Una composición efectiva, la gestualidad expresiva y una paleta cromática armónica son elementos que distinguen la obra del pintor novohispano José de Ibarra (1685-1756), los cuales logran transmitir afectos y emociones, pero también son herramientas para entender el proceso creativo y contemplar las particularidades plásticas y artísticas de una obra durante los procesos de restauración, a fin de realizar una intervención más ética y crítica.
Esta propuesta, plasmada por la estudiante de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía (ENCRyM), Huguette Palomino Plaza, en su tesis de titulación en la Licenciatura en Restauración, fue acreedora a la mención honorífica en los Premios INAH, otorgados por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, en el área de Conservación de Bienes Muebles.
Bajo el título Intención, afectos y colorido: la secuencia técnico pictórica de José de Ibarra, la investigación de la restauradora sobre la labor creativa del artista nacido en Nueva Galicia, hoy Guadalajara, propone una metodología de aproximación a la pintura de este artista que, según ella, podría aplicarse en los trabajos de algunos pintores novohispanos del siglo XVIII, contribuyendo a una mejor conservación del patrimonio pictórico de esa centuria.
Para la egresada de la ENCRyM dicha mención en el Premio INAH Paul Coremans, la enorgullece por tratarse de un trabajo al que dedicó mucho tiempo. Tras salir de la escuela en 2015, enfrentó situaciones complicadas como la gestión de los análisis que se reflejan en su proyecto, aunado a la contingencia sanitaria derivada de la covid-19, que ocasionó que sus asesores quedaran varados en Europa, retrasando la conclusión de su propuesta; “estoy muy contenta de recibir este reconocimiento”.
El objetivo inicial de su tesis, comentó, era analizar la técnica de manufactura y proceso pictórico del pintor novohispano, a través del estudio de una de sus series pictóricas sobre la vida de la Virgen María, proveniente de la Capilla de la Comprensión de Tlacotes, en Zacatecas, e integrada por 11 obras que fueron restauradas en la ENCRyM, de 1997 a 2002 y de 2015 a 2017.
A partir de los informes de dichas intervenciones, reunió gran cantidad de datos derivados de la metodología de acercamiento a las obras, resultado del Seminario Taller de Restauración de Pintura de Caballete de la escuela, la cual contempla análisis visuales y organolépticos, observación con luces especiales, toma de muestras, identificación textil y de maderas, microquímica y radiografías.
Sin embargo, detalló que para articular y dar sentido a estos escritos, se apoyó en la obra del historiador del arte Michael Baxandall, quien concebía los cuadros como una fuente rica y compleja, los cuales requieren un estudio de su contexto histórico y artístico para ser comprendidos del todo.
“Por ello, me di a la tarea de organizar y ampliar las investigaciones preexistentes de los estudiantes, con base en la tratadística de la época, de autores europeos, principalmente españoles como Francisco Pacheco, Francesco de Lana y Antonio Palomino, cuya obra conoció Ibarra. Retomé la estructura de El Arte Maestra, tratado italiano traducido por el pintor novohispano para ordenar cronológicamente el proceso creativo en cuatro capítulos: Invención, Diseño, Colorido y Maneras de pintar”, detalló.
En el análisis realizado, Palomino Plaza hizo énfasis en la secuencia de los estratos pictóricos, en la comparación con las recetas de los tratados, en la observación a simple vista de los efectos logrados y en una interpretación subjetiva del efecto emocional que se buscaba transmitir.
“En mi primera hipótesis destacaba el concepto de secuencia técnico-pictórica, para saber, en orden cronológico, cómo fue el proceso de creación, pero me di cuenta de cuán importante era la parte de la intencionalidad y los afectos del autor, y de cómo lograba una pintura más emocional y efectiva, en cuanto al mensaje que emanaba de la misma”.
De esta manera, la obra restaurada y la materia son la base para la reconstrucción del proceso creativo, de manera análoga al uso del concepto de “unidad potencial” que menciona el teórico de la restauración Paul Philippot, donde la pintura en su estado deteriorado es el principal fundamento para prever con solidez el estado al que será restituida.
Con este paralelismo, la restauradora propuso una serie de consideraciones, como realizar un análisis que contemple la imagen potencial, las intenciones, los afectos y el colorido, entre otras, necesarias para el tratamiento de obras del artista o de su círculo cercano.
“Es necesario desarrollar una sensibilidad particular para reconocer los recursos plásticos, artísticos y estéticos que se buscan conservar en una restauración que prioriza el juicio crítico y que pretende evitar falsos históricos por la falta de atención a veladuras, perspectivas, luces y sombras, volúmenes y recorridos visuales, características trascendentales en la carrera artística de Ibarra y de los pintores de las academias independientes del siglo XVIII”, puntualizó.
Ibarra fue alumno de los hermanos Juan y Nicolás Rodríguez Juárez, pintores novohispanos que estuvieron relacionados con la creación de academias independientes (antes que la de San Carlos) desde finales del siglo XVII, de las que José de Ibarra fue uno de los principales impulsores.
“Una de las conclusiones de la tesis fue darme cuenta del uso que Ibarra hacía del color, además, el tema de cada obra está bien planeado en términos de composición, la que se ve determinada por el tipo de gestualidad, de rostros y manos de los personajes, para poder transmitir un mensaje particular, pero el colorido es lo principal de su obra”, finalizó.