En agosto de 2009, comenzaron a circular nuevas monedas con las denominaciones de 10, 20 y 50 centavos distintas a las que conocimos cuando se dio la presentación de los nuevos diseños para este tipo de divisas en México.
La de 10 centavos disminuyó su tamaño de 17 a 14 milímetros; las de 20 y 50 centavos, sufrieron un cambio más radical, cambiando su material de aleación bronce-aluminio (que les otorgaba un color dorado), a acero inoxidable, que además son mucho más pequeñas en comparación a las anteriores.
Para muchas personas, esta elección fue un error, debido a que se pierden fácilmente, y como consecuencia de que las anteriores aún circulan en las calles, se confunden fácilmente con otras de menos valor.
Sin embargo, esta decisión tiene un fondo económico sencillo: la aleación actual es mucho más barata, por lo que las monedas actuales significan un menor costo en términos de elaboración.
Esto de acuerdo al Banco de México, que además asevera, que las nuevas monedas de estas denominaciones, se realizan con el metal sobrante de la fabricación de las de 1, 5 y 10 pesos.
¿Por qué ocurre esto?
Aunque no existe una declaración oficial al respecto, en la historia de la numismática ocurre con frecuencia, que la acuñación de monedas de menor tamaño responde a la capacidad de compra, o el valor de las mismas.
Para dejarlo claro, antes, aunque su denominación es la misma, se podían comprar más cosas con ellas. Ahora, el encarecimiento de distintos bienes y servicios provocó que se necesiten más de estas monedas para comprar cualquier cosa.
De ahí la decisión de cambiarlas de tamaño y fabricarlas con materiales más baratos.
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