ que llegan de las comunidades aledañas a vender sus productos. La reivindicación de la identidad indígena del municipio es una de las miles de luchas acumuladas en los cajones de Conchita y heredadas por sus hijos. “Defendía las causas que liberaran a la gente de la opresión”, sumó Inti.

La artista y exalumna de la Ibero Puebla señaló que su madre estuvo presente en muy diversos espacios de acción, desde su influencia en la vida de nuevos defensores de derechos humanos hasta la incidencia en el sector público. “Mi mamá acompañó muchas luchas en muchos lugares. Veracruz, Chiapas, sierra negra, la península de Yucatán… La ubican de formas misteriosas”.

Los hermanos aprecian a su madre como una persona que les inculcó el amor y respeto hacia los pueblos. “He tratado de ser fiel a eso que nos enseñó. Nos decía: ‘Siempre les tratarán de meter miedo. No se dejen’”. A través de su trabajo como actriz de teatro y escritora, Inti busca honrar a su madre con la creación de productos y experiencias que detonen la reflexión.

Por su parte, Martín atesora los saberes de Conchita presentes en sus libros, su obra y sus consejos cara a cara, incluso cuando la ternura maternal era reemplazada por el temple de una guerrera. Cuando fue preso político mientras acompañaba una resistencia obrera, su madre lo visitó en el penal estatal y, lejos de llevarle sus tlacoyos favoritos, le atestó: “Sé consecuente con tus actos. Si vas a estar con ellos, lucha hasta el fin”.