Se conoce como ‘bibliopegia antropodérmica’ a la técnica que se realizó siglos atrás y que consistía en encuadernar libros con piel, algunas veces de animales pero otras también de seres humanos.
No se puede determinar con exactitud el número de ejemplares que existen con dicho tipo de encuadernación, pero se calcula que entre los siglos XVI y finales del XIX más de un centenar de volúmenes fueron forrados con la piel se algún ser humano, aunque en la actualidad solo se tienen localizados y se sabe de la existencia de menos de una cincuentena de libros.
Actualmente la mayoría de esos libros encuadernados con piel humana, de los que se tiene constancia, se encuentran depositados en museos y bien resguardados por el valor histórico que tienen, pero se calcula que pueden existir varias decenas de las que se desconoce su localización, ya que podrían estar en manos de coleccionistas privados o bibliotecas particulares e incluso, los propietarios de un gran número de esos volúmenes desconocer por completo el material con el que se encuadernó, siglos atrás, alguno de esos libros.
La bibliopegia antropodérmica se ha realizado a lo largo de la historia (desde la existencia de los primeros libros) pero en la inmensa mayoría de ocasiones se ha realizado con piel animal, pero hubo un momento en el que se decidió encuadernar algunos ejemplares con piel humana y muy diversas son las causas por las que se comenzó a realizar de ese modo.
Podemos encontrarnos que existen viejos tratados de anatomía en el que sus páginas relatan detalladamente todo un estudio médico realizado a un cadáver y que luego, dicho libro, serviría para ser consultado por los estudiantes. Una manera de honrar a la persona que había servido para realizar dicha disección era utilizando su piel para encuadernar ese volumen.
También se conocen algunos pocos casos en los que se encuadernó un testamento con la piel del propio testador e incluso procesos judiciales en los que la posterior sentencia fue encuadernada con la piel desollada del criminal al que se había juzgado, condenado y ejecutado.
Existe constancia del nombre y apellido de varios ejecutados a los que se despellejó tras recibir el castigo (normalmente en una disección médica que servía como clase de anatomía para estudiantes) y que acabaron forrando la encuadernación de algunos libros que todavía se conservan en museos o bibliotecas y estos son John Horwood (en 1821) y William Corder (1828), William Burke (1829) y George Cudmore (1830) entre otros, todos ellos en Inglaterra donde hubo una gran afición por la práctica de la bibliopegia antropodérmica durante el siglo XIX. Se sabe que hubo muchos más casos, pero la mayoría de esos libros están actualmente ilocalizables.
A finales del siglo XVIII también parece que se realizó esta macabra práctica durante la Revolución Francesa y varios son los historiadores que aseguran que dos de los principales y más importantes libros de la época se encuadernaron con piel humana: la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (de 1789) y la Constitución francesa (1793).
Desde hace unos años, un grupo de investigadores pertenecientes a ‘The Anthropodermic Book Projec’ están llevando a cabo un minucioso estudio de libros sospechosos de haber sido encuadernado mediante la técnica de la bibliopegia antropodérmica y según indican en un informe presentado en mayo de 2019, se localizó 50 ejemplares sospechoso de ellos, de los cuales se confirmó que estaban forrados con piel humana 18, otros 13 se encuadernó con piel animal y todavía queda por demostrar los 19 restantes.
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