Helioflores es de esas personas cuya sencillez es proporcional a su jerarquía. Pese a ser uno de los caricaturistas vivos más prestigiados del país, no pierde su naturalidad. La mesa de su sala está llena de periódicos:
—No sé cuál es el de hoy —dice con una sonrisa.
—¿Le llegan a su casa todos los días?
—No, yo los compro.
—¿No le envían, por lo menos, el diario donde usted publica?
—No, ni siquiera tengo suscripción —dice, riendo.
El gusanito de la caricatura
Helioflores (Xalapa, 1938) ha pasado el último medio siglo ilustrando lo que él considera “una historia que se repite una y otra vez”. Tantos años dedicado al cartón político le ha permitido reconocer que “los personajes casi siempre han sido los mismos en los últimos 10 o 20 años. Incluso los temas son los mismos: fraudes, elecciones, corrupción y pobreza”.
El ilustrador afirma que siempre le gustó dibujar, pero acepta que nunca se imaginó que se pudiera ganar la vida con una actividad como la suya:
—Sí, siempre me gustó. Claro que cuando uno es joven no piensa que eso puede ser una profesión; no imaginas que te puedes dedicar a eso. La mayoría cree que debe estudiar una profesión seria como medicina o ingeniería. De hecho, yo estudié arquitectura.
Categórico, Helioflores asegura:
—No habría tenido el mismo nivel de satisfacción si me hubiera dedicado únicamente a la arquitectura. A lo mejor me hubiese ido bien; pero tal vez me habría quedado siempre el gusanito de seguir realizando caricaturas. Y no habría podido hacerlo al 100 por ciento.
La influencia de Rius
Helioflores pertenece a una generación de caricaturistas connotados tales como Rius (1934-2017) y Rogelio Naranjo (1937-2016) —curiosamente ambos michoacanos—, quienes no sólo destacaron por la escuela que dejaron sino por laborar en un entorno político muy peculiar:
—Rius era diferente, porque en su crítica incluso hasta publicaba cartones del presidente. La gran mayoría de caricaturistas de aquella época no lo hacían nunca, porque era intocable. Lo mismo ocurría con los gringos: ellos eran los buenos siempre y los malos eran los chinos, los rusos o los cubanos. Así estaban todos. El que yo veía que se salía de eso era Rius.
Fue precisamente gracias a la influencia de Rius que Helioflores le diera a su trabajo un toque contestatario que lo seguiría durante las décadas siguientes; el mismo entorno político le daba mucho material para ello. Para él, la caricatura es un vehículo de protesta:
—Yo no concibo la caricatura de otra manera. No me parece que sirva mucho para halagar, para festejar o para aplaudir, no; para eso hay muchos otros géneros. Yo creo que la caricatura no está hecha para decirte que las cosas están muy bien.
No obstante, acepta que el último cambio de gobierno le ha significado un reto, pues él se siente parte de las personas que esperaban un cambio:
—Después de 60 años haciendo cartones bajo regímenes parecidos aunque hayan cambiado los partidos políticos, ¿ha sido difícil mantener una crítica opositora?
—Sí, cómo no. Es natural porque, por poner un ejemplo, el presidente Fox nos daba temas todos los días; nada más era cosa de ver el periódico y ya tenía un tema no para uno sino para varios cartones. Ahora no es lo mismo. Para mí sí ha sido… no difícil, pero sí trabajar de una manera diferente.
Tema y dibujo
El caricaturista reconoce que nunca le falta material para su trabajo:
—No leo mucho; dos o tres periódicos a lo mucho, y no totalmente. Igual estoy atento a los noticieros, pero yo creo que mis temas salen del mismo lugar de donde lo sacan la mayoría de los mexicanos. Mi ambición es que mis temas le interesen a la mayoría de la gente.
Para Helioflores es muy difícil hacer un balance entre su trazo y el contenido político: ambos están empatados en su método de trabajo:
—Se me hace difícil calcularlo, porque las dos cosas están muy juntas en un cartón. A veces el dibujo es más importante, porque exige más dedicación según la idea planteada en la caricatura; pero también a veces el tema habla solo y, sin él, la caricatura no existiría. Se me hace difícil calcularlo en porcentajes.
El caricaturista remarca que, independientemente de las circunstancias, “nuestro trabajo es hacer crítica al gobierno, a los de arriba”. Para él es muy importante “no dejar de señalar, porque al hacerlo hasta el mismo gobierno se beneficia. No hay que ser incondicionales”.
Más allá de la política
Además de Rius y de Naranjo, hay otro personaje que lo acompañó en sus años de formación:
—Naranjo y yo nos iniciamos más o menos en la misma época. Trabajamos juntos en una revista que hicimos donde estaba Rius, Naranjo, AB y yo: La Garrapata. Naranjo y yo somos contemporáneos, empezamos a publicar casi al mismo tiempo.
—¿Extraña a esos amigos?
—La verdad, sí. Por ejemplo, a mí siempre me ha gustado convivir, reunirme con los colegas de vez en cuando. Tengo la impresión de que antes era más fácil esa confluencia. Digo, todos éramos contemporáneos, teníamos los mismos años de trabajar, los mismos problemas, las mismas inquietudes.
