La ciencia mexicana necesita libertad plena de investigación para explorar diversas rutas de conocimiento y realizar investigación básica en todas las áreas, pues es el camino para generar nuevos saberes, además de lograr a futuro aplicaciones y descubrimientos de interés, consideraron científicos reunidos en las “Jornadas de reflexión sobre el sistema de ciencia, tecnología e innovación que demanda el futuro”.
“No sabemos de dónde van a venir los descubrimientos más interesantes o que puedan tener aplicaciones directas o útiles a la sociedad, así es la ciencia. Pretender dirigir el conocimiento y la investigación con el fin específico del bienestar social en el corto plazo es, en el mejor de los casos, extremadamente ineficiente”, consideró William Lee Alardín, coordinador de la Investigación Científica de la UNAM.
Al participar en la Mesa “Ciencia básica y libertad de investigación” de dichas jornadas, moderada por la investigadora Susana López Charretón, del Instituto de Biotecnología (IBt) de la UNAM, Lee dijo que ejemplos de futuras aplicaciones a largo plazo son el desarrollo de antivenenos, la inteligencia artificial con las mismas técnicas en medicina y astronomía, o las telecomunicaciones basadas en mecánica cuántica y criptografía.
Durante el evento interuniversitario en línea, Lee Alardín afirmó que en el sector ciencia, tecnología e innovación (CTI) hay una distancia entre el discurso y la realidad, entre lo que se dice y lo que se hace.
“El Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) es un articulador importantísimo desde el gobierno hacia la actividad académica y científica para facilitar el trabajo de la comunidad que se dedica a la investigación y para que el trabajo derive en beneficios de largo plazo para la sociedad, pero me parece una concepción errónea que el propio CONACYT esté dedicado a la investigación”, opinó.
Criticó que el presupuesto del sector CTI siempre ha estado muy alejado de las prioridades. “Durante muchos años en México el presupuesto no ha ido con los discursos ni con las leyes y no es diferenciado”. Lee Alardín también consideró como un vacío de la iniciativa de ley la falta de articulaciones transversales y la nula participación del sector privado.
En su oportunidad, Estela Susana Lizano Soberón, presidenta de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), sostuvo que es necesaria la libertad de investigación y ésta debe ser fomentada y alimentada. “Sólo se debe pedir que se produzca con los más altos estándares científicos y éticos a través de una evaluación por pares”, señaló.
Como ejemplo de la libertad de investigación citó el descubrimiento del platino para combatir el cáncer. “El estudio del efecto de los campos eléctricos en la reproducción bacteriana condujo al descubrimiento fortuito de un medicamento anticancerígeno, el cisplatino, muy utilizado hoy contra el cáncer de pulmón y cerebro”. La ciencia básica, dijo, genera bienestar y desarrollo pero no en un plazo inmediato.
“A pesar de los problemas urgentes, los gobiernos deben tener claro que invertir en ciencia básica es invertir en conocimiento y en el futuro. Para rendir frutos, la investigación en ciencia básica requiere un financiamiento continuo y a largo plazo. Limitar o recortar este financiamiento truncaría las posibilidades de un mejor futuro para nuestro país”, consideró.
A su vez, Sergio Revah Moiseev, director de Apoyo a la Investigación de la Universidad Autónoma Metropolitana, consideró fundamental defender la libertad académica, pues ésta genera nuevos conocimientos, lo cual es posible si se apoya a las universidades y a los centros de investigación, independientemente de si son públicos o privados.
Lilian Calderón Garcidueñas, de la Universidad del Valle de México, destacó: los investigadores están conscientes de que su trabajo debe ser pertinente, pero estimó que los resultados deberían aplicarse de inmediato para ayudar a las poblaciones vulnerables, para lo cual quienes han sido entrenados deben tener el mismo acceso y derecho a los apoyos que existen.
Juan Manuel Alcocer González, experto de la Universidad Autónoma de Nuevo León, advirtió: “mientras no se defina, a nivel país, una política de ciencia, tecnología e innovación que considere la idiosincrasia y peculiaridades de nuestra nación vamos a seguir teniendo un país desigual, dividido y con polos de desarrollo desiguales. Necesitamos que muchos problemas se resuelvan transversalmente”.
En tanto, Carlos Manuel Contreras Pérez, del Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UNAM, unidad foránea Xalapa, recordó que en sus orígenes el Sistema Nacional de Investigadores definió claramente lo que se esperaba de un investigador mexicano, sin distinciones, que impulsara trabajos de nivel internacional, pero no se estableció si esperaba estar en una institución privada.
Adolfo Sánchez Valenzuela, director de la unidad Mérida del CIMAT, manifestó su preocupación por el hecho de que la ciencia sea evaluada mediante cuestionarios que piden, antes de iniciar una investigación, a quién va la investigación o en qué será empleada, pues el conocimiento no se genera así.
En tanto, María de Jesús Rosales-Hoz investigadora del Departamento de Química del Centro de Investigaciones y Estudios Avanzados (Cinvestav), puntualizó que el querer coartar la libertad de investigación es extremadamente peligroso. La autonomía de investigación debe ser parte central de cualquier campo del conocimiento de los países.
En opinión de Andreu Comas García, investigador de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, “esta persecución de la ciencia, hoy por hoy ha logrado que todos los investigadores estemos más unidos y viendo cómo podemos progresar”.