La Unesco ha decidido incluir en la lista de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad la candidatura internacional compartida por las cerámicas de estilo talaverano de Talavera de la Reina y Puente del Arzobispo y las de Puebla y Tlaxcala (México). Es el reconocimiento a una tradición asentada desde hace seis siglos y que mantiene activos todavía hoy más de 40 talleres en las dos localidades toledanas. La inclusión en la lista supone la protección de una actividad artesanal que ha perpetuado los procesos técnicos y creativos originales (a excepción de la electricidad en los hornos y tornos).
La cerámica no lo ha tenido fácil, porque Italia y Austria han puesto «muy difícil» su inclusión en la prestigiosa categoría. Según cuenta Arancha Camacho, de la asociación Tierras de Cerámica, la diplomacia entre países se ha tensado cuando España no ha apoyado la candidatura internacional de la trashumancia, formada por Italia, Austria y Grecia (aunque ha sido inscrita). Tierras de Cerámica es una asociación de vecinos de Talavera, que hace seis años decidió poner en marcha el camino que han culminado hoy. «Este reconocimiento permitirá tomar medidas de salvaguarda, como potenciar el relevo generacional», explican desde la asociación.
Para José Guirao, ministro de Cultura y Deporte, «este proceso artesanal de elaboración de las cerámicas merece sobradamente la declaración reconocida hoy por la Unesco». Además, señala que es estas cerámicas son un referente nacional e internacional. «Por primera vez, la lista de la Unesco reconoce explícitamente el fuerte vínculo cultural que une a América Latina con España y contribuye a impulsar la cooperación internacional entre las naciones de habla hispana en torno al Patrimonio Cultural Inmaterial», ha señalado el ministro.
La Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad cuenta con 429 inscritos, a los que hay que sumar los elegidos este miércoles en Bogotá, durante la celebración del XIV Comité Intergubernamental para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco. La categoría “inmaterial” se refiere a los aspectos identitarios (e intangibles) que representan y reivindican a un pueblo y España cuenta con 19 hitos inscritos, entre los que figuran la dieta mediterránea, la fiesta de los patios de Córdoba, el flamenco, las fallas, el silbo Gomero o el misterio de Elche. En 2018 fueron inscritos la arquitectura de piedra en seco del Mediterráneo y las tamborradas.
Contra la desaparición
Los representantes de los 24 Estados han señalado, entre las 41 candidaturas (incluida la música y baile de la bachata, a propuesta de República Dominicana), la propuesta española y mexicana, gracias a la pervivencia de los talleres que han heredado y perpetuado esta actividad, que se extendió por toda la península y llegó a México a finales del siglo XVI, gracias a una familia talaverana que cruzó a América. La difusión y la permanencia son dos de los objetivos de estos nombramientos para luchar contra el desconocimiento y la desaparición de actividades que conforman la identidad cultural de una sociedad y el carácter plural que forman las expresiones de un país.
Cada taller de Talavera mantiene hoy en día su propia identidad, plasmada en el desarrollo de las formas, decoraciones, coloridos y barnices, que da lugar a piezas únicas. El origen de la cerámica talaverana tiene su origen en la confluencia del gusto oriental, que llega por Lisboa, y el Renacimiento europeo. Es en la corte de Felipe II cuando este arte crece y abastece grandes encargos para la decoración del Escorial, el Alcázar de Madrid o El Pardo, con azulejos para conventos, iglesias o palacios de la nobleza cortesana. Junto a la azulejería se desarrolló la loza para vajillas de mesa y de esta manera la cerámica llegó, más allá de Palacio, a las clases populares.
Con el tiempo también cambió su uso y pasó a ser un elemento más decorativo que utilitario. Los especialistas señalan que Talavera vivió su edad dorada durante los siglos XVI y XVII, cuando se convirtió en creadora de gusto propio. En el siglo XVIII empieza a imitar las fórmulas decorativas de otras fábricas como la de Alcora (Castellón). El gran número de alfares que fabrican en Talavera la convierten en el centro que mejor se ha adaptado a los distintos gustos.
Renovación continua
Sofía Rodríguez, directora del Museo Nacional de Artes Decorativas (Madrid), señala que Talavera es “una fábrica que no deja de renovarse”. Esta institución conserva una de las colecciones públicas más ricas, con varios centenares de piezas cuyos primeros ejemplos datan de la corte de Felipe II. “Este reconocimiento es importante para España porque no somos punteros en tecnologías, pero sí en el campo del patrimonio sí”, explica la directora. Cuenta que en la actualidad hay una iniciativa que lleva a la cerámica de Talavera lejos de la repetición, gracias al desarrollo del Centro Cerámico de Talavera, donde producen y diseñan a partir de formas y modelos de las nuevas artes plásticas, con las que se han cruzado.
La cerámica de Talavera de la Reina es muy reconocible por sus colores: azul, amarillo, anaranjado, negruzco, verde, antimonio, hierro, manganeso y cobre. Los pintores, en origen, se fabricaban sus pinceles con pelos de la barba de los chivos, atando a un mango un manojo de seis o siete pelos largos. La justificación de la cerámica como Bien de Interés Cultural Inmaterial, concedido en 2015, es que “los habitantes están íntimamente ligados al trabajo del barro”.
“Las profesiones de alfarero o barrero y pintor conviven en una organización gremial que permanece inalterada desde hace siglos, y sus conocimientos se han transmitido de generación en generación a través de una clara organización gremial de maestros, oficiales y aprendices”, puede leerse en la concesión de la declaración BIC. Y añade que la relación de los talaveranos con la cerámica trasciende a la búsqueda de un modo de vida. Este patrimonio inmaterial “dota de personalidad a la población”.
El secreto del éxito de la cerámica de Puente del Arzobispo es una arcilla de la mejor calidad, arena fina lavada por el río Tajo, agua abundante, retamas y carracas listas para ser usadas como combustible de los hornos, población arraigada. De ahí que los primeros talleres alfareros de la zona estén localizados desde el siglo XV. En 1952 había en Puente 23 hornos y nueve alfareros, diez cacharreros y cuatro tejeros. Hoy, el auge del vidrio o la porcelana industrial, ha relegado el producto a una mera función decorativa.
“A este hecho hay que unir el impacto especialmente virulento de la crisis económica que amenaza con acabar con una artesanía de calidad, que se remonta al menos seis siglos en el tiempo”, aclaraban las autoridades de Castilla-La Mancha, en 2015, cuando declararon la cerámica de Puebla Bien de Interés Cultural Inmaterial.
Fuente: El País