Helioflores recuerda las noches en las que se las pasaba con Naranjo “escuchando música y tomándonos nuestros tequilitas”. No sólo eso. Las reuniones fungían también como una escuela del panorama caricaturesco internacional:
—Recuerdo que a veces llevaban libros de caricatura de otras partes del mundo. Era muy peculiar, porque en ese entonces casi no había en México. ¡Era bien interesante! Era como una escuela para estar viendo cómo se estaba gestando la caricatura en otros lados.
Ahí se dio cuenta de que la caricatura podía tener múltiples facetas allende la política:
—Vi que el trabajo de muchos caricaturistas no era de crítica política, sino de humor. Era una crítica más social, tocando cuestiones de la vida diaria; señalaban un desequilibrio propio de países desarrollados que no tienen tantos problemas como en México.
Para Helioflores esos caricaturistas estaban “en otro nivel”:
—Yo digo que esos son los verdaderos maestros, porque sus temas eran más internacionales; tenían que ver más con el ser humano, con la persona y no tanto con la cosa política de todos los días.
Aunque hoy Helioflores sigue conviviendo y aprendiendo de colegas, reconoce que no es lo mismo:
—Ya son… digamos, más jóvenes. Naranjo y Rius ya no están. De mi grupo, ese que formamos en aquella época, ya casi se ha ido la mayoría. Nos reuníamos, comíamos, echábamos relajo… —recuerda con nostalgia pero sin un ápice de melancolía.
Después del premio, la muestra
En diciembre de 2017 Helioflores fue reconocido con el Premio de Caricatura Gabriel Vargas, entregado en el Museo del Estanquillo:
—A raíz de eso empezaron a pensar cómo podía funcionar una exposición con mi obra— revela el ilustrador.
Dos años después, El Fisgón le llamó directamente para gestionar la muestra Helioflores: todo junto, con más de 280 piezas que hacen un recorrido por el más de medio siglo que lleva el caricaturista narrando la historia política mexicana a través de sus dibujos:
—En la curaduría me ayudó Rafael Barajas [El Fisgón]. Primero hice una selección, ¡es que tengo muchísimo material! Primero yo medio seleccionaba, ya luego seleccionábamos los dos y juntos vimos cuáles se iban quedando.
Esa labor le permitió reencontrarse con obras que incluso había olvidado:
—Estar seleccionando los cartones me dio la posibilidad de ver mi propio trabajo. Casi siempre estamos con el cartón del día y los demás ahí los dejamos olvidados. Aunque yo colecciono periódicos rara vez me pongo a revisarlos. Ahora, por motivo de la exposición, estuve revisando, viendo cartones y me ha servido para recordar algunos trabajos que ya ni me acordaba que había hecho.
—¿Hay trabajos de alguna época que usted prefiera por encima de otros?
—Sí, antes que trabajara en la computadora, trabajaba en cartulina con tinta china, con manguillo. La mayoría de los trabajos que están en esta exposición son así. Muchas personas que han ido a la muestra me han dicho que les gusta ver esos originales, porque no son como los vieron en el periódico: son más grandes.
Hoy, su método de trabajo ha variado:
—Ahora dibujo en cualquier papel y ya luego en la computadora lo termino de limpiar y hasta le meto colorcito y todo; antes el color estaba puesto directamente en la cartulina.
—¿La tecnología no lo incomodó?
—No. Me siento cómodo, ¡muy cómodo! Porque si te equivocas, en la computadora lo corriges más fácilmente; puedes poner el color que quieras, antes no.
Otra de las ventajas que reconoce es la velocidad con la que puede entregar su trabajo:
—Antes tenía que dibujarlo, ¡y luego entregarlo personalmente al periódico! Después hubo fax, pensé que era ya una ventaja… ¡pero llegaban horribles, todos manchados! No funcionaba muy bien.
En las redes sociales
Como parte de su incursión tecnológica, Helioflores decidió meterse en el mundo de las redes sociales, donde ha obtenido mucha retroalimentación:
—Me he dado cuenta de que es un lugar donde se presta mucho para conocer la opinión de los lectores y de la gente —dice.
—¿Sí cree en la legitimidad de las opiniones en redes sociales?
—No le creo a todas porque me doy cuenta de que hay muchísima gente pagada para dar una opinión; casi siempre ese grupo no entra en razones, explicaciones ni argumentación. Nada más ven si uno está a favor o en contra; lo demás son insultos y groserías. Pero de todas formas a mí sí me interesa interactuar ahí porque me da una idea de cuándo un cartón tiene más efecto o más gustó que otros.
—¿En cuáles cartones ha visto una reacción mayor?
—Me he dado cuenta de que determinados personajes sí gustan más. Digamos, por ejemplo, un Calderón, ¡uy, hay 80 mil reacciones!, y mucha gente opina. Curiosamente, me da la impresión de que los cartones que he hecho sobre Trump y su relación con México interesan menos. En cambio, los nacionales: Fox, Calderón, Salinas, Peña Nieto… despiertan mucho interés, esa es mi percepción.