Rebelde, borracha, bohemia y chamana. Así es recordada Chavela Vargas. Considerada una gran figura de la música ranchera. Se hizo mexicana por elección, país que la acogió a sus 17 años cuando escapó de Costa Rica por los malos tratos que recibió en su casa.
Durante varias décadas María Isabel Anita Carmen de Jesús Vargas Lizano, así era su nombre de pila, permaneció en la sombra, hundida en el alcohol a finales de los 70, hasta que logró regresar al cine gracias al realizador español Pedro Almodóvar, juntos hicieron una leyenda en vida.
Gracias a su voz áspera dramatizó las rancheras, género tradicionalmente cantado por hombres con quienes se iba de parranda a beber, fumaba y bebía como ellos.
Su talento se caracterizó por aquellas canciones, cuyas letras hablaba del sufrimiento de la vida. Chavela Vargas vestía con ropa de hombre.
Pasados sus 60 años, y luego de haber superado su adicción al alcohol, vivió una segunda edad dorada desde los 90 hasta el día de su fallecimiento, logró editar numerosos discos, entre ellos Volver, Volver (1993), Macorina (1994) y Somos (1996), con ellos recorrió los principales escenarios del mundo.
Siempre fue persistente, tanto que logró lo que quiso, cantar profesionalmente, según ella misma narró le decían que “cantaba horrible” pero no se desanimó porque estaba segura de haber dado con lo que sabía y quería hacer en la vida.
Cuando tenía 81 años de edad, la intérprete de “La llorona” reveló muchos aspectos de su vida personal, sin tapujos habló de sus amistades intensas con artistas e intelectuales de Hollywood, nunca negó sobre sus sobre sus amoríos lésbicos.
En su juventud Chavela fue una mujer hermosa. Siempre se la solía ver acompañada por las mujeres más bonitas del lugar, flirteando con una y con otra, enamorándose hasta el tuétano. No en vano, se atrevió a afirmar que “no le gustaban los hombres”. Esa mezcla de pasión y desgarro sumada a su estampa supo incluso enamorar a la mismísima Frida Kahlo.
“Un amigo pintor me había invitado a una fiesta que hacía Frida con Diego (Rivera, su pareja), y allí fuimos. Y el sólo verla, con esas cejas de golondrina, esos ojos… Me quedé en su casa varios días. Yo le cantaba a Frida por las mañanas; estábamos como arrobadas la una con la otra. Hasta que cierta vez le dije que me iba. Ella se puso triste, pero me dijo que no podía y no quería atarme a sus muletas ni a su vida. Así que un día abrí la puerta nomás y me fui”, contó.
Tan sólo pensar en la idea de tener hijos la horrorizaba: “Para qué para qué me saliera una cosa espantosa, ¿un borracho?, no lo soportaría en un hijo mío, en los demás lo aguanto… No iba a ser una buena madre, borracha y parrandera, ¿Cómo iba a estar con el niño bajo el brazo cantando con los mariachis?, contó en aquella entrevista.
Como muchos otros, Joaquín Sabina quedó hechizado por Chavela y plasmó este amor en la canción ‘Por el bulevar de los sueños rotos’. El compositor decía que “La Chamana” y él se parecían en su amor a la bebida y a las mujeres”.
“Cuando la gente es hipócrita no tiene valor para romper esquemas, por eso yo no admito que nadie se entrometa en mi vida, que nadie me juzgue. Además yo no considero un pecado el amor…Tú nunca te dejes llevar por el «¡ay, que van a decir en mi casa; ay, que va a decir mi mamá!» “No, señor, yo me voy con quien me dé la gana, por quien yo sienta amor”., precisó la mujer del poncho rojo.
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